Los datos del paro en Melilla que arroja la Encuesta de Población Activa señalan que el desempleo apenas ha registrado variación en la ciudad en el tercer trimestre del año en relación con los tres meses anteriores. La conclusión es que el desempleo se mantiene estable, pero dentro de la gravedad que supone tener una proporción de tres de cada diez trabajadores sin empleo.
No obstante, el número exacto de parados es una incógnita. Mientras que esta última encuesta del INE afirma que son 10.100, los datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social del mes de septiembre indican que hay 12.680 melillenses que no encuentran trabajo. Al margen de estas ‘paradojas estadísticas’, lo cierto es que la única ‘medicina’ que tiene cierta efectividad en nuestra ciudad ante esta ‘enfermedad’ son los planes de empleo. Sin embargo, no debemos olvidar que no son un ‘medicamento’ que sirva para acabar con este mal. Son sólo un ‘tratamiento de choque’ al que Melilla está acabando por acostumbrarse, del cada vez es más dependiente y que con el paso de los años, como los antibióticos mal utilizados, acabará perdiendo su efectividad.
No deberíamos permitir que una parte importante de las próximas generaciones tenga en los planes de empleo sus únicas expectativas laborales. Esquivar este destino pasa por realizar una apuesta decidida en educación. Los resultados académicos que arrojan hoy los centros escolares de nuestra ciudad son el anticipo de los datos que (cada uno a su manera) ofrecerán en un futuro el INE y el Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Basta con echar un vistazo a las tablas estadísticas para comprobar la directa correspondencia que existe entre fracaso escolar y desempleo. Las regiones más prósperas cuentan con los trabajadores mejor preparados y el mayor número de parados se concentra en las regiones que cosechan los peores resultados educativos. Al menos en eso sí coinciden las estadísticas del INE y del Ministerio de Empleo y Seguridad Social.