Ellas son mujeres luchadoras. Son mujeres mayores que viven con intensidad, aunque haya gente que crea que la ‘tercera edad’ solo descansa en el sillón. Pilar Monfillo, Pepi Márquez, Yanina Abdeslam y Pilar Quintero son alumnas del Aulas Culturales para Mayores y siguen viviendo con la misma intensidad y ganas de siempre. Fueron educadas en el esfuerzo. Y también fueron esposas y madres. No se arrepienten de ello. Y trabajaron mucho. Fueron empresarias y profesionales para sacar a su familia adelante. Han sido felices en muchos momentos, como todos, y también han pasado penurias y situaciones complicadas porque la vida siempre da una de cal y otra de arena. La vida que les tocó vivir fue esa, aseguran, y no tienen tampoco envidia de las nuevas generaciones. Su balance en esta etapa es positivo. Además, para ellas no ha acabado nada. Son mujeres activas, vitales y entusiastas. Antes de comenzar el debate por este 8M en Faro TV preguntan cuánto tiempo vamos a estar de charla y es que tienen una agenda apretada.
¿Cómo fue la juventud de estas mujeres? ¿Tenían las mismas opciones de ocio que los hombres de su edad? Pilar Q. explica que ella sí que tuvo libertad. Su madre era muy avanzada para la época y eso se notó no solo en que la permitiera salir con las amigas, sino en que de muy niña quiso que estudiara en un colegio para que se formara lo mejor posible. Pero la cosa cambió cuando se echó novio. Lo de llegar a una hora prudente a casa se transformó en a las 21:00 horas sí o sí. No había más negociación.
Para Yanina, la juventud la tuvo que compartir entre el trabajo y el novio. Tenía también muchas tareas en su hogar porque su familia tuvo que huir de Marruecos cuando ella tenía diez años. Pero pudieron venir a Melilla al ser su padre de la ciudad. Él tardaba en encontrar un empleo y ella sí logró colocarse.
Pilar M. tuvo que trabajar también de muy pequeña en la casa, en primer lugar, cuidando de sus hermanos. Pero a los 16 años, cuando era una joven y podría haber vivido un poco saliendo con las amigas, su madre la casó. Tenía que quitar bocas a las que dar de comer de su casa. Y con 20 años ya tenía cuatro hijos. Asegura que no tuvo juventud. Toda su madurez la ha pasado trabajando. Limpiando escaleras o cuidando de enfermos. “Ahora que estoy jubilada es cuando mejor estoy viviendo. Mis hijos están todos bien y son ya grandes. Es cuando mejor estoy. No me falta de nada, gracias a Dios”.
Y Pepi afirma que ella es la pequeña de cuatro hermanas, que aseguran siempre que fue la más mimada. No tuvo problemas para salir de casa y si se casó joven, con 18 años, fue porque se enamoró de su marido y quiso hacerlo.
¿Salir a tomarse una cerveza? Pilar M. dice: “Yo no sabía lo que era eso”. Pero el resto de sus compañeras de debate dicen que sí pudieron. Aunque hubiera que vigilar el reloj para no llegar tarde a casa.
Y, ¿la formación? ¿Pudieron elegir qué estudiar? Pilar Q. explica que su madre la llevó al colegio de muy niña. Pepi también. Las dos llevaban su propia silla al centro educativo para recibir clases.
Pilar Q., tras terminar los estudios primarios, anduvo cosiendo en algunos sitios y luego encontró trabajo de cajera en la ferretería Miguel Gómez y luego llegó el matrimonio.
Si hay algo claro en la vida de estas mujeres es que todo está relacionado. No pueden separar su juventud del trabajo o los estudios que pudieron llevar a cabo. Era una época en la que todo se sacaba para adelante a la vez. También la familia.
A la hora de tocar el tema del matrimonio cada una tiene una historia detrás. Pilar M. asegura que en su caso fue una obligación. Tenía 16 y su marido le sacaba muchos años, pero en la casa de sus padres eran muchos y cuando antes se casaran mejor, porque era una boca menos que alimentar. “Era lo que había”.
No quiere echar mucha cuenta a aquellos años. Pilar M. prefiere centrarse en otros. Sus recuerdos se van a valorar todas esas noches en las que cuidaba enfermos mientras estudiaba. No se conformó con un trabajo de cuidadora sin más. Ella estudió para tener su titulación. Y logró dos. Es auxiliar de Enfermería y auxiliar de Puericultura. Y también tiene formación de modista. Todo eso lo logró después de casarse con 16 años y dar a luz a cinco hijos. Su orgullo son ellos y sus estudios.
