El silencio volvió a imponerse en la ciudad durante la noche más esperada de la Semana Santa de Melilla. La Virgen de la Soledad procesionó en la noche oscura del Viernes Santo, iluminada únicamente por la blanca luz de la luna y la anaranjada de numerosos cirios y velas que portaban los ciudadanos.
A las 23:00 horas, el que hasta el año pasado fuera hermano mayor de la cofradía de la Soledad y del Cristo de la Paz, Manuel Jesús Jiménez, protagonizó el toque de puerta. El silencio se hizo de inmediato entre cientos de personas que se reunieron frente a la iglesia del Sagrado Corazón para presenciar la salida de la Virgen de la Soledad. Bajo las órdenes del capataz Francisco Javier Calderón descendió los escalones de la parroquia para procesionar por las calles de la ciudad.
Atuendo
En un trono sobrio de madera realizado por Paulino Plata, se mecía a la Virgen de la Soledad, que lucía atuendo negro de luto. Llevaba un manto negro aterciopelado que se fundía con la noche oscura. Sólo su rostro entre encajes blancos y la corono color oro rompían con esta oscuridad.
Parada en el callejón
El callejón de la Virgen de la Soledad fue, un año más, un hervidero de personas y visitantes. Un grupo de la Junta Joven de la cofradía, quiso dedicarle la tradicional ofrenda con una gran alfombra de serrín tintada y decorada.
A su llegada al estrecho callejón, los hombres de trono mecían en silencio a la Virgen. Posteriormente, Antonio González un joven miembro de la cofradía se dirigió a la imagen: “Aprovechando la fe que rebosa este callejón, quisiera pedirle a la Soledad de Nuestra Señora. Te pido que intercedas por aquellos que sufren, aquellos que conviven con las guerras y por los que huyen de ellas. Porque empiecen a amar los que tanto odian, y porque traten de perdonar los que nada olvidan”.
Después de la lectura del escrito, los portadores abandonaron el trono para que fuesen los propios ciudadanos los que pudiesen arrimar durante unos instantes el hombro bajo los varales. Mientras, los hombres de trono y las personas que lo deseaban hincaron un clavel blanco situado en una pequeña capillita de la calle con la imagen de esta Virgen.
Paso por la Avenida
Uno de los momentos más característicos del acto de penitencia se desarrolló en la Avenida Juan Carlos I. Antes de la llegada de la Virgen de la Soledad, los nazarenos repartieron velas entre los ciudadanos para que el trono hiciese su paso con las luces apagadas y fuese guiado por el resplandor de las velas. Frente a la tribuna oficial se realizó un solemne acto de desagravio. Tras el rezo del vicario episcopal, Roberto Rojo, Isabel Navarrete dedicó una saeta a la imagen. La Soledad inició su marcha, que la llevaría por las calles Cervantes y Ejército Español para volver a su casa, la iglesia del Sagrado Corazón.
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