Algunas personas pasan por este mundo dejando una imborrable huella e impacto entre aquellos que los conocieron y disfrutaron de su altura y talla personal. Ayer sufrimos la pérdida enorme, incalculable, invalorable, de uno de nuestros correligionarios, de un ser humano de talla excepcional, de un sefardita amante de sus tradiciones y costumbres, de un gran padre, y, por encima de todo, de una persona de incomparables cualidades morales y éticas.
Ayer nos abandonó nuestro querido correligionario Don Isaac Belilty Aserraf, Z.L., de bendita memoria, quien fue llamado por el Señor del Mundo en el momento en que Él consideró oportuno tenerlo aún más cerca, en el lugar reservado a los justos y piadosos de entre sus criaturas.
Una gran tristeza embargó en el día de ayer las almas de los miembros de la comunidad judía melillense, así como de miles de conciudadanos de esta tierra que lo vio nacer, unidos todos en un solo cuerpo y en un solo corazón en estos difíciles momentos que nos ha tocado transitar.
A pesar de la exigencia de distanciamiento físico, no existen distancias emocionales o sentimentales. Hoy, más que nunca, el colectivo hebreo de Melilla está haciendo gala de una de las señas de identidad comunitaria que caracterizan a nuestra congregación, como es la absoluta unión de sus miembros y la plena solidaridad de unos respecto de otros en situaciones en las que el dolor del prójimo es el dolor de cada uno de nosotros.
Tuve la suerte y el privilegio de mantener una cercana relación personal con Don Isaac Belilty Aserraf. Siempre dije a mis cercanos que su compañía me era agradable, placentera y que disfrutaba enormemente de y con sus conversaciones. Busqué excusas, -en numerosas ocasiones-, para compartir con él un pequeño paseo, una larga conversación o, simplemente, un agradable y afectuoso saludo. Era una persona afable, cercana, risueña, optimista, que apreciaba la buena conversación y el valor de las pequeñas cosas.
En nuestras intermitentes pero asiduas conversaciones me retrató vivamente la Melilla de ayer, una Melilla que ya no existe y que me describía de forma amplia y hermosa; las imágenes de época de nuestra comunidad judía, tal y como era entonces; las numerosas anécdotas de su juventud; los buenos momentos vividos en un tiempo que ya no volverá, y que él relataba con pasión y calidez.
Disfruté, -mucho disfruté-, de su compañía. Y aprendí, más aún, de sus callados gestos, de sus valiosos consejos y opiniones, y de su ejemplo personal, plasmado en un firme compromiso con la gran obra de asistencia social, comunitaria, educativa y religiosa que desarrollaba de forma discreta y silenciosa.
Le escuché, en numerosas ocasiones, renunciar a reclamar aquello que en derecho le pudiera corresponder, en aras al mantenimiento de las buenas relaciones personales. Le oí, múltiples veces, ceder en situaciones que no era a él a quien pertenecía esa concesión, haciéndolo de buena gana y con convicción, sabiendo que, -a veces-, quien cede, gana. Le vi perdonar deudas, establecer generosos apoyos, acercarse de forma cordial y amistosa a quienes colaboraban en sus proyectos empresariales, y tratar a todos, -en definitiva-, con respeto, afecto y humanidad.
Me consta el respeto y aprecio con el que de él hablaban sus empleados, proveedores, colaboradores, empresarios locales, foráneos, conocidos, personas de paso por la ciudad, dirigentes comunitarios, religiosos y, al fin, todos y cuantos le han conocido en su fructífera vida.
Don Isaac Belilty Aserraf Z.L. ha sido uno de los baluartes de la comunidad judía de Melilla. Su empeño y tesón, así como su decidido apoyo, han mantenido vivos numerosos proyectos educativos en nuestra ciudad, y han supuesto el soporte de una labor de asistencia social en ámbitos que exceden el alcance de estas breves líneas. Sus méritos le preceden y, -como afirma la tradición judía-, serán su tarjeta de presentación en el Mundo de la Verdad.
Existen personas que marcan una etapa de nuestras vidas. Transitan en este mundo seres humanos que, -de alguna manera-, resultan insustituibles, que perduran en nuestra memoria y en nuestros recuerdos, y que mantienen reservado para siempre un espacio de nuestros corazones, adueñándose de nuestro cariño y aprecio de forma eterna.
Don Isaac Belilty Aserraf Z.L. es uno de ellos. Nunca olvidaré su sonrisa, su talante, su carácter afable, su bonhomía, su ejemplo de trabajador incansable, creativo, dinámico e innovador. No olvidaremos su ejemplo como padre y esposo dedicado, como correligionario cercano y solidario, como melillense amante de su tierra y de la ciudad que lo vio nacer y crecer.
Ha sido una persona apreciada, querida y estimada por melillenses y foráneos, de todas las condiciones, religiones, etnias, creencias y estatus sociales, manteniendo con todos ellos una sincera amistad, un trato cordial y una actitud respetuosa para todas las creencias y opiniones. Cumplía, de forma cabal, el adagio de las Sagradas Escrituras judías, “Las buenas maneras preceden a la práctica litúrgica”.
Don Isaac Belilty Aserraf Z.L., deja un enorme vacío en nuestra ciudad, un enorme vacío en nuestra comunidad religiosa, y una ausencia importante en nuestros corazones.
Lamento profundamente su pérdida. La lamento con todo mi corazón. Celebro, enormemente, haberlo conocido, haber disfrutado de su amistad y cercanía, y ruego al Señor del Mundo que lo recoja en el lugar reservado a los promotores del bien, de los actos de bondad y de solidaridad con aquellos más desfavorecidos, sabiendo que al Cielo llega uno de sus más destacados embajadores en la tierra, quien se esforzó, de forma extraordinaria, por favorecer a cuantas más personas pudo en una continua labor de solidaridad con las necesidades del prójimo.
Aún me cuesta creer que la realidad sea la que describen estas líneas. Lloro por la pérdida de nuestro querido correligionario, de mi querido amigo, de todo un caballero y un hombre de bien. La voluntad del Señor ha sido esa. Sus caminos son insondables.
Queda solo decirte gracias por haber hecho resplandecer, con tu ejemplo, la ciudad en la que naciste y creciste, la comunidad en la que has convivido con todos nosotros, otorgándonos el privilegio de haber compartido excepcionales momentos que calaron hondo en todos nuestros corazones.
Adiós a una persona excepcional, adiós a un ser humano de enorme talla y categoría, adiós a un judío comprometido con sus tradiciones y sus creencias, adiós a un melillense de pro y, por sobre todas las condiciones, adiós al amigo, a un amigo al que nunca olvidaré.
Descanse en Paz, don Isaac Belilty Aserraf, Z.L. Que su recuerdo sea siempre para bendición.
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