Fue en diciembre de 1999 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en conmemoración de las hermanas Minerva, María Teresa y Patria Mirabal, ciudadanas de República Dominicana. Las tres activistas fueron asesinadas por los servicios secretos bajo el régimen de Trujillo por su lucha contra el dictador y años después se convirtieron en iconos del feminismo en todo el mundo.
Actualmente, el 25N tiene una relación muy directa con el maltrato y el homicidio de las mujeres, en un alto porcentaje por una violencia que se ejerce por hombres cercanos a ellas, bien parejas o exparejas, como es el caso de las 52 asesinadas en lo que llevamos de año o los miles de casos que se denuncian por las víctimas del machismo. Y no solo son ellas las que sufren esa situación sino también, en muchos casos, los hijos.
La violencia contra la mujer es una lacra en la sociedad occidental y no hablamos de lo que sucede en otros lugares del mundo, donde las agresiones están tan normalizadas que forman parte de la vida cotidiana y ni siquiera se considera algo punible porque es consustancial, o eso dicen los agresores, a su propia cultura.
El caso es que visibilizar estas situaciones de violencia contribuye de un modo muy significativo a concienciar sobre la necesidad de tomar medidas, ya sean legales o educativas, al objeto de tratar de poner freno y fin al maltrato. Y resulta enormemente importante que las propias víctimas denuncien, que no callen su sufrimiento, que pidan ayuda porque por fortuna las administraciones públicas disponen hoy día de recursos para apoyarlas y protegerlas, tanto a ellas como, en su caso, a los hijos.
Días como el de hoy nos ayudan a recordar la necesidad de no ceder ni un ápice frente a la violencia contra la mujer, que frente a esos casos debemos tener tolerancia cero y mucha empatía hacia la víctima, a la que se deben ofrecer todos los recursos habido y por haber para que puedan salir adelante, tener una vida plena y sentir que nunca estará sola.
Toda la sociedad debe estar detrás de las víctimas animándolas y diciéndoles “estamos aquí” para que sepan que deben señalar con el dedo al agresor y que éste no solo dé la cara ante la ley sino que también tenga claro que nos tendrá enfrente para impedir sus desmanes para siempre.
La cantidad de comunicados, manifiestos y ruedas de prensa que se ofrecieron ayer pone de manifiesto que desde sindicatos a políticos, pasando por mayores, sanitarios, policías, etc., tienen muy claro el rechazo a este tipo de violencia que se basa en prevalencia del “macho” para someter a la mujer y convertirla en un saco para su desahogo en forma de golpes.
Se ha avanzado mucho en esta materia pero no es suficiente. Hay que seguir trabajando cada día para conseguir que la violencia contra la mujer sea un doloroso recuerdo colectivo y en ese sentido, la educación desde la infancia es algo esencial.