Manolo Agulló es una de las voces más cualificadas para hablar del futbol melillense, algo que ha venido a demostrar con la publicación de un libro titulado ‘Cien años de fútbol amateur en Melilla’, en la que el autor viene a recoger fotografías, historias y anécdotas asociadas al balompié no profesional de nuestra ciudad.
Más de tres años de ardua investigación han desembocado en este tomo de más de cuatrocientas páginas que recoge historia melillense a raudales. Pese a todo, el autor, en rueda de prensa, insistió en que no es historiador ni escritor, pero que ha intentado hacer un libro ameno que ponga en negro sobre blanco una serie de historias sobre el balompié melillense, que ahora lo tendrán más difícil para pasar al olvido.
Para este voluminoso tomo, Agulló ha seleccionado 700 fotos de entre su colección de más de 2.000. “Casi todo el trabajo del libro lo ha llevado la documentación. Desde las primeras andadas del fútbol en la ciudad hasta nuestros días. Un gran trabajo que al final ha dado sus frutos por el apoyo de familiares y conocidos, que me empujaban a acabar el volumen”, expresó Agulló.
Ahora que ha salido a la luz, el escritor pide a los melillenses que cuenten sus historias, que rescaten aquellos recuerdos que se están perdiendo en el olvido para guardarlos en el imaginario colectivo.
Ha relatado en el libro Manolo la mayor parte de los momentos de la historia del balompié en Melilla, buenos y no tan buenos, como la tragedia del autobús de Loja. En aquel trágico 26 de enero de 1951 la U.D., líder de segunda división por aquellos entonces, se desplazaba en autobús destino a Mallorca cuando un camión arrolló el autocar azulino, acabando con la vida de dos de los jugadores y un masajista.
El equipo jamás se repuso de aquel accidente, el ascenso nunca se concretó, pero Agulló considera que es una historia que nunca habría que olvidar, ni dejar fuera del recuerdo el nombre de aquellas personas que se partían el pecho por el azul de la elástica melillense: Martín, Mamblona y Manolo Salvador.
CETI C.F.
Otras historias, sin embargo, son mucho más agradables y cuentan lo bueno adherido a este deporte. Como aquella parte en la que Manolo Agulló cuenta su experiencia como entrenador del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, que ya van para siete años de andadura.
Recordó Manolo a El Faro que todos los medios nacionales, y algunos internacionales, se pasaron por las instalaciones deportivas de La Cañada para observar el trabajo del melillense con los chicos del CETI, que jugaban la liga regional como cualquier otro equipo.
Pese al buen talante de la Federación, que facilitó las fichas federativas para los participantes en esta idea, la evolución en los flujos de entrada y salida de estos inmigrantes ha impedido a Manolo darle la continuidad deseada al proyecto durante la temporada completa.
Señaló Agulló que, ahora, la mayoría de los residentes son sirios, que tardan mucho menos en abandonar la institución que los subsaharianos con los que el entrenador solía jugar la regional preferente.
A pesar de todo, en cada entrenamiento celebrado se congregan unos treinta residentes para jugar al fútbol, más los curiosos que se acercan a observar las sesiones. Esto demuestra que el deporte muchas veces enseña a la sociedad cómo ha de comportarse en cuestiones como la integración de esta serie de personas.
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