“Para mí ha sido una satisfacción tener los dos estudios que tengo después de criar a mis cinco hijos”, añade.
Con ese esfuezo que hizo cada noche durante años cuidando enfermos, con una diadema con bombilla para estudiar mientras todos dormían, logró sacarse los títulos y entrar en una guardería, en la que trabajó durante 14 años. De este trabajo se jubiló y ahora está muy bien. Lo dice ella. Sus “niños” están muy bien y ella también. Su formación se centró en contar luego con un trabajo para ver qué forma podía sacar adelante a su familia.
Para Pepi el matrimonio no fue ‘forzado’. Ella tenía sus pandillas de amigos con las que hacían guateque. A su marido lo conoció en un pub y nada más verle dijo: ¡Éste es para mí! Miré a mis amigas y les dije que nadie me lo quitara”. Ella se casó con su marido al año siguiente, estando solo un año de novios y llevan 48 años casados.
Aunque con 16 años se puso a trabajar. Pepi asegura que no quiso nunca estudiar, no le gustaban los estudios. Mira que sus padres le insistieron, pero ella se quedó con el graduado escolar.
En el caso de Yanina, ella no pudo estudiar mucho más que otras compañeras de su generación. Tuvo que trabajar muy pronto para ayudar en casa y su primer trabajo fue en la panadería Royal. Luego fue niñera. Ella crió a los hijos de un capitán en el puerto de nuestra ciudad.
A ella le hubiera gustado ser maestra. Fue a una academia para estudiar, pero nunca pudo hacer nada más que una formación básica. “Le decía a mi padre: Solo quiero un bolígrafo, nada más. Y el me respondía: No puede ser, somos pobres. Así que luché por mi familia”.
Pero ella hace un balance positivo también de su juventud. “También disfruté”.
Yanina logró una oferta de trabajo en Palma de Mallorca y se fue allí a ‘faenar’ en la casa de una familia. Tras un año en esa casa, se fue a una sala de fiestas a preparar los dulces y con el paso del tiempo, se fue a Madrid de representante de una marca de cosméticos.
Ella se casó mucho más tarde que sus compañeras de tertulia. Se casó con 30 años. En Madrid conoció a su marido, pero disfrutó muy poco de él.
Durante esa etapa en la península, Yanina llegó a montar cuatro negocios, pero no tenía la residencia. Tuvo que volver a Melilla para pedirle a su padre que la diera. Él era hijo de la ciudad y antes de morir le firmó los papeles para que ella no tuviera problemas con sus empresas.
“Yo he disfrutado de la libertad. He luchado y he trabajado mucho. Saqué adelante a mis hijos con esfuerzo. Cuando me jubilé fue cuando volví a Melilla”.
Pilar Q. también tuvo que trabajar desde muy joven. A su marido lo conoció en una feria. Además, él tenía a un familiar en la ferretería de Miguel Gómez, donde ella estaba de cajera. Al final la conquistó.
Ella estuvo de novia cuatro años hasta que se casaron. Le saca siete años, pero afirma que no se ve la diferencia ni antes ni ahora porque su marido, con 83 años, “parece un pimpollo”.
Y ¿se vieron estas mujeres abocadas a ser madres sin más?
Pilar Q. dice que nadie se planteaba nada de esto cuado ella era joven. No se les pasaba por la cabeza lo de esperar unos años para disfrutar solos del matrimonio. “Era llegar y topar”. Es más, afirma que “la familia como llevaras tres meses de matrimonio y no te hubieras quedado embarazada era que no servías”. Cuenta que en la casa de ambos eran los hijos más jóvenes y les decían: “Alguno se tiene que quedar si hijos. Y mecachis, que si no lo dicen por poco sigo pariendo hoy en día”.
Pilar M. afirma que tampoco pudo elegir. Once meses se llevan sus hijos porque en la cuarentena se quedaba embarazada. “Hubo un momento que les di el pecho a los cuatro primeros a la vez. Venían y me daban un chupetón y se iban y venía otro. Eran muy chicos los angelitos (risas). Yo lo hacía por tenerlos cerca. Pues uno de ellos se me escapó un día a la cocina y se tiró una olla de leche que aún tiene hoy con más de 40 años su marca en el pecho de aquella quemadura”.
Y Pepi asegura que ella tuvo una experiencia como la de Pilar Q. Al mes de estar casada se preguntaba por qué no estaba embarazada con lo que le gustaba a ella los niños. “Yo lloraba y todo porque no me quedaba embarazada”. Y así estuvo dos meses porque al tercero ya se quedó en estado.
