La visita de Pedro Sánchez a Melilla y la movilización de militantes con banderas del PSOE en la Plaza de España para dar la bienvenida al presidente del Gobierno nos han recordado que básicamente estamos entrando en precampaña electoral. Digamos que estamos en tiempo de descuento y hay que prepararse. Por aquí pasará a partir de ahora la plana mayor de todos los partidos. Vienen a lo de siempre, a prometer, a vender, a levantar los ánimos y a pelear un diputado.
En condiciones normales, este tercer año sería el de las inauguraciones y las primeras piedras, pero aquí en Melilla estamos arrancando ahora con la presentación de proyectos. Como diría Gloria Rojas, se han hecho cosas, es cierto, pero yo añadiría una aclaración pertinente: no se han hecho las suficientes ni las importantes. Y oficialmente queda un año para hacerlas o al menos para intentarlo, aunque, vuelvo y repito, a mí me huele a eleciones por todas partes.
En política, un año es una eternidad. Puede pasar de todo. Si en Madrid no le dan una patada al tablero político, tendremos antes de las generales, las andaluzas y en Melilla, el congreso regional del PP, con un Imbroda que ha visto cómo con la caída de Pablo Casado ha caído además su oposición interna. No es que no la tenga. Es que no ya no se le oye.
En todo caso, el partido no termina hasta que pite el árbitro y ahora mismo estamos en los minutos finales de un choque decisivo, sobre todo, para los políticos que no tienen oficio ni beneficio y necesitan de las urnas para poder comer. Melilla tendrá que decidir en las próximas elecciones entre izquierda y derecha, sin términos medios. O revalida lo presente o vuelve a lo que teníamos.
Hay un apunte interesante. Cuando el viernes pasado Marruecos aseguró que daba por zanjada la crisis con España, después de que Pedro Sánchez dejara por escrito que el plan de autonomía para el Sáhara es la vía "más sería, creíble y realista" de las que se han puesto sobre la mesa para solucionar un conflicto que lleva casi medio siglo en danza, fui de las ingenuas que creyó que Podemos rompería la coalición. Di por hecho que habría elecciones anticipadas.
Pobre de mí. Sobrestimé sus convicciones. Pensé que no eran de quita y pon. A esos y esas no los sacamos del Gobierno ni con agua caliente hasta que toque. Han guardado su ideario en un cajón y andan como Gollum, apretando las nóminas de ministras contra el pecho: "Mi tesoro, unidas podemos mantener el poder".
Sánchez se está merendando a la izquierda que está a su izquierda. Los de Pablo Iglesias llegaron al Ejecutivo defendiendo a los migrantes y su Gobierno ha peleado en Estrasburgo por el aval del rechazo en frontera. Con ellos se ha devuelto como se ha hecho siempre y lo de derogar la reforma laboral se quedó en otro cuento chino.
En fin, nada se parece más a un político de derechas que un político de izquierdas. Están cortados con las mismas tijeras. Por eso en Melilla tenemos que hilar fino y decidir qué ciudad queremos reconstruir.
Pedro Sánchez ha venido a tranquilizarnos, pero a Marruecos le incomoda nuestra tranquilidad. Por eso el mapa de la embajada marroquí en Madrid incluye dentro del reino de Mohamed VI a las ciudades autónomas y al Sáhara. Por eso, este jueves el portavoz del Gobierno marroquí se negó a contestar cuándo se retomará el tráfico fronterizo con Melilla y Ceuta.
Ellos dicen que la frontera está cerrada por motivos sanitarios y justo un día después de que Pedro Sánchez viniera de visita a Melilla y Ceuta, algo que les incomoda hasta hacerlos rabiar, han prorrogado su estado de emergencia hasta el 30 de abril.
No sabemos lo que hablará Nasser Bourita, el ministro de Exteriores marroquí, con José Manuel Albares, su homólogo español, pero la negociación no será pan comido.
Marruecos no es un socio fiable y da igual cuánto dinero le demos, da igual cuántas puertas les abramos en la Unión Europea porque a las primeras de cambio nos dará la patada. Da la impresión de que en Rabat se han propuesto tumbar el Gobierno de España y por eso en estos momentos en que los transportistas pelean por rebajas fiscales en la península y tienen medio país desabastecido, Marruecos sigue estrangulando por el sur.
Van a por la coalición como en su día intentaron ir a por el Gobierno de Aznar. Cerrar esta crisis en falso es muy peligroso para eso que se quería garantizar aceptando el plan de autonomía marroquí sobre el Sáhara: la integridad territorial.
De nada sirve que vendamos nuestras ventajas fiscales en Madrid si la amenaza marroquí pende sobre nuestras cabezas. En tiempos de tribulación casi nadie hace mudanzas. El dinero ya estaba huyendo de Melilla y nada apunta a que dejará de hacerlo en el corto plazo. La gente no se mete en una hipoteca a 25 años si no tiene la certeza que dentro de dos décadas estará aquí.
Ese humo fétido que Marruecos está lanzando sobre las ciudades autónomas sólo se puede disipar de una manera: con transparencia. Pedro Sánchez vino a Melilla a darnos un abrazo, pero se ha ido y nos ha dejado las mismas interrogantes que teníamos en la víspera de su llegada.
Seguimos sin saber cuándo y cómo abrirá la frontera; no tenemos garantías de que la aduana comercial reabrirá y tampoco sabemos si han levantado las piscifactorías de nuestras aguas. Entiendo por tanto que la decisión de Pedro Sánchez ha sido tomada por fuerza mayor. ¿Es que nos iban a invadir? Sólo así se explica la toma de una decisión tan dolorosa y tan costosa, políticamente hablando.
España tiene que entender que Marruecos no es Francia. Se puede aspirar a que una dictadura cumpla su palabra, pero nunca se tendrá la certeza de que lo hará. Los negocios necesitan ante todo certezas.
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