Era tarde excelente porque Adolfo Ramos hacía el paseíllo para tomar su primera alternativa, su debú con picadores en la plaza de toros de su pueblo, en Melilla, en la Mezquita del Toreo. Le habían preparado un encierro –parte de él– de los toros de San Miguel, ganadería malagueña de prestigio y noble embestida, bien armada, con mucho juego y presentada de forma excelente. El de las fotos no tiene orejas porque Adolfo se las cortó a base de una faena certera, valiente y verdadera, de poder a poder.
La cabeza de ese grandísimo toro de San Miguel ha sido una de las sorpresas de la celebración del XVII aniversario de la creación de la Asociación Taurina Melillense ‘Los Medios’. Mientras los señores Gutiérrez Molina, Gavilán Aragón, Villena, Silva y Hoyo Lao recibían sus correspondientes galardones, arriba, en el friso de entrada, estaba el torito de San Miguel, sin vida pero, seguramente consciente –desde el Cielo de los toros bravos– de su trabajo con Ramos en el día de su iniciación de torero de importancia con tercio de puyas.
La tarde fue inolvidable porque Adolfo se gustó y gustó a los suyos.
Estuvo sensacional, toreando recto, desmayado, inexpresivo pero elegantísimo; jamás descompuso la figura por mucha agresividad –que no fue poca– que mostrara el ganado marbellí. Mató de un tiro y desorejo a ese toro que cuelga desde ayer en la sede social de ‘Los Medios’, en la Mezquita del Toreo.
Pero, fíjense qué grande es el orbe del Arte de Cúchares. Se ha encargado de pagar al taxidermista y de colgar de los muros taurinos el padre del máximo oponente del autor de la meritoria faena, el presidente de la institución, Román Criado. Sí, el padre de Antoñito Criado ‘El Goy’, el chaval melillense que tiene menos suerte que Ramos pero que presume de la amistad que le une a Ramos, hoy en las manos de los hermanos Pérez Villena, que ya le han trazado un interesante calendario de festejos para que llegue en su mejor momento para tomar la alternativa.
Criado padre –Román Francisco– podría haber disecado una cabeza de cualquier añojo, eral o novillo matado por su propio hijo pero ha tirado el corazón y algo más– por el enemigo profesional de su hijo.
Ese niño, Adolfo, que se vistió de luces con ‘El Goy’ y que hoy deambula por otros senderos taurinos. Esa es la verdadera grandeza de las gentes del toro, el reconocer lo que se hace bien.
Ya son XVII años al servicio de la promoción del arte del toreo en Melilla y da gusto comprobar la gallardía de aficionados como Román Criado Rodríguez. Amigo Ramón
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