Opinión

España ha votado

Si todo fuera tan fácil como rechazar cualquier negociación con el independentismo, evidentemente desde el mismo 23J tendríamos que haber vuelto a convocar elecciones, porque no habría mayorías suficientes en el Parlamento para alcanzar la mayoría absoluta que nuestra Constitución establece para gobernar. Pero el pueblo español no ha querido ponérselo tan fácil a sus políticos y, menos aún, a la derecha. Y da igual que queramos echarle la culpa a un sistema electoral, diseñado en su momento para favorecer a las provincias más despobladas y tradicionalmente votantes de derechas; o a esa parte de electorado que se empeña en votar secesionismo, a pesar de que su base electoral sea cada vez más pequeña; sumar la mayoría parlamentaria suficiente para investir al Presidente del Gobierno exige poner de acuerdo a un sector de la Cámara Baja, llamado de progreso, y que viene de gobernar toda la legislatura anterior en coalición y, puntualmente, con esa mayoría que el pueblo español ha querido revalidar en urnas.

Si el PP no hubiera asumido los resultados de ese 23J como legítimos, no hubiera planteado al Rey su candidatura a la investidura, ni habría “hablado catalán en la intimidad” con los dirigentes de Junts para negociar un posible apoyo, ni aprovechado todo el tiempo que la investidura constitucionalmente le permitía para aventurar todos los escenarios, incluido pactar con su archiadversario, ‘Perro Sánchez’, el derogable. Feijóo contó para ello, además, con el respeto institucional de todo el resto del arco parlamentario. Solo se le afeó querer retorcer los tiempos agotando todo lo que puede dar de sí la interpretación de la Constitución, menos contar con el principal requisito, sumar mayoría parlamentaria para ser investido; más síes que noes, que ya se preveía desde la misma noche de las elecciones. Nadie salió a las calles a manifestarse, los españoles tuvimos que esperar pacientemente a que el candidato a la investidura fallida aprovechase las instituciones democráticas para revalidarse ante sus propios correligionarios, recuperar el liderazgo que los propios le habían cuestionado. Menuda escenita la entrada al Congreso arropando al candidato Feijóo.

Y con todo el esperpento al que nos tiene acostumbrada la derecha de este país, llegamos al momento actual de la investidura del candidato que también ya se preveía desde el mismo 23J que podría sumar la mayoría parlamentaria para gobernar. El presidente Sánchez se enfrenta a la misma, no sólo con los pormenores de alcanzar el mejor programa de gobierno para todos los españoles poniendo de acuerdo a sensibilidades tan diferentes, ni más ni menos que la pluralidad de opciones salida de las urnas; sino con el acoso y derribo de una derecha radicalizada que solo encuentra en la manifestación callejera y en el vocifero de su cohorte mediática la oportunidad de gobernar que las elecciones le arrebataron. Habría que preguntarles a los dirigentes del PP si han medido cuánto debilita a las instituciones y a la Constitución tanta obstinación en evitar reconocer el mandato democrático.

Y mientras tanto, sus thinktanks, entre ellos la fundación del presidente fundador, las FAES del ínclito Aznar, siguen construyendo los marcos de debate. En esta procesión, el calvario de Sánchez debe pasar por reducirlo todo al relato de la ‘amnistía’. Da igual la magnitud que el término implique, y todas las posibilidades de interpretación jurídica y de ejecución que pueda albergar. Ya se han encargado de demonizarnos el vocablo y hasta el sonido nos rechina solo con escucharlo. Ni más ni menos a lo que ya nos habían acostumbrado con el término ‘sanchismo’, o nombres como ‘Txapote’ o ‘Tezanos’. Por cierto, ya nadie habla de ‘derogar el sanchismo’, ‘que te vote Txapote’, o de ‘el CIS de Tezanos’. Esos marcos ya no tocan.

Los cantos de sirena que sigan su curso, los que hemos votado el proyecto político que debe liderar el presidente Sánchez ya elegimos en las urnas el pasado 23J que queremos seguir avanzando en un país de progreso, un proyecto de convivencia que permita la vertebración territorial de España dentro del marco constitucional. La diversidad de este país debe ser presidida y gobernada por quienes creen que España se merece un futuro mejor que tenerlo todo el tiempo todo judicializado. Reparación de víctimas de sangre y crímenes lesa humanidad a los tribunales. Articulación del mejor país a los parlamentos democráticamente elegidos por toda la ciudadanía. España ha votado.

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