Opinión

Es de bien nacido ser agradecido

¡Te noto preocupado! ¿Te ocurre algo? El amigo lo mira por unos segundos en silencio y le responde: ¡Sí la verdad, estoy muy angustiado! ¡Debo dinero y el plazo para pagar cumple hoy mismo. Vendrán a última hora del día a cobrar y no sé que voy a hacer porque no tengo el dinero!

¡Presta mucha atención a esto que te voy a decir y si lo haces bien, tu problema estará resuelto! Eso le dice el amigo, dispuesto a darle el consejo tan valioso el cual hará desaparecer su problema. ¡Mira, tú espera a que el cobrador aparezca y en cuanto cruce la puerta de tu casa, hazte el loco! ¡salta, canta, tírate por los suelos, quítate la ropa, en fin, todo lo que se te ocurra y no dejes de hacerlo ni por un solo instante!

Y así hizo este angustiado hombre, nada más que el cobrador pasó a su casa para cobrar, éste hizo todo cuanto el amigo le aconsejó. El dueño del dinero, cuando vio esa escena exclamó: “¡Vaya, pobrecillo, seguramente tanta presión por las deudas le habrá hecho perder la cabeza! ¡Ahora a ver quién le cobra, esto está ya más que perdido!” Y así fue como el cobrador abandonó su casa dando por perdido el dinero de la deuda.

Este supuesto ‘loco’ va donde el amigo que le dio el consejo para darle las gracias por ello, a lo que el primero le dice: “¡Bueno, me alegro que todo saliera según lo previsto. Por cierto, tenemos que hablar tú y yo de ese dinerillo que tenemos pendiente, ¿eh?”. De repente este otro comienza a actuar de la misma manera, haciéndose el loco, a lo que el primero al ver eso, le dice: “Pero, vamos a ver, te doy yo el consejo para ayudarte y ahora ¿lo quieres usar para perjudicarme? ¿Acaso me tomas por tonto?”

Ante todo dejar bien claro que en ningún momento voy a generalizar, sino que más bien voy a hacer referencia a posibles casos concretos y puntuales que desgraciadamente existen dentro de la política. Sin nombres propios evidentemente porque en realidad no pienso en nadie en concreto sino que más bien lo hago en los hechos y no en las personas.

Esta tan simpática parábola no deja de reflejar una palpable realidad protagonizada en ocasiones por algunas personas que aspirando a llegar a lo más alto en política, lo logran finalmente y es entonces que en muy poco tiempo como se puede ver, que una vez llegado al poder, una ‘repentina amnesia’ les hace olvidar a quienes hasta allí lo catapultaron. Somos los ciudadanos los que ponemos a las personas en los puestos políticos ostentados con la única intención de que velen por nuestros intereses. Así como este hombre que le da un consejo al amigo para librarse de un problema y este otro posteriormente parece olvidar quién se lo dio usándolo en su contra, de la misma manera puede alguien llegar a olvidar a quien o quienes allí lo pusieron mediante sus votos para luego no velar por ellos e ignorar las necesidades que tenían. Más o menos viene a ser como el que muerde la mano de quien lo alimenta, metafóricamente hablando claro está. El político no debiera olvidar nunca a quienes allí un día lo pusieron puesto que esos mismos, de la misma manera que apostaron por él, ahora quizás no lo vuelvan a hacer. Si la vida del ser humano de por sí es efímera, su riqueza pasajera, su salud y fuerzas muy limitadas, entonces, ¿qué nos queda para vanagloriarnos? Nada, absolutamente nada, así que si todo esto es tan fugaz, más lo es o puede llegar a ser el paso de alguien por el mundillo de la política. Una estrella fugaz en ocasiones puede durar más que la vida activa de un político. Así que visto lo visto, únicamente se me ocurre una sola cosa que haga perdurar en el tiempo una buena gestión política, hasta tal punto que incluso pasado el político, su gestión siga vigente y siendo recordada, fuente de inspiración incluso para otros. Me refiero a quien sepa recordar y reconocer a cada instante gracias a quien allí llegó, a ellos les debe su servicio y sacrificio y no entendemos cómo alguien puede llegar a sufrir esta ‘amnesia repentina’ que si bien en la parábola nos puede llegar a hacer gracia, seguro estoy de ello que en la vida real para nada nos hará ninguna gracia ver cómo tantas promesas de futuro que nos vendieron resultaron ser mero humo. Hay que hacer política desde la seriedad pero sobre todo desde la lealtad y el agradecimiento para con aquellas personas que un día en ellos o ellas depositaron mucho más que una simple papeleta, depositaron sus sueños, ilusiones y futuro. Nada de lo existente en este mundo es intrínsecamente bueno o malo, todo depende del uso que hagamos de ello. Por poner un ejemplo muy simple, un cuchillo, un simple cuchillo, puede sernos muy útil y ayudarnos a comer, por ejemplo, como también puede ser todo lo contrario llegando a tener hasta incluso la capacidad de quitar una vida, de matar a alguien. El objeto en sí mismo no es ni bueno ni malo, la mano de quien lo maneja es quien decide que finalidad tendrá. Volviendo a nuestra cuestión, el olvido en este caso, es exactamente igual, puede ser bueno cuando lo apliquemos para olvidar ofensas, desplantes, incluso situaciones dolorosas, pero puede llegar a ser muy malo y dañino si lo usamos para olvidar a quienes un día estuvieron a nuestro lado, nos ayudaron, fueron cómplices de nuestros éxitos y ahora de repente, nos invade esta repentina amnesia y ya no los recordamos. Pues bien, aunque mucho me gusta el dicho que dice que “recordar es vivir pero no se vive del recuerdo” aquí la capacidad de recordar va más allá, nos traerá gratitud hacia otras personas y por ende humildad. Conclusión, como político no se puede olvidar gracias a quien o quiénes se gobierna y mucho menos a quiénes nos debemos.

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