Opinión

Errores que matan

Ha costado, pero finalmente Javier Guerrero, consejero de Sanidad de Ceuta, dimitió ayer tras haberse saltado la cola de la vacunación contra el coronavirus.

Guerrero ha sido uno de los responsables políticos españoles que más ha aguantado la presión mediática. Echó un pulso a Génova, pero desde Madrid, los de Pablo Casado seguramente hicieron oídos sordos a sus argumentos porque el Partido Popular no se puede permitir que el PSC de Salvador Illa le saque los colores en cada mitin electoral en Cataluña.

Ahora que las encuestas dan al PP hasta el doble de escaños no pueden darse el lujo de permitirse el asalto de sus adversarios políticos, para recordarles el desliz del consejero de Ceuta, que se agarró al sillón como la tortuga a su casa. Génova no entiende de siameses y es bueno que más de uno se dé por enterado.

No creo que en Madrid hayan barajado una salida alternativa a la dimisión de Guerrero después de la renuncia, también estos días, de Daniel Serrano, el número dos del PP catalán, envuelto en un proceso judicial por una presunta agresión sexual a una compañera de partido.

Yo no digo nada, pero me da que a Pablo Casado se le multiplican los escándalos (juicio por los papeles de Bárcenas, Cifuentes en el banquillo por su máster falso y ahora la vacunación indebida de los consejeros de Murcia y Ceuta, dos feudos populares, que han tenido que cambiar consejeros a la fuerza).

Estoy segura que de no haber elecciones catalanas a la vuelta de la esquina, nadie habría soltado el puesto, especialmente porque quienes han dimitido (José Manuel Villegas, en Murcia, y Javier Guerrero, en Ceuta) han estado lidiando con la pandemia con más aciertos que errores.

Pero resulta que hay errores que matan. En política puedes hacer mil cosas bien, que si haces mal la que no está permitida y encima te pones de suerte y lo haces en precampaña electoral, te vas a freír espárragos y nadie vuelve a acordarse de ti. Te conviertes oficialmente en un fiambre político.

Lo he comentado en alguna ocasión, pero reitero mi incredulidad. Me ha costado trabajo creer que en Melilla ningún político se vacunó de extranjis. No sé yo, pero me cuesta creerlo. En todo caso, me alegro de que mi ciudad tenga la capacidad de sorprenderme (para bien). Pero confieso que no tener un escándalo de este tipo en esta tierra me ha provocado una sensación de hormigueo en la yema de los dedos. Me ha pasado como le ocurre a los escritores que están deseando escribir una historia, pero no les llega la musa.

Creo, sinceramente, que Guerrero hizo lo que tenía que hacer. Entiendo perfectamente los motivos que él ha explicado, pero lo cierto y verdad es que no le tocaba vacunarse en estos momentos. La prioridad siguen siendo los usuarios de las residencias, el personal socio-sanitario y sanitario que lucha contra la Covid en primera línea.

Fíjese, estamos hablando de que en Murcia se vacunaron el consejero y altos cargos de su departamento y aún quedan 1.500 residentes y trabajadores de residencias que no se han puesto la primera dosis de la vacuna. Tremendo.

Todos los españoles tenemos una buena excusa para vacunarnos por delante de nuestros vecinos. Todos tenemos un motivo para saltarnos la cola y ser los primeros de la fila. Pero hay que ser generosos para convivir. No nos toca y tenemos que esperar nuestro turno.

A los políticos les pagamos las dietas, los billetes de tren y de avión, el coche oficial y hasta muchas de las comidas a las que invitan casi siempre a los suyos. Y en cuanto llega una enfermedad que mata, quieren ponerse por delante de sus votantes para inmunizarse. ¡Y nos quieren hacer creer que lo hacen por nuestro bien!

Mire usted, el coronavirus no es la vacuna de la gripe ni un pinchazo cualquiera. Es una inyección que nos agarra a la vida. ¿De qué me sirve que Guerrero o cualquier otro político me quiera representar si yo no estoy en este mundo?

De eso es de lo que estamos hablando: de ejemplaridad, de humildad, de modestia de sentirse como un servidor público y no como un privilegiado.

Fíjese, si tengo que elegir prefiero la muerte súbita del consejero Villegas en Murcia a la muerte lenta de Guerrero. Y no creo que eso tenga que ver con el presidente de una u otra autonomía. Eso va en el carácter. Villegas es uno de los políticos murcianos más queridos, pero sobre todo, es un médico respetado. Él no se va al paro como cientos de parásitos que llegan a la política en busca de una nómina. Hay casos y casos.

Me duele la dimisión de Villegas, pero sobre todo, me duele su error. No es un error cualquiera ni una interpretación determinada de una orden ambigua. Es una cagada monumental y como tal hay que entenderla.

Creo que Guerrero ha hecho mal en prolongar la agonía. Su actitud ha hecho mucho daño al PP en plena precampaña electoral en Cataluña. Cuando uno tiene un cargo público en un partido se supone que llega a él porque ante todo es fiel a las siglas que representa. Es imposible que no se diera cuenta del daño que estaba haciendo a sus compañeros de Cataluña. Alguien debió decírselo. Blindar un féretro no resucita al muerto.

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