El comunicado de CpM ayer para pronunciarse sobre los últimos acontecimientos habidos a raíz del desarrollo de la operación policial denominada “Santiago-Rusadir” ha sido decepcionante. Después del batacazo electoral, después de verse implicado en las investigaciones por delitos realmente preocupantes, no se le ocurre otra cosa que recurrir al más de lo mismo y a una estrategia muy manida que, por reiterada, va causando cada vez menos efecto entre los melillenses.
La idea es que todo el mundo piense que la operación policial está organizada por el sistema, el establishment de una sociedad rica, llena de influencias y jalonada de “santiagos” (o sea, cristianos) para quitar de en medio al adalid de los pobres, de los oprimidos, de los pisoteados que se corresponden con “rusadir” (o sea, los amazigen). Y llega a decirlo claro: hay “tufo racista” y una “incomodidad” entre los “santiagos” por la existencia de un partido que busca la justicia social, la redistribución de la riqueza y poco menos que la liberación de los amazigen melillenses que se suponen castigados al infierno de la pobreza y la exclusión social.
No es la primera vez que los cepemistas se hacen las víctimas de ese supuesto establishment que estaría imperando en la ciudad y que, a la vista de las circunstancias, tendría tentáculos que manejan no solo a la Justicia sino también a la Policía Nacional siempre a favor de su interés de hacer desaparecer a CpM, el “incómodo”.
Esto ya lo hemos oído los melillenses muchas veces. Ya en mayo de 2023 fueron exactamente los mismos argumentos que se utilizó cuando se desplegó en la ciudad una primera operación policial dentro del sumario secreto que investiga graves delitos y que, en la práctica, supondría la creación de una trama de corrupción para la compra de votos. La dirección de CpM, reunida la noche del miércoles de forma urgente, ha cogido y utilizado el argumentario de entonces y le han añadido algunas cosas, como las soflamas de “sed fuertes y seguid luchando” o el llamamiento a que haya participación en las movilizaciones que, según anuncian, se llevarán a cabo.
Por eso ha resultado tan decepcionante que CpM haya vuelto al discurso victimista que, por cierto, parece copiado de los independentistas catalanes. Igual la cercanía de Aberchán con el abogado de Puigdemont, Gonzalo Boye, ha hecho que se les contagie a los cepemistas estas cosas de dividir la sociedad en dos y autoarrogarse la facultad de decir quiénes son los buenos y quiénes los malos, tan del gusto, por su parte, del prófugo de la justicia que vive en Waterloo.
¿Qué pretende CpM con todo eso? Es evidente que ni la juez ni la policía van a dejar de hacer su trabajo por mucho que veladamente les estén llamando racistas. España es un Estado de Derecho y aquí no valen amenazas de desestabilización social para tratar de torcer el camino recto que sigue la Justicia. El procedimiento, quiera o no quiera CpM, va a seguir su curso porque, según cuentan, hay todavía mucha tela que cortar. El partido va a tener a su disposición todas las garantías jurídicas y procedimentales que nuestro ordenamiento establece para recurrir o hacer aquello que corresponda en cada momento.
La pena es que CpM parece que no ha aprendido la lección porque su discurso ya solo se lo compran un puñado de fieles que tragarán lo que haya que tragarse porque no quieren ver más allá del victimismo. El partido ha perdido la oportunidad de limpiar su casa, de abrir las ventanas y las puertas, de hacer autocrítica y asumir que igual hasta tienen culpa por haber hecho una gestión negligente. Solo por ese camino habría conseguido salvarse, entran en un proceso de refundación y levantarse mucho más fuerte. Pero han preferido la huida hacia delante con los mismos tics de siempre y así no parece que puedan tener un futuro en la política melillense.