Ayer se alargó más allá de lo normal el cierre de este Diario en atención a un certamen, el de Miss y Míster Melilla, que se celebra cada vez más con un toque singular muy melillense y representativo de nuestra variada y ecléctica sociedad. En el agradable marco del Auditorium Carvajal, donde el ferroagosto nocturno se hace algo más llevadero, los participantes, numerosos, constituyeron un atractivo plantel de la sana juventud melillense, que hace de su variedad de orígenes y de su mestizaje un valor más a favor de la belleza en su sentido más amplio y no sólo físico o superficial.
Melilla se anda forjando a sí misma con una identidad propia que ya se puso de manifiesto con el primer bebé del año, cuando sus padres decidieron bautizarla con el nombre de Farah del Carmen. Una preciosa niña, nacida del matrimonio entre Hayet Mohamed Mohamed y Carmelo Pérez Alemán, residentes por entonces en el barrio Hebreo.
Entre los 24 jóvenes que ayer se midieron para conseguir el título de Miss y Míster Melilla (13 chicos y 11 chicas) pudimos disfrutar de una variedad de melillenses de distintas comunidades y fruto también de la mayor mezcolanza que cada día en mayor medida se da en nuestra tierra.
Un valioso resultado de una evolución natural en una ciudad que hace de su envidiable convivencia su mejor estandarte y que ha convertido nuestro certamen de belleza en una auténtica demostración del nuevo carácter de la sociedad melillense.
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