La nueva postura del Gobierno español respecto al conflicto del Sahara Occidental, con su apoyo al plan de autonomía de Rabat para la excolonia española, se produce tras meses de presión y de una nueva diplomacia marroquí más dura hacia sus socios europeos, según perciben analistas y académicos del país norteafricano.
Más allá de consolidar las relaciones con Rabat, Madrid con su nueva postura rompe con una tradición diplomática que siempre ha tratado de mantener un equilibrio entre sus vecinos del Norte de África: Marruecos y Argelia, este último país principal valedor internacional del Frente Polisario y también mayor suministrador de gas natural a España.
La "reconsideración" de la posición de España se dio a conocer ayer a través de un comunicado del Gabinete Real marroquí dando cuenta de una carta del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al rey Mohamed VI, confirmada poco después por el Ejecutivo español.
En esta carta, Sánchez considera la propuesta marroquí de autonomía presentada en 2007 ante la ONU como "la base más seria, creíble y realista para la resolución de esta disputa" sobre la soberanía de la excolonia española.
No es la primera vez que España se refiere a esta propuesta, pero nunca la había destacado como la mejor solución al conflicto entre Marruecos y el Polisario sobre el territorio en disputa, por lo que supone un posicionamiento en favor de ella.
La nueva postura española, según el profesor de la Universidad de Fez Said Saddiki, es un "paso más" respecto a las resoluciones de las Naciones Unidas (que tildan la propuesta marroquí de "seria y creíble", pero no se decantan por ella como la mejor) aunque "no se sale de su marco", y muestra un tratamiento "pragmático" de España de cara a la crisis diplomática con Marruecos.
La crisis bilateral, la peor en dos décadas, se desencadenó tras la acogida del líder del Frente Polisario, Ibrahim Gali, el pasado abril en un hospital en España. Rabat aprovechó esta situación para imponer sus exigencias a Madrid, alentado por el gesto unos meses antes del expresidente estadounidense Donald Trump, que reconoció sorpresivamente la marroquinidad del Sahara Occidental, la causa nacional por excelencia de Marruecos.
Como parte de esa diplomacia dura comandada por el ministro de Exteriores Naser Burita, Marruecos permitió en mayo la entrada de miles de migrantes en la ciudad española de Ceuta y retiró a su embajadora en Madrid.
Desde entonces, ha mantenido una política implacable con España, cortando sus relaciones políticas y presionando para que cambiara de postura respecto al Sahara, una estrategia que usó también con Alemania hasta que el nuevo gobierno germano dio, el pasado enero, un paso parecido a España alabando el plan de autonomía.
La neutralidad tradicional de España respecto al Sahara ha sido siempre interpretada por varios sectores marroquíes como una "simpatía disimulada" hacia el movimiento independentista saharaui.
"El episodio de Gali ha permitido a Marruecos suscitar varios puntos y plantear su concepción sobre la naturaleza de las relaciones con su vecino del norte", explica a Efe Driss Lagrini, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Marrakech.
Lagrini añade que el cambio de rumbo español es la consecuencia de una "diplomacia clara, anticipativa y firme" que estrenó Marruecos en los últimos años, y que fue definida por el rey Mohamed VI el pasado 6 de noviembre, cuando reclamó a sus socios internacionales -concretamente europeos- posturas más "ambiciosas y claras" respecto al Sahara.
En Marruecos, el cambio de postura de España se califica de "histórico" e "inédito", lo recoge y profusamente la prensa del país y celebran los políticos marroquíes por su gran simbolismo.
La importancia radica en el peso de España en este conflicto: es la potencia administradora (de iure) del Sáhara (aún administra el espacio aéreo del territorio), es parte del Grupo de Amigos del Sáhara Occidental, el país que más y mejor conoce el conflicto y el que acoge en su territorio un gran número de ONG simpatizantes con el independentismo saharaui.
Para Lagrini, la nueva posición de España dará un espaldarazo a la postura de Marruecos respecto al conflicto en Naciones Unidas y al mismo tiempo reforzará las relaciones bilaterales entre los dos países.
Una visión que comparte Mourad Zarrouk, profesor en la Universidad de Casablanca, quien cree que la "reconsideración" de la posición de España respecto al conflicto del Sahara muestra que ambas partes no les interesa "que se mantenga un foco de tensión en la región, especialmente en estos tiempos convulsos", en referencia a la guerra en Ucrania.
"Los dos países tienen mucho que ganar caminando juntos", explica a Efe Zarrouk quien puso como ejemplo las relaciones estratégicas entre Rabat y Madrid en el ámbito económico y comercial, así como los retos que enfrentan juntos de terrorismo, emigración clandestina y crimen organizado transfronterizo.
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