Opinión

El espejismo sanchista

Define el Diccionario de la Real Academia Española el espejismo como una ilusión, que, a su vez, se define como un concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.

Desde la aparición de Pedro Sánchez en la escena política de nuestro país como candidato a la Presidencia del Gobierno por parte del Partido Socialista Obrero Español, la actividad política, orientada a la resolución de los problemas reales de los españoles, se vio sustituida por la puesta en práctica de una suerte de pugilato entre líderes políticos con mayor o menor capacidad de ejercer su liderazgo sobre la base del desafío a las normas de convivencia largamente cultivadas por la sociedad española. Se daba entrada a un ambiente de confrontación y deslegitimación del adversario político nunca antes experimentado en el período democrático abierto tras el proceso de transición española.

El período de cinco años, protagonizado por el señor Sánchez en la Presidencia del Gobierno, se ha caracterizado por un ­permanente esfuerzo de deslegitimación y descalificación de la oposición, poniendo de ­manifiesto un ejercicio de la autoridad orientado no a la resolución de los problemas reales de los españoles, sino, más bien, a la conservación del poder a cualquier precio.

En el período en el que nos encontramos, en el que se debate la composición de un nuevo gobierno tras las elecciones generales del pasado 23 de julio, esta práctica se ha visto materializada por la acusación al líder del principal partido de la oposición y actual candidato a la sesión de investidura propuesto por Su Majestad el Rey, Alberto Núñez Feijóo, de hacer perder el tiempo a los españoles por afrontar una investidura que Pedro Sánchez y su entorno más próximo califican, sin lugar a dudas, de fallida. Sin embargo, la eventualidad de que tras lo que él adelanta como una investidura fallida, se produzca un intento de investidura por su parte, que, en caso de no prosperar, por no reunir los apoyos suficientes, nos pudiera conducir a unas nuevas elecciones, no lo considera una pérdida de tiempo para acometer las medidas que la sociedad española necesita con carácter de urgencia. Resulta francamente sorprendente y hasta sonrojante, la falta de equilibrio y del más mínimo rubor con el que valora las hipotéticas pérdidas de tiempo de los demás comparadas con las suyas. Denota ello un autocrático sentido de propiedad sobre la realidad administrada, que no es otra que la sociedad española, a la que debería observar como un servidor más que como un propietario, que es la impresión que produce.

Tan alejado está Pedro Sánchez de preocuparse por los problemas reales de los españoles que esta semana, mientras él se afana en buscar la manera de asegurar su permanencia en la Presidencia del Gobierno, se ha vuelto a producir una reducción de condena de un agresor sexual, así como una solicitud de cambio de identidad de género de una persona imputada por maltrato a dos de sus parejas femeninas, pretendiendo eludir, con ello, la acción de la justicia, como consecuencia, en ambos casos, de la aplicación de la legislación producida durante el último período legislativo, sin que, por parte del gobierno en funciones se haya producido reconocimiento de responsabilidad alguna ante estos dislates que los españoles ven con auténtico escándalo.

En su lugar, a instancias del Ejecutivo y por haberlo comprometido para ganarse los votos de los independentistas catalanes de cara a una eventual investidura, el Congreso de los Diputados va a celebrar una sesión plenaria la próxima semana, con la finalidad de experimentar con el uso de las lenguas cooficiales en diferentes Comunidades Autónomas (ninguna de ellas en el conjunto del territorio nacional). Emplearán, para ello, un costoso dispositivo de traducción simultánea, sin que hasta el momento esté resuelto el aspecto del mayor o menor grado de seguridad jurídica que esta traducción simultánea proporciona a la actividad parlamentaria y legislativa así como el volcado de las manifestaciones y traducciones producidas con este singular procedimiento, entre personas que emplean, por ley, una lengua común, en los distintos documentos parlamentarios y legislativos. Un auténtico despropósito que no encuentra más justificación que el pago exigido por los socios de investidura elegidos por Pedro Sánchez.

En el mismo marco, pero con más dificultades legales para su puesta en práctica, se encuentra la promulgación de una exigida ley de amnistía, que el Gobierno, como en tantos otros casos, pretende edulcorar semánticamente, con la adopción de un eufemismo engañoso (en esta ocasión parecen inclinarse por el de “ley de alivio penal”). Esta cesión es, “de momento”, la que se encuentra sujeta a mayor nivel de controversia pues encuentra pocos partidarios, algunos justificadores y multitud de detractores en el conjunto de la ciudadanía española no independentista, que es masivamente mayoritaria. Y digo que “de momento” porque aún no se ha querido empezar a hablar de ningún eventual acceso a una hipotética autodeterminación que también figura entre los pagos que exigen los independentistas para garantizar su apoyo.

En resumidas cuentas, nada de ello forma parte de los problemas que el conjunto de los españoles experimente, ni perciba como acuciantes, sino que se trata, exclusivamente, de una cesión, cuya viabilidad legal y coste electoral está analizando el candidato a la Presidencia del Gobierno por el Partido Socialista, Pedro Sánchez. Los problemas de los españoles, si eso, para otro momento.

Mientras todo esto sucede, no olvidemos que el Gobierno de España está ejerciendo la presidencia de turno del Consejo europeo y presuntamente liderando la agenda de asuntos urgentes de la Unión Europea en este segundo semestre del año.

Toda sociedad precisa de estabilidad para acometer con serenidad, sosiego y rigor la resolución de los problemas que a sus miembros preocupan y afectan. En lugar de ello, nosotros, en España, nos encontramos buscando la solución a los problemas que Pedro Sánchez tiene para obtener el respaldo de los independentistas a su investidura. Nos encontramos avanzando hacia una nueva situación de estabilidad ficticia, un nuevo espejismo, “el espejismo sanchista”.

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