Llegará un día en el que al ojear el calendario el 8 de Marzo haya perdido toda la significación que hoy aún tiene esa fecha.
Ese año, el primero sin Día de la Mujer, las mujeres podrán celebrar que disfrutan de las mismas oportunidades que los hombres para asumir similares responsabilidades y, por lo tanto, hacer uso de todos esos derechos que todavía hoy son sólo existen sobre el papel. Cuando la igualdad sea real, en ese momento, las distinciones de carácter laboral, profesional, familiar... habrán dejado de existir sin necesidad de recurrir a la denominada ‘discriminación positiva’. Entonces no hará falta echar mano de la legislación para, por ejemplo, sentar en los consejos de administración de las grandes empresas al mismo número de hombres que de mujeres. En ese instante, la ‘ley de la lógica competencia’ hará que al frente de las compañías se sitúen simplemente los mejor preparados, con independencia de si son mujeres u hombres, como ahora tampoco importa si los altos ejecutivos son jóvenes o mayores, calvos, rubios o si su pelo es rizado.
Cuando el 8 de Marzo pierda su sentido actual, las denominadas ‘listas cremalleras’ habrán dejado de ser un reclamo electoral de los partidos políticos. Ese día será un auténtico sin sentido tener en cuenta, entre otros aspectos, los órganos sexuales de los candidatos de turno para inclinarse por una opción política y otra.
Del mismo modo, habrá dejado de tener importancia para los jueces el sexo del progenitor a la hora de otorgar la custodia de los hijos al padre o la madre. Igualmente, será inconcebible que la ley haga distinciones entre el hombre y la mujer en los casos de malos tratos en el ámbito del hogar, otorgando a uno de los miembros de la pareja sólo la posibilidad de ser el agresor y al otro únicamente el papel de víctima.
Cuando el 8 de Marzo pierda su significación actual, tampoco habrá motivos para ningún tipo de discriminación salarial por razones de sexo. Incluso cabe la posibilidad de que nuestros futuros legisladores impongan duras sanciones a los empresarios que lleven a cabo esa clase de marginación; unos castigos similares, por ejemplo, a los previstos para quienes actualmente proceden guiados por el racismo.
Si la sensatez y el sentido común se imponen en la evolución social de la humanidad, tarde o temprano llegará ese día por el que celebraciones como las de hoy habrán dejado de tener sentido.
Sin embargo, aún queda camino por recorrer. Si echamos la vista atrás, veremos que no hace tanto tiempo que iniciamos el viaje hacia la igualdad entre hombres y mujeres. En nuestras manos está acelerar este proceso, para lo que será necesario deshacerse del lastre que dificulta el avance. El primer paso debe ser eliminar de una vez por todas la violencia doméstica. Mientras haya una sola mujer que muera a manos de su pareja o sea víctima de maltrato, la igualdad entre hombres y mujeres continuará siendo una quimera, una utopía que seguiremos conmemorando año tras año en un día como hoy.
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