La ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, ha solicitado explicaciones a Marruecos por la agresión contra dos periodistas españoles que el pasado viernes fueron brutalmente atacados en Casablanca cuando cubrían un juicio contra siete activistas saharauis. La solicitud de la ministra es obligada, pero también lo es la forzosa explicación de un país que se jacta de sus buenas relaciones con España y que no duda en usar a su ministro de Exteriores para enconar los ánimos de los súbditos marroquíes en contra de la prensa española.
La situación en el Sáhara era dramática al filo de esta madrugada. Las organizaciones en defensa de los derechos humanos alertaban de una acción represiva sin precedentes.
La actitud en Marruecos contra la prensa española no es de recibo. No lo fue cuando la visita del ministro de Exteriores marroquí a Jiménez, días después de que la agencia oficial marroquí se inventara un falso muerto en los disturbios sociales de hace unas semanas en algunos barrios melillenses, y menos aún lo es como prolegómeno de lo que ha resultado una brutal agresión que vuelve a poner muy en entredicho el tibio avance democrático en el vecino país.
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