La presión migratoria sobre Melilla resulta innegable a pesar de los intentos por relativizarla o minimizarla que se han venido produciendo desde los cargos del Partido Socialista de Melilla. Tras el anclaje de una valla prácticamente infranqueable, a consecuencia de su altura de seis metros y su sirga intermedia, de tipo tridimensional y diseñada prácticamente casi como una máquina de matar, las mafias que trafican con los inmigrantes han optado por nuevas y perversas alternativas. La más utilizada, las balsas de juguete con las que casi a diario están llegando inmigrantes, en muchos casos menores de edad.
La situación se reproduce en Ceuta y Melilla. Estamos a día 13 de julio y sólo en este mes han llegado 90 inmigrantes a nuestra ciudad y casi 140 a las costas ceutíes. Resulta evidente que Marruecos se ha relajado en su control de los flujos de inmigrantes y que la presión migratoria está vaticinando no se sabe qué nuevas apetencias, que puedan servir para utilizar de nuevo a nuestras dos ciudades como ‘moneda de cambio’ ante posibles y futuras negociaciones con el vecino país, ya sea por parte de España o de la Unión Europea.
En esta tesitura, nuestro Gobierno central debe tomar medidas, pero también la propia UE. No olvidemos que nuestro vecino es socio preferencial de Europa y que recibe importantes ayudas para, entre otros objetivos, servir de freno a la inmigración ilegal e irregular.
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