Cuentan todas la poca diferencia de edad que hay entre sus hijos. Once meses o dos años, aunque los más pequeños de sus hogares sí que se lleven más tiempo con los grandes. Y eso habla de la inexistencia de la planificación familiar cuando ellas eran jóvenes.
La educación sexual que ustedes tuvieron... “Fue nula”, aseguran al unísono.
Pilar Q. explica que hubo un momento en el que se juntó con tres cunas a la vez y no quería volver a quedarse embarazada. “Fui a ver al sacerdote de la iglesia de Cabrerizas y le expliqué el panorama que tenía en casa. Era la época que comenzaba a haber la píldora (anticonceptiva). Pero el sacerdote me dijo que no podía ser. Yo muy católica me fui a preguntar al cura y me dijo que no. Pero es que me voy al ginecólogo, Francisco Linares, y me dijo: ¡Tú está chalá. Qué burra eres. Hay que tener niños!”. Y Pepi apunta en este debate: “Había que hacer una España grande”. (Risas).
Pilar Q. añade que le pasó una cosa terrible. Tuvo cáncer de útero y la tuvieron que operar. Pero cree que gracias a eso ya no tuvo más niños y fue positivo.
Ella no salió de casa para trabajar tras casarse, aunque hacía ‘faena’ para algunas familias y llegó a tener un estanco.
Y en ese momento, charlando con estas mujeres, nos podemos dar cuenta de que ellas no dan el valor que merece al trabajo que han realizado y siguen haciendo en sus hogares. Es un sacrificio mantener una casa limpia, ordenada y tener todo listo para que la ropa esté planchada en el armario y la comida hecha sobre la mesa.
Pepi afirma que “el trabajo de una mujer no está valorado. Aunque te jubiles, sigues trabajando en la casa. No hay vacaciones ni domingos”.
Pilar M. dice que sí que tiene vacaciones, pero reconoce que al final en la casa siempre hay algo que hacer, aunque ella ya no le da importancia por estar sola.
Yanina lo apoya. Están fregando y haciendo comida para los nietos, subraya.
Y sale otro tema. Pilar Q. destaca que ella trabajaba en casas de otras familias cuando estuvo fuera viviendo y no lo querían decir en Melilla. Ser criada en la ciudad no estaba bien visto en aquella época. “Era bajo. Era una ofensa”.
Yanina, en cambio, afirma que era un trabajo muy duro que no le dolió hacer. “Ponerme de rodillas y coger lejía y sosa”. Pilar Q. le da la razón porque todos los trabajos, a su parecer, son buenos.
Pepi se suma en el debate asegurando que trabajar no es ninguna ofensa. Y Pilar M. nos muestra sus manos degastadas de tanto limpiar. A ella le daba igual que la gente hablar de que era limpiadora.
Creen que mucha gente vivía de cara a la galería y que aún pasa eso.
Para terminar el debate, preguntamos cuál es el papel de la mujer de la generación que ellas representan.
Pilar Q. explica que el papel de la mujer era casarse, porque quería la libertad. Y asegura que estaban muy equivocadas porque nada tiene que ver la libertad con casarse. Llegaban los hijos y no había pañales de usar y tirar ni electrodomésticos como los de ahora. “La mujer de antes era trabajar, tener hijos. Estar pendiente del marido y sonreír al marido”.
Yanina dice que siempre trabajó. Ella no quería vivir del cuento ni de ningún marido como también ocurría en aquella época. “Nunca quise que me dominara un hombre”, añade.
Pepi reconoce que el papel de la mujer de entonces era casarse y tener hijos, aunque ella cree que había cierta libertad en este ámbito. “Mi marido nunca me prohibió ponerme una minifalda. Y yo llevaba faldas muy cortas casada y con una hija. De hecho, ella ve la fotos y me dice cómo iba yo y luego que su padre no las dejó a ella ir así”.
Cree que las mujeres de su generación también son trabajadoras. Ella nunca estuvo parada. Fue empresaria y nunca paró de hacer cosas. Ni ahora. Con la jubilación sigue haciendo muchas actividades. A Aulas Culturales para Mayores acude a baile, batuka, gimnasia...
Pilar M. afirma que el papel de la mujer de su época fue casarse, tener y criar hijos y trabajar todo lo que se pudiera.
Pepi cree que hoy en día la mujer tiene más libertad y lo ve muy bien.
Todas terminan asegurando que no se arrepienten de la vida que han tenido. Fue lo que les tocó vivir y lo hicieron lo mejor que pudieron, disfrutando de las cosas buenas cuando estaban o venían. Ahora siguen con esa mentalidad, viviendo el día a día con la tranquilidad que dan los años y por tener a sus hijos bien. Y sin parar porque son la generación del esfuerzo y del trabajo.
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