Vecinos de La Cañada reclaman que se arregle el muro de la calle Titán. Temen que en cualquier momento se venga abajo y pueda ocurrir una desgracia. La Ciudad Autónoma está acometiendo trabajos de reforma en la zona, pero estos no convencen a los residentes en el barrio, que creen que se trata de un parche y ellos quieren un arreglo a fondo. El problema es que esa obra requiere una inversión de 1,7 millones de euros, según confirman al El Faro fuentes de la Administración.
Por su parte, los técnicos de la Ciudad aseguran que con estos arreglos que están acometiendo el muro no sufrirá ningún peligro, a menos que se produzcan daños ex profeso.
El dinero para una reforma a fondo no representa un problema para el joven Yunes Bennansar, que a sus 18 años es el presidente de la Asociación de Vecinos Entre Todos La Cañada. Él considera que se podría incluir esa partida en los presupuestos de 2023, aún sin aprobar por el Gobierno local.
El muro de la calle Titán, según explica un grupo de vecinos que acompañó a El Faro a visitarlo, está lleno de grietas y los operarios municipales lo han saneado con cemento. Pero los residentes en el barrio están convencidos de que al no rellenarse el muro por dentro de hormigón, las grietas volverán a dar la cara y éste se vendrá abajo en cualquier momento.
Ahora mismo tiene un reventón en la fachada que deja ver los ladrillos de su interior ya que en su momento se construyó con deshechos de construcción. Esto pone en duda, según los vecinos, las garantías que pueda tener el muro.
En el otro lado de la balanza están los técnicos y arquitectos de la Ciudad que han comprobado que la única forma de dar consistencia al muro es rellenando su interior con metros y metros cúbicos de hormigón y la Administración no puede permitirse en estos momentos una inversión de esa envergadura.
A los vecinos de La Cañada les molesta, además, el hecho de que los operarios municipales hayan colocado dos tubos de desagüe y dos alcantarillas para canalizar el agua de lluvia que cae en la calle que está justo encima del muro porque se empoza y consideran que eso no es bueno para una estructura que si se viene abajo, alertan, podría matar a alguien.
Tampoco entienden los vecinos que por el hecho de que muchas de las casas de La Cañada son ilegales, ésta sea una razón de peso para que la Ciudad no invierta en la zona.
Pero este no es el único problema que tiene La Cañada. También hay quejas vecinales por la cantidad de vehículos abandonados en la vía pública que no han sido retirados del barrio y llevan años en ocupando plazas de aparcamientos. Tienen los cristales rotos y a día de hoy son utilizados como vertederos. Muchos se utilizaban en los tiempos del porteo y al cerrar la frontera se quedaron abandonados en las calles del barrio.
En La Cañada, incluso en plena Vía Láctea, por la parte del puente, hay varias furgonetas y viejos Mercedes dejados de la mano de Dios. Es, explica, un vecino, la mejor zona de un barrio de mayoría amazighe, donde los trabajadores de la limpieza viaria se emplean a fondo a primera hora de la mañana, como pudo comprobar El Faro.
Hace unos días, la Policía Local informó de que este año ha registrado 141 vehículos abandonados en las calles de Melilla frente a los 123 del año pasado. Ninguno en La Cañada, recalcan los residentes en la zona.
La Asociación de vecinos Entre Todos La Cañada pide además una barandilla para que las personas mayores tengan dónde sostenerse al subir las escaleras empinadas que comunican las calles del barrio, especialmente las del callejón de Titán, donde vive una señora mayor que explica a El Faro que tiene un hijo en silla de ruedas y éste no puede visitarla porque no tiene forma de superar los escalones empinados.
Ella, a su edad, baja las escaleras para verlo y ya ha sufrido varias caídas. Para probarlo muestra a este diario las cicatrices que guarda de sus resbalones. Esta vecina se queja también de que los servicios de limpieza no entran a limpiar esa zona del barrio y le toca a ella hacerlo o pagara para que lo hagan porque es la única forma que tiene para mantener el exterior de su casa limpio, como hacen todos.
Pero no todo es malo en La Cañada de Hidúm. Los vecinos destacan que lo mejor es la convivencia. El barrio no es tan malo como se dice, ni tan bueno como querrían sus habitantes. De momento, un grupo de vecinos liderados por Yunes Bennansar ha conseguido que les pongan 22 bancos y que la COA vuelva a pasar por las tardes.
Quedan en el tintero otras reivindicaciones: les faltan farolas en la calle Vía Láctea y las que hay en el interior del barrio están dando lo último de sí. "Las puso Imbroda hace 30 años", dice un vecino que tira de hipérbole porque el líder del PP de Melilla gobernó durante 20 años.
La Cañada es de esos barrio de España a los que su fama le precede. Durante mucho tiempo ha tenido suspendido el servicio de la COA ya que debido a los apedreamientos que sufrían los autobuses, la Cooperativa decidió suspender los viajes.
También se han dado casos de lanzamientos de piedras a los Bomberos o a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Por eso, quizás, al barrio no llegan las empresas de reparto de comida a domicilio y muchos vecinos aseguran que es común "bajar a la Guarra" a comer algo, en referencia al tradicional kiosco de comida rápida de la plaza de Torres Quevedo.
Famoso en toda España por las redadas antiyihadistas que se han llevado a cabo en el barrio, los vecinos de La Cañada creen que el radicalismo es un fenómeno que se puede acotar legalizando las viviendas y sacando a muchos de estos adultos en edad de trabajar del limbo legal en el que se encuentran.
Hay gente en el barrio que lleva diez, veinte y treinta años viviendo ahí sin papeles y obviamente, sin documentación no se puede encontrar un empleo y éste es el talón de Aquiles de La Cañada: el paro.
No hay trabajo y por eso el barrio duerme de día y se activa de noche. Hasta las doce de mediodía no se ve un alma por las calles de La Cañada de Hidum. Pero en cuanto los vecinos notan la presencia de extraños, se ponen en alerta desde los balcones, donde hay incluso muñecos con gafas que simulan vigilar todo lo que ocurre en el barrio.
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