EN los últimos días en Melilla, números y preocupaciones van de la mano, más aun cuando las autoridades sanitarias han dado a conocer las nuevas cifras de contagios en la ciudad: 28 nuevos ccontagios, lo que sitúa a Melilla en los 459 casos activos de coronavirus. .
Focos familiares y sociales siguen siendo los que más casos aportan, personas de todas las edades, mujeres y hombres, se cuentan entre quienes están padeciendo la enfermedad, ejerciendo una gran presión sobre las medidas que deben tomarse para controlar esta quinta ola de la pandemia que corre el riesgo de descontrolarse a niveles que hacen peligrar la mediana normalidad que se había logrado hasta ahora. A esta situación se suman los casos exportados que se han registrado en el CETI.
Es mucho lo que está en juego, la vida de muchos melillenses, la estabilidad del sistema sanitario de la ciudad y de la economía local, y con ella los niveles de empleo que podrían volver a caer de declararse un nuevo confinamiento.
Dice el viejo refrán popular que “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”, y si miramos a nuestros vecinos de la península donde se instauran nuevas zonas de toque de queda y se alarga la duración donde ya estaban impuestas, bien podríamos entender que es momento de parar la socialización en grandes grupos, de limitar el contacto físico, de preservar la distancia social, la higiene de manos, el uso de la mascarilla y todas las medidas que ya son de completo dominio de todos después de más de dieciséis meses viendo como el coronavirus nos cerca por los cuatro costados.
Aun cuando las autoridades tienen la responsabilidad de establecer políticas, estrategias y controles para evitar que se siga expandiendo la enfermedad, es mucho lo que arriesgamos si no actuamos como sociedad para evitarlo.
Todos, absolutamente todos tenemos la obligación ciudadana de cumplir con las restricciones y seguir la normativa que comprobadamente evitan el número de contagios. Todos, absolutamente todos, tenemos una responsabilidad social y el deber de cuidar a quienes nos son cercanos. Sin el concurso los protocolos serán letra muerta y nada evitará lo peor.