Las alturas del Gurugú son oteros privilegiados desde los que se puede observar un vasto territorio alrededor del macizo. Si miramos al norte desde allí veremos toda la península de Tres Forcas, formando una gigantesca punta de flecha hacia la costa de España.
A los pies del macizo, y mirando hacia el este, se encuentra nuestra ciudad, Melilla, y a continuación, sólo separada por el puerto de Beni Enzar, comienza la gran laguna de la Mar Chica, extendiéndose hacia el sur hasta los pies de la sierra de Quebdana.
Si miramos desde la cima hacia el sur nos daremos cuenta de que el macizo del Gurugú da paso a una llanura que comienza por el lado sudeste en la misma Mar Chica y termina por el sudoeste en los montes de Beni Said, siendo la playa de Sammar el lugar donde esta llanura, la llanura del Garet, se cuela hacia el mar.
La sierra de Quebdana , la del Kerker y los montes de Midar cierran el Garet por el sur, convirtiendo la llanura en un pasillo que rodea al Gurugú por el sur desde una costa a otra.
A excepción de la zona conocida como el Boarq, una extensión agrícola a orillas de la Mar Chica, prácticamente todo el territorio del Garet es una estepa arbustiva en la que el azofaifo (Ziziphus lotus) es la especie más frecuente, cuando no la única.
El hecho de que el azofaifo, una especie que se ha hecho mítica por su capacidad para sobrevivir en los entornos más duros, sea la única planta con porte arbustivo en gran parte de este territorio, ya nos indica las duras condiciones que debe soportar la flora que lo habita.
La aridez del Garet no se debe sólo a la escasez de precipitaciones; el suelo de esta llanura está formado por margas de origen marino, pues en eras geológicas anteriores todo este territorio estaba sumergido en el mar, y estas margas, con tendencia natural a formar Badlands, ofrecen pocas oportunidades a las plantas para prosperar.
Estos entornos tan duros suelen albergar especies de flora endémicas, pues para sobrevivir en ellos las plantas deben desarrollar modificaciones evolutivas que terminan dándoles características singulares y las hacen claramente diferentes de las especies que viven en entornos más amables. Un caso claro lo tenemos con la bonita Limonium asparagoides, curiosa planta que tiene en los llanos del Garet su único hogar, y a los que está tan ligada que crece y prospera en las margas más salobres, permaneciendo en floración constante durante muchos meses al año.
Pero la estrategia de la planta que nos ocupa, la escorzonera ondulada (Scorzonera undulata), difiere bastante de la estrategia de la Limonium asparagoides, a pesar de compartir el mismo hábitat. La escorzonera ondulada es un geófito, término botánico usado para encuadrar una serie de plantas con adaptaciones similares aun siendo de familias muy diferentes.
La denominación de este grupo, los geófitos, es muy acertada, pues la tierra es la principal protagonista de esta estrategia de supervivencia. Para empezar, la mayor parte de la vida de la escorzonera transcurre en estado latente en el interior de la tierra, en forma de raíz abultada donde la planta almacena los escasos nutrientes que ha podido recabar durante la primavera, única estación del año en la que asoma la planta fuera del terreno. La parte aérea de la escorzonera tiene un ciclo de vida muy corto, el justo para aprovechar las escasas lluvias primaverales y realizar las principales funciones vitales.
Las hojas son pequeñas y estrechas; están destinadas a realizar la fotosíntesis perdiendo en el proceso la menor cantidad de agua posible, por eso su superficie es tan reducida. Además, estas hojas son onduladas, para no ofrecer una superficie plana al sol abrasador del Garet; estas hojas onduladas son una seña de identidad que diferencia a la escorzonera ondulada de otras escorzoneras y explican su denominación.
La austeridad de las hojas de esta especie se torna en derroche de energía en cuanto a la floración se refiere, pues la flor suele ser igual o más grande que el resto de la planta, con estambres largos y engrosados, y con abundantes pétalos de un color púrpura muy vistoso.
Esto también tiene su explicación, pues en un ciclo de vida tan corto, la planta tiene los días contados para reproducirse; por ello sus flores tienen que ser muy llamativas para atraer a los fecundadores en el menor tiempo posible, y procurar que sus semillas estén totalmente formadas antes de que las condiciones climáticas las agosten y tengan que esperar otro año enterradas.
Las características citadas hasta ahora para describir a la escorzonera se suelen asociar a las plantas con bulbo, como liliáceas, amarilidáceas o iridáceas; no en vano a estas tres familias pertenecen la gran mayoría de los geófitos conocidos.
Sin embargo, las particulares condiciones climáticas de las llanuras del Magreb han propiciado que una planta como la escorzonera ondulada, perteneciente a una familia tan poco relacionada con los geófito como son las Asteráceas, haya terminado teniendo exactamente todas las cualidades que caracterizan este grupo; un caso claro de convergencia evolutiva, en la que, bajo unas condiciones concretas, especies muy diferentes llegan a tener un aspecto muy similar, al elegir los mismos trucos para sobrevivir a esas condiciones.
Incluso en el valor alimenticio de la raíz coincide la escorzonera con los geófitos más especializados, como las liliáceas, a las que pertenecen plantas con tanto valor culinario como la cebolla o el ajo.
Aunque la fama de la raíz de la escorzonera en la cocina ni se acerca a la de los bulbos mencionados, para la fauna que habita los azofaifales del Garet constituye una fuente de proteínas nada despreciable.
Otras plantas del mismo género, como la Scorzonera hispanica, sí forman parte de la cocina tradicional en España, aunque haya decaído mucho su consumo, por tener un sabor poco destacable. Aunque normalmente se aprovecha su raíz, también era habitual usar sus hojas en las ensaladas, a las que también se le podían añadir las flores, que le daban a las ensaladas sabor a cacao; es más que probable que otro de los nombres con el que se conoce a las escorzoneras, “hierba chocolatera”, se deba a ese sabor tan característico de sus flores.
Sin embargo, el término Scorzonera con el que se bautizó a este género alude a una cualidad medicinal que se atribuía a las hojas de estas plantas en el pasado y que hoy en día no está muy clara, la de curar las picaduras de las víboras (Scorzone, en latín tardío).
Parece ser que este nombre pasó del italiano al catalán antiguo, y de este al castellano, donde se adoptó definitivamente el nombre de escorzonera para todas las plantas de este género.
Es muy poco probable que en el Garet se utilice esta planta como antídoto para las picaduras, teniendo en cuenta que el pequeño tamaño de las hojas de la escorzonera ondulada complica mucho su aprovechamiento, y hay otras plantas dentro de la medicina tradicional rifeña más indicadas para este fin.
De todas formas, es una suerte que esta planta no sea recolectada para ningún fin concreto; así podremos ver las notas de color púrpura adornando las pardas llanuras del Garet cada primavera.
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