Categorías: Política

“El PP podría ser humilde y reconocer que se ha equivocado”

Tras tachar de “perverso” el efecto de la reforma laboral en Melilla, el ex ministro reclama un viraje en la política económica del Gobierno. Jesús Caldera (Béjar, 1957) aterrizó a mitad de semana en Melilla para, con un documento plagado de cifras bajo el brazo, denunciar que la reforma laboral aprobada por el Gobierno en febrero de 2012 ha disparado el paro en la ciudad, justo el efecto contrario que debía provocar. Como ex ministro de Trabajo, reclama un nuevo rumbo en las políticas del PP porque, cree, aún se está a tiempo de estimular una economía renqueante que sea capaz de generar empleo.
–Durante dos días ha denunciado en Melilla los efectos “perversos” y “catastróficos” de la reforma laboral. ¿Qué ha fallado? Porque se  supone que la intención del Gobierno no era precisamente ésa...
–En Melilla las cosas están peor que la media nacional, así que el  efecto ha sido aún más negativo. Que las intenciones eran  buenas... pues depende de cómo se mire. Han pretendido cambiar el sistema, el modelo, eliminar la negociación colectiva y establecer un predominio del poder director de la empresa, justo lo contrario de lo que han hecho las constituciones europeas, que protegían al trabajador al considerarle la parte más débil frente al empresario. Eso se había equilibrado y ahora se desequilibra. Y si dijeses “bueno, ha tenido éxito en su aplicación”... Pero es que esta reforma laboral sólo ha abierto la puerta del despido, no la de la contratación. Está muy mal orientada y se ha hecho sin diálogo social. Ni siquiera a la patronal le convence del todo. Es una norma mal orientada y mal aplicada.
–Despidos más baratos, recortes en las indemnizaciones, anulación de convenios colectivos. ¿Se ha llegado al límite imaginable? ¿Se podría empeorar aún más?
–Si se pone como modelo el anglosajón, el del despido libre total, sí. Funciona así: te llamo hoy y vienes a trabajar, mañana no me convienes, pasado te llamo otra vez... Eso no tiene nada que ver con el modelo europeo, del que nadie discute que es el mejor sistema de convivencia, y lo es también porque está basado en los derechos de los trabajadores. Si se quiere eliminar completamente, se tendrá que pasar por encima de millones de españoles.
–Su partido, y los sindicatos, denuncian un retroceso de décadas en derechos supuestamente consolidados   para   los  trabajadores.
–Sin duda. Por ejemplo, hasta ahora los convenios firmados si no se prorrogaban se mantenían. Ahora, con esa palabreja de la ultraactividad, no se van a mantener sin nueva negociación. Llevado a su extremo, desde esta semana una empresa con 30 trabajadores con sueldos de 1.500 euros, por ejemplo, podría decirles que se quedan en el salario mínimo, en 650 euros. Podría ocurrir. No creo que haya nadie tan insensato que lo haga, pero... Las cosas se han hecho muy mal. Si vieras que esto anima a contratar... pero tampoco. Lo que se ha hecho es sustituir mano de obra madura por otra más joven y más barata.
–¿Teme que el Gobierno se aferre a los beneficios de la reforma tras los últimos datos positivos de desempleo del mes de junio?
–Todo Gobierno intenta apuntarse tantos, pero éste debería ser prudente. Es verdad que la bajada del paro ha sido muy intensa en junio, pero el dato no es relevante si no se corresponde con un aumento de personas trabajando. Hemos tenido un aumento medio de 25.000 cotizantes a la Seguridad Social, muy pocos, menos que el año pasado. Siendo bueno que baje, no resuelve los problemas. Sólo se resolverá cuando aumente la gente que trabaje. Es importante que el desempleo se reduzca, pero más aún que recuperemos tres o cuatro millones de ocupados, como ocurrió en 2007, cuando llegamos a 20,5 millones.
–Al final tenía razón De Guindos cuando aquella cámara indiscreta le sorprendió en Bruselas confesando al comisario europeo de Economía que la reforma sería “extremadamente agresiva”.
–Sí, pero en todos los sentidos, porque también perjudica a la economía real. Yo creo que nadie está contento con su aplicación: ni las empresas, ni los trabajadores... nadie. Y por tanto esa agresividad se traduce en una destrucción adicional de empleo, en una caída mayor del consumo y de la demanda interna, de las rentas de las familias, y en un perjuicio adicional para las propias empresas, porque éstas venden servicios o productos, y si la gente  no tiene poder adquisitivo... Es la pescadilla que se muerde la cola. Falta un estímulo económico que no favorezca de forma tan descabellada los despidos y que anime de nuevo el crédito. Sin estos elementos es imposible salir de la crisis.
–Con ese paisaje tan desolador de Melilla que ha resumido en su informe, ¿como actuaría si hoy fuera  de nuevo ministro de Trabajo?
–Pues intentar que volviera el crédito y recuperar la confianza. Haría inversiones selectivas, y pediría a la UE que las autorizara, en sectores como el exterior, las exportaciones, que funcionan razonablemente bien. Melilla está bien situada para poder un ser un espacio desde el que incrementar la actividad económica con otro continente. Y por tanto ésa es una vía, pero hay que hacerlo bien. No hay milagros, no se resuelve  de la noche a la mañana, pero iría hacia un programa nacional y europeo de esa naturaleza. Pero hay un problema adicional, que es el pesimismo. La situación es tan grave que la destrucción adicional de empleo con estas medidas erróneas de austeridad, el ‘austericidio’ que dice la presidenta de Brasil, ha provocado un desfondamiento de las esperanzas. Hay mucha gente que aunque mantiene su empleo ha congelado su gasto. Me lo decían estos días en Melilla: esta ciudad, con un 50% de empleo público, que está razonablemente protegido aunque hayan perdido parte del salario, sin embargo  ha sufrido una caída del gasto por encima de lo que ha retrocedido la actividad económica. La gente se ha echado para atrás, se ha apalancado porque no tiene confianza en el futuro. No se invierte ni se gasta. Eso es malo para la economía.
