Opinión

El taller de diversidad familiar del León Solá

Mucho se ha debatido estos días sobre el taller de diversidad sexual o familiar (no lo tengo claro porque no me convencen las explicaciones) que el colegio público León Solá hizo hace dos años y que ha sido sacado de contexto, según han explicado desde el centro.

Esa supuesta descontextualización ha escandalizado a la Comisión Islámica de Melilla. Habrá quien piense que era de esperar al ser una entidad religiosa, pero somos muchos los padres y madres de la ciudad a los que nos cuesta entender que nuestros hijos vean en Primaria, lo que nosotros empezamos a descubrir en la adolescencia. No es que nos hayamos quedado anclados en los 90. Tampoco es que seamos unos antiguos, mojigatos o estrechos, pero nos preocupan los excesos.

Aunque es un tema pedregoso, del que se ha hablado bastante, creo que merece una reflexión. No es mi intención opinar desde posiciones liberticidas o libertarias; religiosas o ateas sino de valorar qué enseñanza sacan los niños de esos talleres.

Puede, efectivamente, que las imágenes del taller del León Solá compartidas en redes sociales estén sacadas de contexto, pero evidentemente, el hecho de que los personajes que aparecen en los diferentes tipos de familias estén desnudos, se presta a malinterpretaciones. Igual debo ir al psicólogo pero de niña, cuando me pedían que dibujara a mi familia, nunca la dibujé en pelota-picá con el pene al descubierto.

Y es ese detalle el que, en mi opinión, cambia por completo la lectura descontextualizada que podamos hacer del taller del León Solá. Y me explico. Una cosa es que una mujer viva sola con su gato y otra muy distinta es la zoofilia. Una cosa es que un padre se encargue de criar solo a su hijo y otra muy distinta es que le digamos al niño que es normal compartir lecho con un adulto desnudo, algo que podría ser utilizado por pederastas para manipular la voluntad del menor.

Me pregunto por qué en ese taller del León Solá, una mujer sola se abraza a su almohada o una mujer sola hace estiramientos con su gato. ¿Es la soledad un problema exclusivamente femenino?

No se trata de ser trasnochados en temas de sexualidad. Estamos hablando de Educación. Comparto, como muchas familias, la necesidad de educar a nuestros hijos en temas que quizás eran tabú hace 20 años. Nuestra generación asumió las consecuencias de desconocer los métodos anticonceptivos no sólo para prevenir embarazos no deseados sino también enfermedades de transmisión sexual.

Es importante que nuestros hijos vean y conozcan su cuerpo con naturalidad y entiendan que no hay nada antinatura en las relaciones entre los seres humanos. Pero también es importante que sepan que ahora es el momento de estudiar y que van al colegio a estudiar porque la Educación es el único ascensor social que de vez en cuando funciona.

Somos muchas las familias que nos esforzamos por no criar a niños machistas y las que compartimos nuestro ocio con familias diversas. Nuestros hijos lo viven con normalidad: es parte de sus vidas. Y cuando hay preguntas, se responden y se explican y se entienden.

Pero hay una línea muy delicada entre los valores que se aprenden en el seno familiar y los que se deben enseñar en un colegio público. Cuando uno matricula a su hijo o hija en un centro católico es casi siempre porque quiere para él o ella los valores de la religión cristiana. Cuando uno los lleva a un colegio público aspira a una enseñanza aséptica, libre de ideologías y de doctrinas.

Sin embargo, a veces, con la mejor de las intenciones, se cometen excesos que tienen consecuencias terribles. Y creo que ese taller de hace dos años en el León Solá, descontextualizado, es excesivo.

Este tipo de resbalones son los que llevan a pedir el PIN parental que, en mi opinión, coarta la libertad del profesorado. En comunidades como Murcia, donde ya existe y lo he vivido, en la práctica hay muchos docentes que no se atreven a hacer algo que quizás tienen ganas de hacer en clase para evitar levantar ampollas entre los padres y madres que tienen que aprobarlo todo a toda hora a través de una App.

Implantar el PIN parental es, a la larga, recortar en talleres de igualdad y diversidad que sabemos que son necesarios en todas partes, especialmente en una ciudad como Melilla.

Esa es una de las consecuencias de extralimitarse en lo que debe enseñar la escuela pública. A veces se nos olvida que la pagamos entre todos con los impuestos de todos, independientemente de creencias, religiones, culturas, aficiones, costumbres o color de piel.

De ahí, la necesidad de caminar por el centro, sin estridencias, sin bordear precipicios que lo único que hacen es dinamitar la convivencia en una ciudad con los nervios a flor de piel.

No sé si ha quedado claro que no me gustan las fotos que he visto del taller del León Solá, pero me gustaría insistir en que creo en la libertad de los docentes para educar a nuestros hijos en valores de igualdad y diversidad que les sirvan para enfrentar situaciones reales y que en ningún caso deben generar confusión o prestarse a malinterpretación.

Pero la escuela no puede ni debe suplantar a la familia. Los excesos siempre acaban en restricciones.

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