La Delegación del Gobierno de Ceuta ha sacado una lista pormenorizada de lo que se puede o no pasar por la frontera en régimen de viajeros. En Melilla no la han hecho todavía.
A la ciudad hermana sólo se puede acceder desde Marruecos con 4 unidades de pan, pero en cambio, se permiten hasta 2 kilos de hierbas aromáticas y 5 kilos de aceite y encurtidos. ¿Quién se come 5 kilos de encurtidos en un día?
Con estos dos ejemplos salta a la vista la arbitrariedad con que se han elaborado estas listas de productos vetados o permitidos en la frontera. ¿De verdad se está respetando al pie de la norma el régimen de viajeros o estamos intentando minimizar el perjuicio que está provocando a la economía de Melilla y Ceuta una frontera por la que el dinero sólo fluye hacia Marruecos? Si es así, deberíamos tener ya una solución bilateral. Esto es cosa de dos y deberíamos ganar los dos países.
No he salido de Melilla porque estoy en el saco de las 'irresponsables', como diría la señorita Rottenmeier, que no tiene pasaporte. Se me venció durante el confinamiento y no lo he necesitado para moverme y gastarme mi dinero en España, en un momento en que nuestro país necesita que consumamos productos españoles y hagamos turismo nacional. Y en eso, os aseguro que los latinos actuamos con la fe de los conversos. España primero. Todo lo demás, que se ponga a la cola.
A pesar de esa militancia patriótico-sentimental, soy capaz de ponerme en la piel de los melillenses con familia en Marruecos. Entiendo que quien tiene a los suyos del otro lado de la frontera, tenga además el corazón 'partío' y a la hora de gastar dinero elija hacerlo con un abuelo, su madre o su hermana, que no pueden entrar en Melilla, como antes, y, por tanto, el desembolso hay que hacerlo obligatoriamente del otro lado de la frontera. Es legítimo que se dejen su dinero donde quieran. Están en todo su derecho, pero es injusto para Melilla. Nuestra ciudad, pierde.
De la misma forma, entiendo que los empresarios que sobreviven a duras penas con la bajada del consumo por el empobrecimiento de la ciudadanía española, se cabreen al ver que España accede a abrir la frontera, vetando a los turistas de la clase media marroquí, que llenaban los comercios, bares y restaurantes del centro.
Es cierto que siempre se dijo que la reapertura sería gradual, pero digamos que está siendo, más que gradual, decepcionante. Y la gente está identificando esa decepción con las siglas de un solo partido.
En política, 10 meses son una eternidad. Hay un ejemplo muy simple que lo ilustra como ninguno. En las elecciones catalanas del 14 de febrero de 2021, el PP se hundió en la miseria en Cataluña y Pablo Casado habló de vender Génova 13. En mayo de ese mismo año, Ayuso resucitó al Partido Popular con su victoria en Madrid. A partir de ahí, el Partido Popular se vino arriba y a muchos dirigentes autonómicos se les puso cara de presidentes.
Pero vino otro 14 de febrero nefasto para el PP. Este año Mañueco disolvió el Gobierno de Castilla y León con la intención de ganar las elecciones y terminó pactando con Vox. Volvió a hablarse de las horas bajas del PP.
El 1 de marzo de este año, 10 meses después de la victoria de Ayuso, Pablo Casado dimitió, Feijóo cogió el relevo y Juanma Casado, dos meses después ganó por mayoría absoluta en Andalucía.
No es que el PP esté sujeto a crisis cíclicas sino que en política estas cosas pasan. Lo que hoy se da por sentado, mañana no lo está. Quedan diez meses por delante. Los que peor lo llevan deben jugar bien sus cartas. Apretar en la frontera no parece ser la mejor estrategia. Y oiga, si se lo piden sus jefes de Madrid, llénese de valor y dígales que se equivocan. Piense en Melilla, igual hasta se anima a representar a los melillenses y hace algo por su gente. Los milagros existen. También en política.
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