Opinión

En esencia, servidores

Aquellos años... Años en los que la terrible turbulencia de la migración humana desesperada comenzaba a encaramarse a nuestra ciudad de una manera como prácticamente no se ha vuelto a ver pese a lo sucedido desde ese tiempo y tras los últimos y graves acontecimientos, como el del pasado 24 de junio.

Años de reflexión ante lo incierto y de intervención ante lo sobrevenido, años de profunda preocupación ante la dimensión que, pese a ella, no dejaba lugar ni al descanso ni a la relajación. Años de transformación, también de episodios de incomprensión e injusticia; de sufrimiento y riesgo.

El pasado sábado, la plana mayor de la Guardia Civil de Melilla por entonces, se reencontró por primera vez tras casi dos décadas en nuestra ciudad. Alguno falta, del paso del tiempo ya se sabe su implacabilidad, pero los hoy Aguilera (Jefe de la Comandancia de entonces y Coronel jubilado y voluntario en Cáritas actualmente) Llamas (quien fuera Jefe operativo y Tte. General hoy), Godoy (Tte.Col.), López y Mora (Comandantes), Rodríguez, Espinar, Arroyo, Sevilla y Sandoval (Capitanes) y Hermida (Teniente), volvieron a recordar el aspecto más arraigado de la Guardia Civil: su humanidad, servidores públicos en su esencia clara.

Su paso por esta tierra, tras lo que el destino decidió para cada uno de ellos y que no siempre fue justo, da cuenta de la familia indivisible que un día, la intensa relación personal y profesional, la entrega a su enseña, al servicio a Melilla y a España por ello, forjó en sus vidas.

Su experiencia y su vivencia forman ya parte del alma que impera y para siempre en la tradicional plaza melillense de Martín de Córdoba; esa Comandancia -cuya puerta restaurada de la antigua y que estuvo sita en el Mantelete, en la calle del fundador, Duque de Ahumada-, les sirvió de escenario para que casi dos décadas después y muchas canas más, hicieran valer el recuerdo, la memoria, de muchos guardias de toda condición y empleo que formaron y forman parte de la vida de Melilla, una tierra que vio crecer a sus hijos y abrazó no pocos sufrimientos y satisfacciones en su hogar.

Acudieron, cada uno con sus cicatrices, algunos acompañados de familiares, desde la alegría por el encuentro y el respeto y apego por tantos guardias que tuvieron la suerte de eso que suele llamarse la coincidencia en el tiempo. Pero también desde el cariño a esta tierra, Melilla, que ha sido, es y será siempre generosa y hospitalaria con quienes comparte su historia. En este caso guardia civiles. En esencia, servidores.

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