La Ley de Bienestar Animal, del 2023 obliga a los ayuntamientos a contar con un programa de gestión de colonias felinas que incluya la captura, esterilización y retorno (método CER) de los gatos comunitarios, que es como se denomina ahora a los gatos callejeros. Sin embargo, Melilla se ha visto obligada a detener este programa hasta que se investiguen las causas de la muerte de dos animales sometidos al proceso de esterilización.
El Faro ha hablado con Elena Cruz, una de la voluntarias de la asociación Adomel de Melilla (Adopciones Melilla) quien nos comenta cómo es el día a día de las personas que, altruistamente, se dedican a ayudar a los felinos abandonados.
“Nuestro día a día es agridulce. Nosotros nos encargamos de cuidar y alimentar a estos animales para que cojan confianza y así poder medicarlos que es lo que toca hacer para llevar a cabo la campaña CER que, además, es una campaña a nivel nacional e internacional”, explica Cruz.
Este método, para gestionar las colonias felinas, se ha puesto en marcha en muchos municipios de España y consiste en la captura, esterilización y liberación de estos gatos: “conseguimos muchísimas ventajas. La más importante es la paralización de esa masificación descontrolada que, en ocasiones, puede suceder lo cual provoca daño en los propios animales porque no pueden subsistir, y también en la de los vecinos que ven su vida alterada, ya que esa masificación conlleva peleas entre los propios gatos. Por otra parte, los gatos castrados marcan el territorio y dejan malos olores con lo cual la esterilización se presenta como la opción más eficaz al estar controlando la población de gatos”.
Una ventaja, el control de nacimientos, a la que se une la prevención de enfermedades: “Melilla es un lugar endémico de rabia con lo cual cada vez que capturamos a un animal para esterilizarlo, los veterinarios también los vacunan y les implantan un microchip con el nombre de la Ciudad Autónoma. Entonces ya es un gato controlado, se le hace la marca y a partir de ese momento pasa a formar de la colonia y su calidad de vida mejora”.
“Ésta es la parte dulce del trabajo”, señala Elena Cruz. Pero como en todo en la vida existe su contrapartida: “la parte más dolorosa es cuando conoces a un gato de la calle que sabes que sufre. Nos encontramos con gatos que están muy mal y que no se salvan, gatos que conocemos desde hace tiempo y que, por ejemplo, son atropellados o les hacen daño los propios seres humanos. Es una lucha constante. Evidentemente somos voluntarios porque tenemos vocación de ayuda, de servicio no sólo a los animales sino a la comunidad”.
No en vano, la labor que desarrollan los casi medio centenar de voluntarios de Melilla tiene por objeto reducir la reproducción incontrolada de los felinos y que empiecen a vivir mejor en colonias localizadas donde se les dé de comer y tengan cuidados veterinarios. Al contrario que en otras localidades de la península, Melilla no cuenta en la actualidad refugios propiamente dichos, “aunque esperamos que en esta legislatura este problema se resuelva”.
Este año, la aplicación del protocolo CER ha experimentado un retraso. De ahí, el incremento de la población felina: “en todas las zonas de Melilla ahora mismo hay gatos recién nacidos y para nosotros es terrible porque intentamos darlos en adopción, que estén bien, pero una cría que se esconde y que está enferma es muy difícil de alcanzar y se te rompe el corazón”.
A estas dificultades se añade el abandono masivo de gatos en el último: “hay personas que tienen gatos en su casa, no los castran, por raciones económicas o personales, y después cuando sus gatos tienen descendencia los abandonan en portales o en la calle. La semana pasada ingresaron cinco o seis gatitos con el cordón umbilical y eso sucede muy a menudo desde hace un par de meses. Finalmente, las crías murieron y es muy doloroso”, comenta Elena.
Una de las preguntas que se realizan muchos ciudadanos es si es conveniente, o no, alimentar a los gatos comunitarios: “Entiendo las dos posturas, pero para evitar manchar una zona si se les da pienso no hay ningún problema de suciedad. De todas formas, creo que debemos ser pragmáticos e impulsar todavía más esa campaña de protección y no perder a los voluntarios que realizan un trabajo increíble. Puedo asegurar que con la rapidez y esfuerzo de todos los voluntarios y con la colaboración de la Ciudad Autónoma en dos años, como máximo, tendremos zonas perfectamente controladas. Y en cuanto aparezca otro gato o perro abandonado, por ejemplo del país vecino, con cualquier tipo de enfermedad nosotros informaremos enseguida a las autoridades competentes. En este sentido, ejercemos, un poco, de policías de animales”.
En ayuntamientos como el de Benalmádena existen casetas reforzadas y con alarmas para proteger a los animales de actos vandálicos, e incluso se imponen multas de hasta 6.000 euros si alguien intenta forzar las casetas, unos refugios que desde Adomel esperan que pronto se instaures en Melilla.
“Hacemos un trabajo complicado al intentar interactuar con los gatos y que acepten la comida, en la que mezclamos la medicina, para evitar brotes de sarna o de cualquier otra enfermedad. El esfuerzo de todos los compañeros es impresionante. Yo llegué a Melilla en el año 1996 y conocí a María Orlanda Montiel que fue la primera presidenta de la Asociación Protectora de Animales y Plantas de Melilla, y desde entonces hasta ahora la sensibilidad con los otros seres vivos y, fundamentalmente, con las mascotas de esta ciudad creo que se ha multiplicado. Creo que la sociedad es más sensible con el bienestar animal”.
La labor que desempeñan desde Adomel es loable, pero ésta debe ir acompañada de la colaboración de la Ciudad Autónoma: “sería bueno que desde la Administración se construyesen, cuanto antes, las colonias y que se proporcionasen servicios veterinarios gratuitos, pero también que cuando se requieran los servicios de captura nos echasen una mano porque hay gatos muy difíciles de capturar. Entonces, les pediría que ampliasen o implementasen esa colaboración. Sería estupendo”.
Adomel es consciente de la dificultad de castrar a todos los perros y gatos de la ciudad, pero asumen que con un ochenta por ciento se resolvería gran parte del conflicto “siempre habrá nacimientos, pero no será los mismo tener 200 nacimientos que quince. Eso sería muy bonito y creo que les podríamos encontrarles un hogar”.
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