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El retorno de Velázquez

El PP rompió ayer su silencio sobre Velázquez, su falta de pronunciamiento real y público sobre el retorno y vuelta a la política del que fuera presidente del mismo partido y presidente de la Ciudad de Melilla, amén de consejero de Presidencia del primer Gobierno de Imbroda hasta el año 2001.
Los populares han pasado de las consideraciones hipócritas en la que lo catalogaban de amigo y miembro fiel al PP para tacharlo abiertamente de “traidor”.
Al PP local la vuelta de Velázquez no le gustó desde un principio, porque tras el mensaje de ‘puridad popular’ y apego a las siglas del mismo partido, realmente se proyectaba su ánimo claro por enmendar la plana a la actual dirección del Partido Popular en Melilla y, en especial, a su actual presidente Juan José Imbroda.
Si lo anterior añadimos que Velázquez, en su habitual estilo sibilino, se parapetó inicialmente tras una Fundación, Fedesme, de la que sólo llegamos a conocerlo a él como patrono y en ningún caso ningún detalle sobre sus fuentes de financiación, es claro y comprensible que en el PP se mostraran recelosos, más aún cuando Fedesme llegaba con todo tipo de recursos, una gran sede que ahora también sirve al nuevo Populares en Libertad que ha fundado el mismo Velázquez, y una serie de actos costosos, como el macro homenaje a varios melillenses, con cena de gala incluida, en el Hotel Tryp Melilla Puerto.
Una vez que ha desembarcado abiertamente en política, Velázquez se ha desvelado como lo que preconizaban los populares desde que empezara a anunciarse su vuelta: un adversario claro dispuesto a terciar en las elecciones de mayo próximo, con más afán de romper la mayoría absoluta que viene disfrutando el PP desde el año 2003, que la de contribuir a un gobierno estable.
Así me parece porque el discurso de Velázquez es idéntico al de CpM o PSOE en sus furibundos ataques al Gobierno Imbroda. Idéntico casi también al que ambos partidos formulaban contra el mismo Velázquez en tiempos pretéritos, cuando Imbroda lideraba la hoy extinta UPM y todos juntos maniobraban hasta la extenuación para defenestrarlo de la Presidencia de la Ciudad, como finalmente lograron hacer en 1998 con la colaboración de algunos tránsfugas del Partido Popular, entre otros quien llegara a ostentar por espacio de poco más de un año la misma Presidencia del Gobierno melillense, Enrique Palacios.
Velázquez, en cualquier caso, es libre de participar en unas elecciones. Otra cosa es que pueda hacerlo. Y en este punto hay mucho enredo jurídico que sólo la Justicia o la Junta Electoral podrán acabar aclarando. Entre tanto, tenemos versiones encontradas que las diferentes interpretaciones legales tampoco permiten discernir. Por tanto, sólo un órgano con autoridad suficiente es capaz de resolver el entuerto, y por el bien de la política melillense y de la campaña electoral en curso, debería aclararse más pronto que tarde.
Por un lado, porque resultaría una estafa clara que Velázquez pudiera concurrir a unas elecciones para luego, de resultar electo, no poder acceder al escaño o verse obligado a la postre a tener que dimitir. Por otro, porque la situación de incertidumbre esta contribuyendo a emponzoñar aún más una campaña electoral espesa, donde priman más los reproches y las percepciones personales que el debate sobre las ideas y los proyectos de futuro.
Particularmente, me resulta bochornoso que en el PP actual arroje como arma política contra Velázquez que fue condenado dos veces por prevaricación, cuando en realidad sus actuaciones en las mociones de censura que intentaban defenestrarlo y que le valieron las condenas posteriores, no fueron en pro de su beneficio personal ni sólo por su continuidad en la Presidencia de la Ciudad sino por acuerdo del mismo Partido Popular y de mucho de los miembros que hoy se empeñan en atacarle a costa de esas mismas condenas.
Pero también me resulta bochornoso que Velázquez se esté prestando al juego de una oposición agotada y enrocada, cuyos líderes luchan desaforadamente por su supervivencia política al precio que sea, porque saben que en estas elecciones si no derrocan a la candidatura de Imbroda quedarán abocados a la extinción política.
Siempre dije que objetivamente Velázquez era el político local con mejores actitudes de cuantos he conocido, pero también que dilapidó todo su capital y el de su partido, a base de enconamientos y ninguneos personales que no le permitieron ver la realidad.
Ahora, tiene otra nueva etapa por delante. De él depende cómo va a gestionarla. Si el resentimiento, el ataque frontal con peones emboscados a su servicio va a seguir siendo su táctica, como lo ha sido en gran medida hasta ahora, no creo que pueda convencer a nadie. En todo caso, las urnas serán las que hablarán y, por mi parte, lo único deseable hasta entonces es que los electores sepan si aquel a quien votan realmente luego puede representarles.

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