EL Gobierno de Imbroda quiso demostrar este sábado su honda preocupación por la conservación del patrimonio de Melilla. Un patrimonio que, como no puede ser de otra forma, teniendo en cuenta muchas veces su antigüedad, hay que cuidar con cariño.
A ello se comprometió el presidente durante su visita a los tres fuertes que se encuentran un poco más arriba del parque Lobera: el Fuente de Victoria Grande, el Fuerte de Victoria Chica y el Fuerte del Rosario.
El primer signo de que la preocupación parece sincera estriba en que Imbroda acudió a la cita acompañado de pesos pesados de su Ejecutivo, como el vicepresidente, Miguel Marín, y la consejera de Cultura, Fadela Mohatar.
Acaso algunos melillenses no conozcan el lugar -que dispone, dicho sea de paso, de unas vistas fabulosas-, pero lo cierto es que el sábado no había una sola persona aparte de los trabajadores cuando el presidente acudió a visitar los fuertes. No es de extrañar, vista la situación de “abandono” -así la calificó el presidente- de esos tres monumentos -al del Rosario ni siquiera se pudo entrar, porque no funcionaba la llave-, que él atribuyó al “desprecio” del anterior Gobierno local hacia todo lo que tuviera que ver con el cuidado de todos estos elementos.
No mencionó el presidente otro punto que parece crucial: el turismo. Melilla debería aprovechar, o maximizar, todas las posibilidades de que disponga para salir de su letargo, y el patrimonio, por supuesto, es una de ellas. Los más de cinco siglos de historia de la ciudad y todo lo que en ella ha ocurrido hacen que merezca la pena no sólo conservar los monumentos, sino darlos a conocer a quien no es de aquí.
La potenciación del patrimonio histórico de Melilla, pues, utilizado como impulso al turismo. Es una idea que ya manifestó hace unos meses en este periódico una guía local, quien declaró: “Melilla es perfecta para una escapada de tres o cuatro días y tendríamos que centrarnos en el turismo cultural”.
Pero, para ello, lo primero es que los monumentos no estén descuidados, ni muertos. Hay que devolver la vida al centro de la ciudad, y al Pueblo, y hay que conseguir que Melilla vuelva por donde solía. Es preciso dejar de pensar en otros y arreglar, primero, nuestras cosas. Se necesita un Gobierno local que, con la ayuda del que salga en Madrid, emprenda las acciones necesarias para recuperar la esencia de Melilla, y en esa tarea la mejora, el cuidado y el fomento del patrimonio pueden desempeñar un papel esencial.