El calvario de Sofía Haro y su familia comenzó a mediados de agosto, cuando recibió una llamada telefónica de la Consejería de Fomento, según afirma, en la que le informaban de que contaban con una orden judicial y que iban a entrar en su vivienda para derribar su ático ilegal.
El día 19 de agosto comenzó el desalojo de la planta superior y el 24, llegó el momento más doloroso para la familia, cuando entraron los operarios para proceder al derribo de su ático. Una construcción en la que se ubicaban las habitaciones de sus tres hijas, María, Rocío y Ana, que no entienden por qué han tenido que dejar la planta de arriba para dormir todas juntas en un salón que se ha convertido en su cuarto improvisado.
Haro explica que dos de las pequeñas pasan ahora la noche en unas camas que han instalado en la sala, mientras que una de ellas lo hace en el sofá. Ella y su marido “mal duermen”, según sus propias palabras, en una habitación que está llena de cajas en las que ahora se amontonan parte de los enseres que hasta hace dos semanas, estaban en la planta de arriba. Toda la casa, de hecho, no tiene ni un hueco libre que albergue más cajones, bolsas o juguetes. Sesenta metros cuadrados que no dan de sí, una situación de gran incomodidad, según Haro.
Tras un largo procedimiento administrativo puesto en marcha porque el ático, situado en el Paseo Marítimo, es ilegal, ahora sólo quedan de él cuatro paredes y un suelo lleno de ladrillos. La familia no sabe cuándo van a acabar las actuaciones para concluir el derribo, pero espera que sea lo antes posible para poder reordenar su vivienda y comenzar a asimilar todo lo que ha pasado.
Para ellos, es difícil empezar de nuevo, sobre todo, desde el punto de vista económico. La inquilina recuerda que en el año 2011 tuvo que pagar una sanción por la construcción ilegal que ascendió a 33.000 euros, por lo que tuvo que rehipotecar su vivienda. Ahora, tras el derribo, se enfrenta a otra multa de entre 35.000 y 40.000 euros, una cantidad que tendrán que negociar con su banco para ver si se puede volver a hipotecar el piso y poder hacer frente a este gasto.
Teniendo en cuenta lo invertido en construir el ático más las dos sanciones, Haro calcula que todo ascenderá a unos 150.000 euros. El dinero de toda una vida que además, asegura que les hace falta, puesto que sólo entra en la casa el sueldo de su marido. La vuelta al cole y el gasto en libros, materiales y uniformes para las niñas son otro gasto más que se suma a los que ya acumulan estos melillenses.
Haro afirma que no tiene palabras para describir lo que la familia está sufriendo. El día 1 de septiembre volvió a su casa con sus tres hijas y es por ellas por lo que no ha tirado la toalla y saca fuerzas para que las niñas no sufran por esta situación. “No me puedo permitir el lujo de que me vean hundida”, señala.
Caen los ladrillos y se derrumban los sueños de esta madre, que afirma que la decisión de construir el ático ilegal vino dada porque el piso, de 60 metros cuadrados, no podía albergar con comodidad a los cinco miembros de la familia. Asegura que no lo hizo ni por lucrarse ni por tener una terraza más bonita, sino para dar cobijo a sus tres hijas.
Los días pasan y la rabia da paso a la impotencia. La inquilina explica que lo que más le duele es el agravio comparativo que cree que sufre con respecto a otros ciudadanos. Haro asegura que en Melilla hay cientos de construcciones ilegales y que la suya ha sido la primera que ha sido demolida.
Aunque están contando con la ayuda de la familia, esta madre cree que su futuro pasa por tener que irse de Melilla. Explica que no se pueden plantear adquirir otra vivienda ni quieren vivir mucho más tiempo de esta forma, con todos los trastos por medio y sin poder dar una habitación a las niñas. “Creo que el futuro es irnos de Melilla porque aquí no tengo donde vivir dignamente”, lamenta. Todavía es un plan difuso, pero no descartan dejar su vida aquí y empezar de nuevo en Málaga.
Ahora que parte de su casa no es más que ruinas, la familia cree que no puede hacer nada para que todo vuelva a ser como antes. Haro recalca una y otra vez que sabe que su ático era ilegal, pero asegura que lo era tanto como otras muchas construcciones que existen en la ciudad.
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