–¿Espera alguna reacción del Gobierno de la Ciudad ante el documento que ha presentado?
– Pues a ver qué dicen. Supongo que utilizarán vías de escape como justificación. Hay un argumento curioso en Melilla que culpa del aumento del paro a que hay gente que retorna a Melilla porque no hay trabajo en la Península. Pues no hay en la Península ni en Melilla, pero eso no justifica que en 2012 la ciudad perdiera 1.150 afiliados a la Seguridad Social. Ésos estaban antes trabajando, no han  venido de la πPenínsula. Y se han perdido, porque también aquí las políticas no se aplican bien.
–¿Coincidieron en alguna medida urgente los empresarios y sindicatos melillenses con los que se ha entrevistado?
–Sí, sobre todo en la necesidad de que el crédito vuelva a fluir, en que haya estímulo económico y en planes de empleo joven.
–Algún mensaje positivo se podrá lanzar entre tanto pesimismo sore el estado de la ciudad...
–Recomiendo que nadie se desfonde. A los parados hay que decirles que la situación es dramática, que esto es una responsabilidad colectiva y por eso debería haber una repuesta colectiva y global, que el PSOE busca desesperadamente fórmulas para ayudarles, incluso ayudando al Gobierno en Europa, intentando diseñar planes y programas, que estamos a su entera disposición y que aun no siendo sencillo este país tiene oportunidades. Saldremos de esta situación, pero hay que hacerlo de forma colectiva y sin dejar a nadie atrás. Una cosa que no hace el Gobierno, y es intolerable, es que en el mayor espacio de desarrollo social del mundo se permita que haya millones de ciudadanos sin ningún ingreso. No había pasado en los últimos 50 años. Cuando estamos más desarrollados y más riqueza hemos acumulado... No es tolerable, debería haber un ingreso mínimo garantizado para mantener la dignidad e incluso incentivar la actividad económica.
–¿Por qué ha tardado tanto Europa, y en particular Alemania, en aceptar que la austeridad a ultranza sin reactivación económica no era la receta adecuada?
–Ahora están viendo los resultados. Ya se lo dijimos al señor Rajoy, que era un campeón en esto, y que como los neoliberales ha practicado un seguidismo total. Lo decía todo un Nobel como Paul Krugman: tu gasto es mi ingreso, mi ingreso es tu gasto. Si la inversión y el consumo simultáneamente se ajustan no hay salida y esto se cae. Nos lo están diciendo desde hace cuatro años. El BCE debería también tener una política más activa, bajando los tipos de interés más incluso. O hay más gente trabajando y pagando impuestos o no lo conseguiremos. Éstos que decían que gestionaban tan bien la economía parece que se han equivocado. Necesitamos esperanza y empleo. Luego ya dirimiremos en las elecciones la responsabilidad de cada uno.
–¿Tiene la sensación de que en esta crisis Europa ha dejado a la deriva a los países periféricos, entre ellos España?
–Tengo la impresión de que se ha extendido una idea que no es correcta: que lo que pasa en el sur de Europa es culpa de nuestros pecados. Esto no es justo ni equitativo. La banca alemana, por ejemplo,  invirtió mucho en el sector inmobiliario español. No habríamos podido tener esa burbuja sin capital exterior, no teníamos recursos suficientes. También ellos contribuyeron. Que fue un error colectivo, sin duda. De todos los gobiernos y de todas las instituciones euopeas. El problema fue el incremento del valor de los terrenos y las viviendas, que se multiplicaron en diez años por 150. Hubo un error colectivo, nuestro y de Europa.
–Pero en ese error colectivo el PSOE, cuando gobernaba, también se equivocó al no atajar la crisis a tiempo... ¿Se perdió un tiempo demasiado valioso?
–Ojalá se hubiera podido actuar antes. Mire, un hiperconservador como Bush se levantó un día y vio que tenía que actuar casi de forma marxista, nacionalizando los grandes bancos norteamericanos y las grandes compañías de seguros y crédito hipotecario. De la noche a la mañana. ¿Lo había previsto? Pues no. El problema fue la burbuja hipotecaria. Cuando llegamos al Gobierno en 2004 había un millón y medio de licencias concedidas para construir viviendas y suelo calificado para casi cinco millones. Estaban adquiridos los derechos. Quizás la política fiscal no fue adecuada, la deducción por compra de vivienda se convirtió en un peso muerto que al final incidió en los precios... Algo se podría haber hecho. Zapatero tuvo el valor de reconocer, el único que lo ha hecho, que ojalá hubiera actuado antes. El PP, que está en el origen de la Ley del Suelo que permite construir en todo el territorio salvo en zonas de protección especial, jamás ha reconocido ese error. Todos deberíamos aprender del pasado.
–Cuando vuelve la vista atrás, ¿se recuerda como partícipe de la ‘herencia recibida’ que denuncia el PP o como integrante de un Gobierno que en 2007 redujo el paro a un mínimo histórico?
–Siendo ministro de Trabajo la tasa de desempleo cayó hasta el 7,9%, ojalá pronto lo recuperásemos... La herencia era mala, es verdad, pero para todo el mundo. Y si encima la empeoras... Si por cada punto de caída del PIB se destruye más empleo ahora que en la época de Zapatero es que algo pasa. La gestión de la crisis financiera tampoco ha sido ejemplar por parte del Partido Popular, o con Bankia... Podían ser más humildes y reconocer que todo el mundo se equivoca...

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