Vivimos esta semana el esperado debate entre los candidatos a la Presidencia del Gobierno de los dos partidos con mayor representación parlamentaria y con mayores expectativas de obtener el respaldo de los españoles en las elecciones del próximo 23 de julio.
Era la primera ocasión en la que ambos debatían con igualdad de tiempo para cada uno, ya que, hasta ese momento, el presidente Sánchez siempre había contado con el beneficio que el reglamento del Senado otorga a quien ocupa la Presidencia del Gobierno.
El resultado ha sido analizado por parte de multitud de observadores, tanto de los medios de comunicación, como de analistas políticos, como de los propios candidatos o de las distintas formaciones políticas participando en esta convocatoria electoral.
La verdad es que el juicio sobre ambos candidatos no parece haber cambiado mucho para sus respectivos partidarios ni para sus respectivos detractores, si bien entre los partidarios del presidente del Gobierno se ha percibido un mayor grado de desencanto, quizás por las excesivas expectativas que habían depositado en la presunta superioridad de su candidato.
No obstante lo anterior, lo que se ha mantenido inalterado ha sido el caudal de descalificaciones y acusaciones de faltar a la verdad vertidas contra el candidato del Partido Popular por parte de los Ministros del Gobierno, de los colaboradores más próximos al presidente o de los analistas políticos más notablemente identificados con las posiciones del Partido Socialista.
Una de las más burdas ha sido, por ejemplo la de acusar a Feijóo de haber afirmado que el partido Vox se había sumado al Pacto de Estado contra la violencia de género, cuando en realidad lo que dijo fue que en dicho Pacto de Estado, suscrito por las fuerzas políticas en la segunda legislatura del presidente Rajoy, en la que Vox no formaba parte del arco parlamentario, el único partido que no se adhirió al mismo fue Unidas Podemos, lo cual es fácilmente demostrable.
Otro factor sorprendente del debate electoral del pasado lunes fue el plazo de tiempo que el presidente de Gobierno se reservó para su preparación, que, según hizo público él mismo, fue de cuatro días en los que eliminó toda actividad de su agenda para poder prepararse a conciencia. El hecho de que tras esos cuatro días, todo su argumentario político se centrase en recriminar al señor Feijóo sus eventuales pactos con Vox, argumento repetido machaconamente, o recuperar el mismo argumentario de las elecciones de 2004 sobre los atentados de la estación de Atocha, hasta el punto de que el señor Feijóo le recordó que las elecciones de 2004 ya se celebraron, hace pensar en el escaso rendimiento obtenido de los cuatro días reservados para la preparación del debate.
Otro argumento sorprendente utilizado por el presidente del Gobierno fue el de cuestionar la corrección del eslogan “que te vote Txapote”, cuya autoría atribuía, erróneamente, al Partido Popular o a Vox o a ambos indistintamente, cuando es sobradamente conocido que el origen de ese eslogan es de carácter eminentemente popular, resultando increíble que quien se quiera autocalificar de demócrata se muestre tan sectario y tan poco respetuoso con la libertad de expresión de los ciudadanos.
Además, el análisis de las razones por las que la ciudadanía ha acuñado dicho eslogan no viene determinado por la identidad específica del terrorista apodado de esa manera, empleada como mero recurso, dada la rima que el citado apodo permite con la palabra ‘vote’, sino para poner de manifiesto el rechazo genérico a la aproximación que desde el Gobierno se ha mostrado hacia la formación EH-Bildu a lo largo de toda la legislatura, desde el mismo momento de la investidura. Y es que la soberbia del presidente Sánchez no le permite asumir que si la ciudadanía expresa algún reproche sobre sus actuaciones, es porque quizá, a los ojos de ésta, esas actuaciones no son aceptables. En su ceguera, o en su voluntaria desconexión de la realidad, siempre opta por culpabilizar a quien no comparte sus planteamientos de estar equivocado, porque él, simplemente, está en lo cierto. El esperpento ha venido a verse redondeado con la manifestación pública de representantes de EH-Bildu en apoyo a Sánchez en el cuestionamiento de este eslogan, pidiendo, sorprendente y cínicamente, respeto para las víctimas de ETA a las que llevan décadas ignorando o directamente ofendiendo y humillando.
También por parte del señor Feijóo se planteó algún golpe de efecto que sorprendió, notablemente, al señor Sánchez como el de la oferta de un acuerdo, hecho público ante la audiencia que atendía el debate, para que, tras las elecciones, se comprometiera a facilitar la conformación del gobierno por parte de la lista más votada. Ante ello, el presidente Sánchez sólo alcanzaba a mascullar que le presentase el acuerdo a Fernández Vara, como si no fuera conocido que la oferta de facilitar el gobierno de la lista más votada hubiera sido anterior a la celebración de las elecciones municipales y autonómicas. Parece que el señor Sánchez sólo quiere aceptar la propuesta, tramposamente, en los lugares en los que le convenga a él.
Ante el balance de daños producidos como consecuencia de este debate, el señor Sánchez ha pensado que la mejor opción era lanzar a los Ministros del gobierno de España, algunos de ellos candidatos en las próximas elecciones y otros no, a desacreditar personalmente al señor Feijóo, tildándolo de ultraderechista y embustero y a anunciar retrocesos apocalípticos en los derechos de los españoles, emulando la fracasada técnica del dóberman puesta en práctica por el Partido Socialista en las elecciones generales de 1996 en las que José María Aznar ganó las elecciones al aparentemente invencible Felipe González.
Tal parece como si los estrategas del candidato Sánchez no encontraran más recurso para intentar convencer a los electores que pretender culpabilizar a todos los demás de los errores propios y desacreditar gravemente a los adversarios mostrando una presunta y poco creíble superioridad moral. Esto produce hastío en la ciudadanía y cierta evidencia de desesperación en el entorno del presidente, pero ellos, ‘erre que erre’.
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