PARA que luego digan que las redes sociales no sirven para nada. Para que luego digamos que el Twitter no es otra cosa que una sentina por donde escapan las peores condiciones del ser humano. Como todo en la vida generalizar es malo y cometemos injusticias cuando tomamos la parte por el todo.
Verdad es que las redes sociales son utilizadas en muchísimas ocasiones por los profesionales de la poca vergüenza y de la mala sangre. Desde luego esto es así y cuánto mayor sea el rigor y la vigilancia para evitar las noticias falsas y el mancillar impunemente el honor y la reputación de gentes honorables escupidas por los perfiles falsos creados por los que cultivan la frustración y el resentimiento, mucho mejor.
Sin embargo, hoy, me encuentro con un blog, el blog, del general Dávila en el que se transcribe un luminoso artículo de don Pedro Motas en el que se hace eco de las virtudes de vivir despacito.
Nunca me había encontrado con tantas verdades contenidas en el saco breve de unas líneas. Es para reflexionar; parece que la calma, el sosiego, el ‘torear’despacio el morlaco de la vida son características de gentes pusilánimes o tibias.
Lo digo por experiencia propia; pese a mi temperamento aparentemente nervioso, me ha gustado siempre tomarme tiempo y espacio para tomar decisiones o sentar actitudes. Esto me ha valido que por los jenizaros internos, externos, mediopensionistas y también por los verduguillos de guardia, se me haya titulado poco menos que de ‘cobarde’.
¡Pobre gente que se tienen que aferrar a las prisas y al atolondramiento para disimular la ineficacia y la torpeza!
Hacer nada a toda prisa tal parece que sea el lema de estas criaturas.
Lo malo es que este modo de comportamiento se extiende a todos. Quien no conduce con velocidad propia de suicidas es un negado al volante. Quien no posee la más rápida descarga en internet está sumido en el atraso y en la carcundia. Quien no avasalla con palabras disparadas, sucedáneas de argumentos, es que no sabe nada.
Aquí el ‘ejecutivo agresivo’ es el que en el fondo esconde toda mediocridad y toda incompetencia a la hora de la toma de decisiones. Todo se nos exige con rapidez. El ‘ahora’ ha sido suplantado por el ‘ayer’. El latiguillo absurdo de ‘si o sí’ es el mantra nuevo de los que presumen de rapidez y decisión.
Yo siento tener que proclamar mi proclividad por la lentitud,rodeado como estoy de impacientes y atrevidos.
Me gustaba más el toreo cadencioso de Curro Romero, sus naturales eternos que el barullo indiscriminado de muchos toreros de ahora, tenidos por maestros.
Al fin y al cabo como decía el gran Rogelio, extremo genial del histórico y formidable Real Betis Balompié, correr no es otra cosa que cualidad de cobardes, de verdaderos cobardes.
La lentitud no es duda. La lentitud no es evasión de la realidad. La lentitud es un estado de ánimo poco cultivado hoy, quizás porque olvidamos lo que recomendaba Santa Teresa a sus monjas: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, con la paciencia todo se alcanza, solo Dios basta”.
En un banco del paseo marítimo cara al mar de Melilla, me tomo hoy mi ración de lentitud, mirando el devenir siempre eterno de sus olas.
Que no le falte agua al elefante.
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