Opinión

Exteriores no suelta prenda sobre la línea Melilla-Argelia

He perdido la cuenta de las veces que he escrito al Ministerio de Asuntos Exteriores, a la Embajada de España en Argelia y a la Oficina Comercial de España en Argel, preguntando por la línea marítima Melilla-Argelia, que apoyan los empresarios, una naviera y el puerto de nuestra ciudad.

No hay respuesta a la iniciativa de Melilla de sacar adelante algo que ya tienen desde hace años Valencia y Almería: conexión directa con Argelia. ¿Si somos tan españoles como ellos, cómo es que no podemos hacer lo mismo?

Puedo entender que cualquier cosa que se diga en la situación actual podría (o no) agravar el ya de por sí deteriorado estado de las relaciones entre España y Marruecos. Pero la solución no está en esconder los problemas debajo de una alfombra, plantar una mesita de té encima y fingir que no existen.

Eso no siempre funciona. Ahí está el ejemplo de los padres de Emin y Pisly, que cada mes se plantan con las fotos de sus hijos a pedir justicia frente a la Asamblea de Melilla. Los pesimistas creerán que están perdiendo el tiempo, pero ellos nos están dando a todos una lección de constancia, y, de paso, están sacándole los colores a quienes creyeron que este crimen pasaría desapercibido.

El mismo Ministerio de Exteriores que cree que éste no es el momento de hablar sobre la línea que pretende unir Melilla con Argelia, es el mismo que anunció que a día de hoy está "buscando un mecanismo eficaz" para llevar vacunas contra el covid a los campamentos saharauis que, no hay que olvidar, están en Argelia. Apoyamos esta labor solidaria, extremadamente necesaria en esta pandemia, pero no podemos engañarnos creyendo que Marruecos va a ver esta solidaridad con buenos ojos.

España mantiene dos líneas semanales con Argelia desde Almería y Valencia y los empresarios de nuestra ciudad esperan gestiones eficaces desde la Delegación del Gobierno para conseguir que Exteriores dé un paso que no quiere dar, previendo la reacción de Marruecos.

Intentamos ser leales con un país que nos monta piscifactorías a las puertas de Chafarinas y en las cercanías de Melilla de manera unilateral y que, encima, organiza una conferencia en una universidad de Marrakech para debatir sobre la titularidad de las aguas marroquíes en el Mediterráneo, enviándonos a los españoles un aviso a navegantes.

Queremos que abra la frontera, pero no a cualquier precio. Marruecos no puede decidir lo que es mejor o peor para esta ciudad. Ese privilegio sólo debemos tenerlo los españoles.

Justo este martes hablaba con una melillense, aquejada por la edad y el miedo a la pandemia, y ella me comentaba que lo que está haciendo Marruecos con las familias de Melilla no tiene perdón de Dios y señalaba al cielo, como quien pide clemencia.

Según me contó, los traficantes están cobrando en Nador 5.000 euros por un pasaje en patera a la península. Las familias colaboran con lo que pueden con la esperanza de dar una salida a los suyos, en una travesía incierta por el Mediterráneo, que va camino de convertirse, como bien teme el Papa Francisco, en el Mar Mortuum.

Me sorprendió que la mujer tuviera pocas esperanzas en la pronta reapertura de la frontera porque con el coronavirus, ella es de las que no saldría de Melilla, sobre todo, ahora que ha perdido por covid en Bélgica a dos familiares con una diferencia de siete días entre una y otra muerte.

No hablamos ya de los cadáveres que llegan día sí y día también a Melilla y Ceuta o que son hallados en las playas de Nador. Los jóvenes son las verdaderas víctimas de esta 'guerra'.

Sólo había que ver a las 16 personas que llegaron a la ciudad en patera este lunes. De haber estado abierta la frontera, habrían pasado de compras o a trabajar en Melilla. La emigración, del otro lado de la valla, se ha convertido en un lujo que sólo pueden permitirse quienes tienen familiares fuera de Marruecos.

No hay argumentos sólidos que expliquen por qué Melilla no puede abrir una línea con Argelia más allá de nuestro miedo perenne a incomodar a Marruecos, como si Marruecos no llevara 60 y tantos años incómodo con nosotros.

Esa incomodidad no es pasajera. No hay que seguir preguntándose por qué Marruecos nos hace esto o lo otro. Hay que empezar a vivir sin pensar en Marruecos. Una frontera abierta es bueno para todos. Ni a Melilla ni a Marruecos le interesa que la crisis estalle en Nador y salte por los aires una Primavera Árabe. ¿Adónde creen que huirán los que necesiten escapar de la represión?

Con la frontera abierta nos ahorramos la presión migratoria de nuestros familiares, de nuestros conocidos. Pero si queremos encontrar el centro, tenemos que caminar al encuentro. No podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que el otro haga lo que nosotros no queremos hacer.

No queremos ni podemos permitirnos una frontera a la coreana. Ahora hace falta que el vecino piense como nosotros y que nuestro Gobierno piense en nosotros.

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