El resto del grupo de marroquíes ve esperanza en que hayan readmitido a dos de ellos en el CETI.
Las caras sonrientes se sucedían ayer entre el grupo de marroquíes que vive en un campamento junto al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). El hecho de que a dos de sus compañeros les hayan readmitido en el centro es motivo de alegría para todos, especialmente para Bard, el único que ha pasado ya una noche en el centro en lugar de a la intemperie. “Estamos muy contentos por él, pero esperamos mejorar nosotros también”, comenta a El Faro Abdelmunaim El-Arcoubi, un cristiano que escapó de Marruecos porque dice que le perseguían.
Aunque vive en el CETI de forma temporal, Bard llegó ayer muy contento al campamento que tienen montado los marroquíes junto al centro. Entre aplausos y felicitaciones del resto de sus amigos y compañeros de su tortuoso viaje, este joven explicó a El Faro que escapó del país vecino por ser cristiano.
También expone que no encuentra a Aziz, el otro chico al que el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo de Madrid ha decretado que entre cautelarmente en el CETI.
“Me colgaron de la muñeca”
Compartieron tienda y razones para escapar de Marruecos. Abdelmunaim cuenta a este periódico que decidió irse de Marruecos cuando su vida empezó a ser insostenible, a medida que la gente se iba enterando del que había elegido ser cristiano. Asegura que le parece una religión pacífica y que por ello empezó a interesarse por esta fe.
Lo peor llegó, según comenta, cuando empezaron a discriminarle y a hacerle reproches en la cafetería donde trabajaba. El punto de inflexión llegó cuando le arrestaron, según dice, por comentarios que escribía en Faceboo. “Me detuvieron 24 horas y me tuvieron en una comisaría colgado de la muñeca al techo”, asevera este magrebí.
“Mi familia me dio de lado”
Mohamed es otro de los marroquíes que sigue viviendo en la calle, al raso junto al CETI. Está muy contento por Bard, porque llegaron juntos a Melilla, pidieron asilo juntos y fue por la misma razón. Ambos dicen ser cristianos pero, en el caso de Mohamed, no tiene documentación.
Cuenta que se la robaron toda cuando empezó a vivir en la calle y que ahora no puede recurrir el ‘no’ que le dieron por respuesta cuando solicitó asilo. Relata que en Canadá estudiaron su caso, pero quedó en nada porque no tenía papeles.
Su historia no difiere mucho de la de Bard. Comenta que, durante sus estudios (tiene la carrera de Derecho), empezó a acercase al Cristianismo y profesó esta religión en secreto durante cinco años. “Cuando mi familia se enteró me dio de lado y me fui de mi casa”, asegura este marroquí.
Tras pasar por varias ciudades del país vecino, terminó topándose con Nador, lo que le llevó a Melilla. En nuestra ciudad pidió asilo y estuvo un tiempo en el CETI. De hecho, intentó participar en la huelga de hambre con los sirios, pero no pudo acabarla.
“Después de 12 años, ya tengo mi vida en España”
Abdelatif es otro de los marroquíes que pidieron asilo para no ser expulsados de España. Su situación es compleja, dado que cuenta que estuvo 12 años en Madrid, con una mujer con la que quería casarse. Estuvo trabajando en la capital de España y cuando le despidieron se le aplicó una orden de expulsión del país.
Asegura que tenía un contrato de trabajo, pero que su jefe no se hizo cargo de él cuando perdió el empleo.
Ahora afirma que no puede volver a Marruecos, que vive en la calle y que prefiere éso antes que volver a su país de nacimiento. Habla castellano perfectamente y sostiene que no tiene raíces en Marruecos.
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