Categorías: Editorial

El reloj de la Justicia

Hay quienes aún defienden que la Justicia en nuestro país es implacable, otros lo ponen en duda, pero en lo que todos los ciudadanos estamos de acuerdo es en que es extremadamente lenta. Su paso tranquilo, flemático y, a veces, clamorosamente sosegado tiene muchas causas que no siempre es justo atribuir a los funcionarios responsables de mover miles de documentos cada día en los juzgados. La falta de medios, unos procedimientos tan tediosos como arcaicos, las dilaciones de procesos motivadas de manera intencionada por algunos letrados, trámites que han perdido su sentido con el paso del tiempo... todo se confabula para que el paso del tiempo sea más lento al otro lado de los arcos de seguridad que dan paso a los juzgados. Así se explican que casos como ‘el voto por correo’, de extraordinaria complejidad, hayan necesitado tanto tiempo de instrucción. Los imputados, muchos de ellos con una importante proyección política a nivel local, reclaman poder sentarse cuanto antes en el banquillo para tener la oportunidad de demostrar su inocencia. Quieren ejercer su derecho a ser juzgados en un proceso con todas las garantías de un estado de derecho. Sólo así podrán contar con alguna posibilidad de quitarse el  ‘san benito’ de la condena ya dictada en la plaza pública. Quizá, si algún día llega esa sentencia que les exculpe, ya sea demasiado tarde para restaurar su imagen y recomponer su trastocada carrera política.
Ayer se abrió un nuevo ‘proceso’ público en nuestra ciudad. El despliegue policial en plena Plaza de España abrió un continuo río de rumores que hasta altas horas de la noche de ayer hacía que las más disparatadas informaciones continuaran llegando a las redacciones de los medios de comunicación. Hoy, con algunos datos más encima de la mesa, los ciudadanos podemos empezar a hacernos una idea del asunto que pretende esclarecer la titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 4 de Melilla. Sus pasos, como los de cualquier otro juez precavido, moderado, pulcro y honesto, deben ser firmes, sólidos y consistentes. Sin embargo, la cautela no puede ser la justificación para olvidar que la Justicia tiene que caminar con paso ligero si pretende ser imparcial, equitativa y eficiente.
Muchas veces da la sensación de que los juzgados se mueven al ritmo del reloj de nuestro abuelo. Es como si no fueran conscientes de que hace años que estamos en la era digital, de que fuera de las sedes judiciales se vive en otra dimensión temporal, de que la espera y los plazos que tenían su razón de ser en el pasado hoy sólo son tiempo perdido. En estas circunstancias, la Justicia corre el riesgo de que la esperanza que todavía muchos ciudadanos tenemos en ella acabe trasformándose en desesperación.

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