Opinión

Esto no es normal

Resulta que dice nuestro presidente en funciones, Don Pedro Sánchez, que no es por no ir, que si hay que ir se va, que no es por no dar la amnistía, que si hay que darla, se da. Todo sea por el bien de España y de los españoles. Que, si eso, él ya se sacrifica y permanece en la presidencia del gobierno, deshaciendo los logros colectivos de nuestra nación de los últimos cuarenta y cinco años. Dejando que los que quieren “trabajar arduamente para que la princesa Leonor no llegue a ser reina”, sigan formando parte del gobierno, que ellos llaman de coalición. A mí me parece hace tiempo que es, más bien, de sumisión. De sumisión a todo lo que digan estos republicanos de extrema izquierda con tal de que le sigan manteniendo en el gobierno a “su persona” por el “bien de España”.

¡Qué no decir de la sumisión a los independentistas de todo jaez que se esmeran en poner de manifiesto que el futuro del proyecto compartido con el resto de los españoles a ellos les importa un pimiento! ¡Que ellos son de otra nación que necesita un Estado! Pero eso a Don Pedro Sánchez y a los señores socialistas les parece asumir un sacrificio por el bien de España, ya que España no se merece unos gobernantes que no sean ellos mismos.

Sé que asumo con esto un riesgo máximo, que es el de no servir a España, a pesar de mi ilusoria creencia en que sí que lo hago. Ya lo dijo el señor delegado del Gobierno en Madrid, Don Francisco Martín, que EH Bildu había prestado más servicios a España que todos esos “patrioteros de pulsera”. Me imagino que se refería a los que portan pulseras con los colores de la bandera nacional. Yo no lo hago porque estéticamente no me gusta, pero no sé quién es este señor para poner en duda el afán de servicio a la nación, e incluso los hechos contrastables de servicio a la misma, de cualquier ciudadano por el hecho de que le guste llevar una pulsera con los colores que a él le dé la gana, más aún si son los colores de nuestra enseña nacional. ¡Qué barbaridad cuando los responsables del poder ejecutivo confunden el servicio a los intereses de un Partido (en este caso el PSOE) o de una persona (Don Pedro Sánchez) con los servicios a España, identificando así a España con “su partido” o con “su persona”! Los demás no debemos de ser España o, si lo somos, debemos ser de la parte de España para ellos abyecta y despreciable.

Y es que el trasfondo de todo este galimatías en el que vivimos inmersos no es otro que el de la visceral animadversión contra los representantes políticos no de izquierdas ni separatistas en la que viven instalados los representantes políticos (no así sus votantes) de esta izquierda que nos ha gobernado durante los últimos cinco años y que amenaza con seguir haciéndolo, al precio que sea (y esto es importante saberlo), durante los próximos cuatro. Es difícil de entender esta animadversión para quien no odia al adversario político, en el que no ve más que a otro español que ve las cosas de otra manera, pero fácil, muy fácil de percibir. Créanme.

De hecho, la justificación más aparente y el argumento más contundente expresados por el presidente en funciones durante la última reunión del comité federal del PSOE para tener que asumir el sacrificio de dar una amnistía para, con ello, permanecer en el poder, fue “que el PP y Vox no tengan una segunda oportunidad de ganar las elecciones”, independientemente de que esa pueda ser, actualmente, la voluntad de los españoles. O quizás, precisamente, por ello.

A mí, francamente, todo esto no me parece normal.

No me parece normal que el gobierno se ejerza “contra” media España a la que, por la razón que sea (muy poderosa debe ser) se le tiene una tirria monumental y se ponga, como primera prioridad, que sus representantes no ocupen nunca el poder, haciendo lo que sea necesario para ello, aunque, al parecer, según los temores expresados por Don Pedro Sánchez, pudiera ser lo que quisieran los ciudadanos si volvieran a votar. Al fin y al cabo, para estos “demócratas” de izquierda, no parece admisible que se pueda tener una percepción diferente a la suya de lo que le conviene a España y se pueda pretender servir al conjunto de la sociedad española de acuerdo con esa percepción.

Estos días se ha repetido hasta la saciedad la expresión de Golda Meir según la cual “la paz llegará, cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros”, referida al conflicto árabe israelí. Yo creo, de igual manera, que si los representantes de los votantes de izquierdas quisieran a España más de lo que odian a los que no les votan, este impasse de la situación nacional se resolvería de manera satisfactoria para el interés de la inmensa mayoría de los españoles y no sólo de la mitad de ellos.

Se esfuerzan denodadamente en los últimos días los representantes de esta izquierda, para quien los puntos de vista de media España no merecen ser tenidos en cuenta, en justificarse ante sí mismos y en explicar a los demás que, en realidad, esto es normal, que es lo que se ha hecho en otras ocasiones, que, si hay que hacerlo por el bien de España, pasando porque media España sea arrinconada, pues que habrá que hacerlo, que es normal.

Desde la más profunda ingenuidad, pero con la esperanza de encontrar alguien en las filas de los representantes de los votantes de izquierdas que escuche a su sentido común y que analice la realidad actual de España de manera desapasionada, les traslado con toda la humildad del mundo, pero también con toda la contundencia que proporciona la desesperación, que a mí me parece que todo esto no es normal.

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