Son apenas las seis y media de la madrugada y los primeros camiones que portan atracciones desplegadas en la pasada Feria de Melilla enfilan la carretera de acceso a la zona de seguridad del puerto. Es ahí donde agentes de la Policía Nacional, con el apoyo de perros detectores de personas, se disponen a registrar.
Aún es noche cerrada y los efectivos policiales necesitan iluminar con linternas cada recoveco que inspeccionan en los camiones. La ayuda de los canes es fundamental para saber qué puntos registrar. Su olfato no falla.
En un solo camión, los agentes sacan a más de diez polizones. Uno a uno, con alguna que otra dificultad, pues algunos se encuentran en las zonas más elevadas del vehículo, van saliendo.
“A este ya lo hemos sacado otras dos veces”. Así lo asegura uno de los feriantes al observar cómo los policías se llevan al furgón aparcado en una zona próxima a uno de los polizones detectados. Se refiere a cuando se encontraban en el recinto ferial, antes de dirigirse al puerto. Allí, tanto menores como adultos extranjeros han probado suerte horas antes, protegidos por la oscuridad.
“Ahí estáis cinco, ‘ponerse’ algunos allí”, decía en el recinto de la Plaza Multifuncional un feriante a sus compañeros, tratando de organizarlos para vigilar de forma más eficaz a los que pretendían colarse en su camión. El Faro observó cómo varios menores esperaban su oportunidad de colarse en alguna atracción de feria sentados en los jardines colindantes al cauce del río de Oro, junto al recinto.
“A este ya lo vimos ayer”
En la carretera de acceso a la zona de seguridad del puerto, la Policía continúa su registro. Esta vez, descubren en otro camión a dos niños que no representan más de 12 años. “A este ya lo vimos ayer”, le recuerda uno de los agentes a sus compañeros mientras ayuda a los menores a bajar de su escondrijo.
‘Curros’ ha sido el responsable del hallazgo de esos chavales. Ese es el nombre de un perro de la raza pastor malinois, la utilizada tanto por la Policía como por la Guardia Civil para detectar a personas ocultas en habitáculos donde corren graves riesgos para su integridad física y, quizá, para su vida. El precio que se arriesgan a pagar con tal de introducirse en un barco que los lleve a la península.
“Lugares inverosímiles”
Ya es de día y la Benemérita atiende a los periodistas dentro de la zona de seguridad del puerto para dar los primeros datos de la Operación Feriante. El subteniente Martín Rivera, de prensa de la Comandancia, destaca que algunas personas “se esconden en lugares inverosímiles” para tratar de lograr su objetivo.
De acuerdo con el portavoz del Instituto Armado, son 25 los agentes de ese Cuerpo que actuaban “tanto por tierra como por mar”, para evitar la entrada irregular de inmigrantes en la zona de seguridad. Una lancha del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas surca las aguas del puerto mientras el subteniente atiende a la prensa.
Fuera del puerto, en la torre del recinto amurallado donde se ubica el ascensor, un joven de la calle sentado al borde del abismo observa cómo las fuerzas de seguridad continúan con los registros de camiones. Quizá no sea el mejor momento para intentar entrar.
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