El Profesor Enrique Rojas es un catedrático de Psiquiatría autor de numerosos libros de divulgación de este rama de la Medicina, que tienen gran aceptación (como se dice ahora, de crítica y público), extremo éste que en una nación como la nuestra no es cuestión menor. El éxito en España se perdona, por lo general, poco y hay que estar pidiendo casi perdón por destacar o triunfar en algo. Verdaderamente es así y cada uno lo experimenta en donde los francotiradores del resentimiento les apetece más.
En junio del año pasado el profesor Rojas publicó un libro que se titula ‘No te Rindas’, que es una guía para aprender a ser optimista. La verdad es que a mí me sirvió de gran ayuda porque lo leí, con cierto retraso, allá por noviembre, en época no ciertamente tranquila.
El libro se compone de doce capítulos, uno por cada mes del año, y abarca muchos aspectos de la personalidad de los seres humanos, enfocados de una óptica ciertamente, positiva, que ayuda (y este no es un libro de autoayuda) a ir dejando a un lado, el muro de la depresión, o el optimismo empedernido, o la fobias y traumas, o algo que es ciertamente atractivo y que muchos deberíamos leer detenidamente, que es el paradójico, “ arte de fracasar”.
El libro finaliza con test que es interesante y que yo me he realizado, pero cuyos resultados no voy a publicar por obvias razones de no dar res cuartos al pregonero.
Hay en el libro una pregunta inquietante: La soledad ¿es su amiga o su enemiga? En este mundo de tanta masa, de ‘aldea global’ de inmediatez en las comunicaciones, muchas veces nos sentimos solos sin buscar estar solos, que yo creo que es la forma peor de soledades. Sin embargo, hay personas que se encuentran mal cuando participan en reuniones sociales, aunque los asistentes sean amigos. Esto lo he podido observar en algunos y he de confesar que yo también he percibido en mis adentros a veces ese deseo de soledad.
Es evidente que no es lo mismo la soledad que atenaza a las viudas o los adolescentes, o los que no tienen más remedio que estar solos porque han clareado de las filas donde formaban juntos, amigos, familiares, lealtades, compañeros, y es la soledad el refugio sin lugar donde se esconden las lágrimas que ahuyentan la tristeza.
Sin embargo, hay una soledad, buscada como terapia, ‘desideratum’ para encontrarse a uno mismo, bastón para caminar por “cañadas oscuras”, es decir, como dice el refranero, “mejor estar solo que mal acompañado”.
Tengo que confesar que a veces busco este espacio íntimo que no siempre se encuentra. Es buena la soledad buscada, si te sirve para buscar fortaleza y no dejar que nada te destruya, es buena la soledad si te sirve para pensar los golpes que te ha dado la vida, es buena la soledad si te sirve para tomar cada decisión con calma y razón, es buena la soledad si nos sirve para intentar superarnos en las adversidades, es buena la soledad si nos sirve para pensar que somos más, bastante más, que las posesiones que nos rodean y el cargo que tenemos o queremos tener….
Elogio la soledad buscada, que no el aislamiento, porque te preserva del riesgo de transitar por los caminos de la adulación o de la antipatía a partes iguales….
En fin la soledad a dosis terapéuticas te sirve para disfrutar de cada instante como si fuera el último, sin preocuparme de la huella que pueda dejar.
Y también, porque te permite distanciarte con elegancia de los que utilizan la zafiedad como palabra y la carcajada en vez de la sonrisa.
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