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El pozo sin fondo de la valla

La malla antitrepa ha venido demostrando una gran eficacia hasta el mismo momento en que los inmigrantes, como no podía ser de otro modo, se pusieron a pensar y al instante hallaron un modo sencillo de ‘trepar lo intrepable’.

Antes los subsaharianos habían protagonizado varios intentos fallidos de salto, pero se veía venir que más tarde que temprano la ocurrencia de la malla antitrepa acabaría en el cubo de las malas ideas. Allí, entre otros trastos viejos, también estaba desde hace tiempo el sistema de agua a presión con pimienta. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ‘vendió’ en su momento el invento como un método ‘no lesivo’ que ‘sólo’ dificultaría ‘un poco’ la visión de los inmigrantes. Hoy nadie recuerda si se llegó a utilizar entonces, tras los saltos del año 2005. Ha caído en el olvido, pero ahí sigue, probablemente ya ni funcione por falta de mantenimiento. Se instaló a lo largo de gran parte de la valla fronteriza y costó la correspondiente millonada, como casi todas las ‘ingeniosas’ ocurrencias que se llevan a la práctica en la valla.
Una de las últimas pifias se ha cometido durante la instalación de nuevas garitas de vigilancia y la renovación de las deterioradas. Algunas, por su ubicación y diseño, tienen un nivel de operatividad muy bajo, según denuncian hoy en El Faro los propios agentes de la Guardia Civil a través de la AUGC.
Por desgracia, quienes aprueban este tipo de obras no las pagan con su dinero ni hay noticia de que alguien les haga el menor reproche por estos gastos sin sentido.
Siguiendo ese procedimiento también ha ‘volado’ más de un millón de euros en la instalación de la malla antitrepa, cuya mayor utilidad hasta entonces era su uso en la construcción de jaulas para pollos o conejos. Ello permite que, aunque tenga los días contados como método contra la inmigración ilegal en Melilla, sus fabricantes aún cuenten con posibilidades de prosperar en los sectores de la cunicultura y la avicultura.
Tampoco ha sido barata la optimización de las garitas. En realidad, ha sido cara, pero no por los 222.000 euros que ha habido que pagar, sino porque el resultado es más que cuestionable. En cualquier caso, habrá que dar tiempo al tiempo. Sólo así sabremos en qué acaba, por ejemplo, la garita ubicada entre el paso de Beni Enzar y el del Barrio Chino.
Si este tipo de ‘despilfarros’ son cuestionables en cualquier momento, lo son aún más en medio de la situación de crisis económica que venimos soportando desde hace años y que ha llevado a muchas familias a una situación límite, sobre todo en nuestra ciudad.
Desde luego, cuando se llevan a cabo iniciativas para poner fin a un problema tan complicado como el de la inmigración ilegal en Melilla, es posible equivocarse. Pero el error no exime de la obligación de pagar. De hecho, los contribuyentes pagamos con nuestros impuestos cada uno de esos dislates. Sin embargo, no lo hacen los mentes que los idearon; siguen en sus puestos pergeñando nuevos ingenios. Aún no han llegado a la conclusión de que inventen lo que inventen, los inmigrantes siempre encontrarán un método para superarlo porque les va la vida en ello.
La solución a la inmigración ilegal no está en seguir echando millones en la valla y mucho menos si se arrojan sin ton ni son para mayor gloria de los encargados de llevarlos a la práctica en forma de garita, malla antitrepa, concertina,  sistema de agua a presión con pimienta... y lo que esté por venir. En el pozo sin fondo de la valla hay sitio para todo.

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