Y mi maestro, mi poeta. No recurriré a cursiladas o estereotipos al uso del obituario, no recuriré a frases hechas porque entre amigos se habla con el corazón y de no memoria.
No diré que me he llevado una triste sorpresa porque tú me habías puesto en antecedentes, ¿te acuerdas?: "Voy cuesta abajo, Salva". Y has aterrizado, hermano. Se acabó tu vida y se han acabado esas conversaciones en el Parque y, sobre todo, en Melilla la Vieja. Has invertido media vida pateando cada confín, tomando unas notas ad hoc, a veces para publicarlas, las más para conservarlas en esa habitación del hotel España que ya te echa de menos y cuyas paredes lloran tu pérdida. Y no sólo las paredes sino también tus compañeros hosteleros de toda la vida.
Hombre, ahora que no nos encontraremos, al menos de momento, ahora que nos hablaremos desde la telepatía del sentimiento, te quiero comentar cómo es tu poesía. Contigo vivo, no se me hubiera ocurrido por temor a un tirón de orejas por tu parte, mi querido, mi viejo, mi amigo. Eso le cantaba Roberto Carlos a su padre. Como me considero hijo tuyo en la cuestión poética, por eso recurro a la copla. Has escrito con la fe de un enamorado de Melilla, prácticamente la totalidad de tu obra recorre rincones melillenses que te han impresionado. Con métrica perfecta unas veces y otra métrica anárquica que salía de tus entrañas, has defendido a esta tierra que te acogió con mucho amor. La rima también la han impuesto tus entrañas destilando buen sentido.
Me ha impresionado la labor de difusión de un género -el poético- que has protagonizado en diferentes medios escritos de la ciudad. Siempre hemos comentado lo difícil que resulta vender poesía. Tú no has vendido poesías a los periódicos pero, poco a poco, nos has enseñado a leer la cuestión lírica y a diseccionar los diferentes estilos para optar por el que más nos ha gustado, pero justificando la elección. Te he confirmado más de una vez que una pluma puro lirismo que admiro es la de Fortu Bittán y la que más me emociona es la tuya. Es así, no es porque te hayas muerto, es que lo siento y tú lo sabes.
¿Te acuerdas de 'Pateando mi ciudad?". A mí me puede gustar mucho la Plaza de España pero soy incapaz de retener una imagen y, en base a esa retentiva, plasmarla en versos. Éso sólo me ocurre cuando me enamoro de una señora y tengo su cara en todo momento en mis sesos. Ya te la enviaré por la internet de los amigos íntimos, querido, viejo, amigo. Te va a gustar, creo. Tengo todos tus libros en casa y comienzo a reerlos para acordarme siempre de tu estilo de vida y de la pureza del verbo que contienen. Eso es otra: Hay que cuidar el verbo, elegir bien los vocablos para garantizar su perdurabilidad en el tiempo y tú lo has hecho con tanto rigor como esmero, descartando esas nuevas expresiones que llegan hasta la sala de juntas de la Real Academia para quedarse.
Bueno, viejo, el papel se va estrechando y habrá que meter alguna foto. Además, Irene Flores me va a poner verde por pasarme de la raya y no es cuestión, que es un privilegio tener una página diaria en 'El Faro de Melilla'. Hablando de faros, me voy al Torreón del Francés, a ver si veo tu estela de bondad sobre olas de levante. Ve con Dios -No, coño, que somos rojos- bueno ve con quien te quiera y te sepa leer, mi querido, mi viejo, mi amigo.
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