Emilio González Ferrín vuelve a Melilla para presentar la novela ‘El túnel de Ezequías’. Este islamólogo, investigador y profesor de la Universidad de Sevilla hablará de su libro en la Cámara de Comercio a las 19:00 horas.
Su vinculación con Melilla la lleva en la sangre. Su familia tenía aquí negocios, tanto la de su madre como la su padre. Durante cuatro generaciones tuvieron tiendas y crearon negocios como periódicos. Pero en 1956 se marcharon a la península ante la situación que vivió Melilla “ahorcada” con la independencia de Marruecos. Y aunque él no llegó a vivir en la ciudad, la ha tenido muy presente y, por ello también, es protagonista de esta última novela.
“De ahí esta novela y que yo me haya dedicado a los estudios islámicos y árabes en general porque toda la nostalgia celebrativa de bodas, bautizos y comuniones en nuestra casa ha sido como si fuéramos judíos en el exilio de Jerusalén, pero con Melilla”.
–¿Qué es el túnel de Ezequías?
–En la primera página se indica que Ezequías es un rey de Jerusalén que en plena guerra necesita agua para la ciudad. El pozo está al otro lado de la montaña y no tiene tiempo para hacer un pozo nuevo. Pero se le ocurre que si dos equipos empiezan un túnel desde diferentes lados se pueden encontrar en la mitad de tiempo. Pero, ¿cómo lograr que dos equipos se encuentren en medio de una montaña? Lo que hago es usar esa imagen bíblica para hablar del pasado y el presente.
Nosotros actuamos en función de lo que nos han dicho que somos según el pasado, y también de lo que queremos ser en el futuro. Y tanto la persona como la historia están practicando esos dos túneles a ver si se encuentran.
–¿Vamos a encontrar la historia de una saga familiar, pero también de la historia real de Melilla?
–Empenzando en cada lado del túnel, en la novela hay un capítulo de presente y otro de pasado. Y cada vez se van acercando más en el tiempo hasta que se funden en el momento que se encuentran los dos túneles.
Además, va a haber una serie de postales de Melilla, como las guerras con Marruecos, la independencia de Marruecos y lo que significó aquello... Y la última gran postal de Melilla es algo de lo que nunca habla nadie de la ciudad: que fue lo que yo llamo la entifada de 1985, porque en ese año, la mayor parte de los españoles de Melilla que tenían apellidos no cristianos se vieron sin papeles. Al entrar España en la UE empezó a aplicar la ley de Extranjería y lo hizo con españoles, algo que España ha hecho mucho en su historia, es decir, despreciar a quien no tienen un canon previo. Para mí, todas estas postales, que todas han tenido que ver con mi familia, me permiten tomar personajes históricos y los mezclo con los ficticios y familiares en esta novela.
–¿El personaje de Sebastián Gardet, que vuelve en esta novela, le permite vincular los mundos árabes y europeos o no sé si incluso los quiere definir de otra forma?
–En un máster de escritura creativa que se imparte en la facultad yo doy clase de lo que se conoce como Urbanismo literario. Aparte de que el escritor tiene una idea de lo que quiere escribir, la persona que se dedica a la escritura hace una especie de planimetría. Yo tengo establecidas seis novelas, más una séptima de clausura, todas empezadas y todas han ido saliendo. Tres de ellas son de personajes extranjeros en el mundo árabe y otras tres que son visiones del mundo islámico en ciudades europeas. Melilla es la tercera ciudad europea a la que yo me voy a dedicar. Todo lo que veo en la televisión, lo que leo en los libros o lo que veo en la nostalgia de mi familia sobre la ciudad, Melilla es una especie de un reflejo muy raro de una historia extraña de España. Pero como me he movido por medio mundo, yo ha Melilla la he visto en Nueva York, en Ámsterdam o en Salónica. La he visto en ciudades que realmente apuntan al futuro porque el futuro realmente es multicultural. Y no sé a qué estamos jugando en España al pensar que Melilla es pasado cuando es el futuro. Y de ahí también que hable de los ‘túneles’ de la memoria.
–¿Parece que se avanza más a nivel tecnológico que a nivel de cohesionar la sociedad?
–Eso es. Yo he estado ahora en una estancia investigadora en Amberes y allí me han contado una historia y esa historia la había vivido mi padre hace 70 años. Y es que en esta ciudad hay unas comunidades muy fuertes de judíos, musulmanes y cristianos protestantes. Y un chaval me contó que se ganaba un dinero encendiendo las velas a judíos porque no pueden hacerlo en sabat. Y es que mi padre hacía eso de joven en Melilla. Es que lo que está pasando hoy en las ciudades más modernas de Europa ya lo hacía.
Mi padre tenía un hermano de leche que era musulmán y siempre que se veían en restaurantes el primero que llegaba estaba obligado a invitar al otro porque eran hermanos de leche. ¿En qué mundo se puede vivir eso como una pobreza, como se hace en España, en lugar de como una riqueza?
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