Los equilibrios de España en el Magreb se trastocaron en 2022 ante los enemistados Marruecos y Argelia tras el giro español sobre el Sáhara Occidental, que puso fin a la crisis con Rabat pero encendió otra crisis con quien era su principal suministrador de gas, Argel, en plena convulsión del mercado energético.
Una encrucijada de compleja solución, coinciden los analistas, ya que Argelia no normalizará sus relaciones con el actual Gobierno español a menos que haya una vuelta al "status quo", posición que devolvería a Madrid a otra pugna con Rabat, que ya advirtió explícitamente este año de que el Sáhara será el "prisma" para determinar sus relaciones internacionales.
Así, la política exterior de España en esta estratégica región, por su proximidad geográfica y vínculos históricos, quedó comprometida y con los dos poderes regionales en plena escalada para imponer su hegemonía, no solo en el Magreb sino en el continente africano, donde compiten por el control, e incluso disputan el proyecto de un gran gasoducto transahariano para unir con Europa.
El giro español desde Marruecos
El cambio de postura español sobre el Sáhara, la causa nacional marroquí, fue clave para la superar la crisis bilateral, iniciada por Marruecos en abril de 2021 por la acogida en España del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, y que se acentuó un mes después cuando miles de inmigrantes cruzaron ilegalmente a Ceuta con la permisividad de los agentes marroquíes.
Marruecos hizo público este giro el 18 de marzo, cuando difundió la polémica carta del presidente Pedro Sánchez a Mohamed VI informando de que España apoyaba el plan de autonomía marroquí sobre la última colonia de África como la base "más seria, realista y creíble". Se alejaba así de la histórica postura de apoyo al referendo de autodeterminación.
A la carta de Sánchez al monarca le siguió su visita el 7 de abril a Marruecos, que desembocó en un documento de 16 puntos describiendo el camino de la reconciliación.
En él se habla de la celebración de una reunión de alto nivel (RAN) prevista ahora, según anunciaron los ministros de Exteriores marroquí y español, Naser Burita y José Manuel Albares, para finales de enero o comienzos de febrero de 2023.
De la "hoja de ruta" de abril se han cumplido algunos puntos, como el restablecimiento de las conexiones marítimas y la operación paso del estrecho (paradas por la covid y que siguieron suspendidas con la crisis bilateral), pero quedan por resolver los más delicados.
Uno es la colocación de aduanas comerciales en Ceuta y Melilla (en el documento no se mencionan explícitamente, solo se habla de "control aduanero" a "nivel terrestre"), ciudades de soberanía española que Marruecos define como "presidios ocupados". Albares asegura que ocurrirá en enero.
Otro es la delimitación de las fronteras atlánticas entre las Islas Canarias y Marruecos, que engloban aguas ricas en pesca, telurio y cobalto. Con la incógnita de si se tratarán también las aguas del Sáhara Occidental, que no son técnicamente soberanía de Marruecos.
Los costes con Argelia
Cuando se publicó la carta, Argelia -principal valedor de la autodeterminación del pueblo saharaui- aseguró que no había sido informada del giro español, expresó su rechazo y sorpresa y retiró un día después a su embajador ante Madrid. Fue el comienzo de una inédita crisis.
Cuanto más se acercaba Madrid a Rabat, más enfadaba a Argel, que el 8 de junio suspendió con carácter "inmediato" el Tratado de amistad, buena vecindad y cooperación firmado en 2002, y congeló las transacciones comerciales, a excepción del gas natural, que supone todavía más del 25% del total del gas que importa España.
Las relaciones diplomáticas entre España y Argelia están actualmente en punto muerto, sin contactos directos ni negociación a la vista. Argel ha rechazado mediadores y acusa directamente a Sánchez de "romper todo".
Entre dos enemigos
Argelia y Marruecos, rivales desde hace décadas por el contencioso de sus fronteras, tampoco tienen relaciones desde agosto de 2021, lo que llevó a la clausura del gasoducto Magreb-Europa, que transportaba a España gas argelino a través de territorio marroquí.
Su histórica rivalidad, con intermitentes momentos de distensión, está en un momento álgido en el que ambas potencias han incrementado la inversión militar e impulsan su influencia en los países del África subsahariana. Además, ambos se presentan como garantes de la estabilidad en el Sahel, una prioridad para Europa.
Argel dobló el gasto militar en sus presupuesto para 2023, mientras que Rabat lo va aumentando cada año en torno al 5%. Ambos escenifican su poderío con maniobras militares, como las "Africa Lion", llevadas a cabo en Marruecos organizadas por Estado Unidos, o ejercicios conjuntos que anunció Argelia con Rusia, finalmente pospuestos.
La crisis energética derivada de la invasión rusa en Ucrania ha abonado otro frente para competir y ambos quieren que por su territorio pase el gas africano hacia Europa: Argelia resucitando con Níger y Nigeria el gran gasoducto transahariano de más de 4.000 kilómetros y Marruecos negociando también con Nigeria -que acoge las mayores reservas de África- otro megaplan de una tubería de 7.000 kilómetros por el África occidental.
En este contexto, el Sáhara Occidental, excolonia española controlada por Marruecos en un 80 % y con parte de su población refugiada en campamentos en Argelia, emerge como punta de la lanza en la batalla entre vecinos, ante la que el giro de España ha sido visto como una toma de partido.
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