Escasez de sémola en Argelia, tomates al doble de su precio en Marruecos, racionamiento de harina en Túnez y una inasumible carestía en Libia empobrecen aún más a las familias del Magreb que afrontan un costoso ramadán, mes sagrado de ayuno y de gran consumo, por la guerra en Ucrania.
"Existe una vulnerabilidad en cuanto a los productos más consumidos, una gran parte importados y de gran necesidad como leche, aceite y trigo", detalla a Efe el economista argelino, Mahfud Kaubi, que se muestra preocupado por la inestabilidad de los mercados.
Sensibles a los vaivenes del mercado internacional y altamente dependientes de la importación de trigo desde Ucrania, el pan tradicional argelino o la sopa marroquí de tomate "harira" que las familias preparan para el "iftar", ruptura del ayuno al atardecer, se han convertido en productos de lujo.
Argelia y Libia superan el 40% de trigo importado desde Ucrania. Túnez alcanza el 50% de trigo blando y para Marruecos, el mejor parado, supone un cuarto de su exportación nacional, pero son productos subvencionados, en economías depauperadas, cuyos precios, afectados también por el alza del combustible, intentan contener controles gubernamentales.
"Este mes de ramadán comenzamos a asistir a una perturbación de la cadena de abastecimiento", reconoce Kaubi, y pronosticó que la tendencia se mantendrá este año con la esperanza en una recuperación en 2023, aunque hay signos "pesimistas".
El pan tradicional, elaborado con sémola, es imperativo en las mesas argelinas de Ramadán. Una costosa vianda este año con los precios disparados desde la invasión rusa de Ucrania, el principal proveedor de Argelia, segundo consumidor africano de trigo.
En el supermercado de Bab Ezouar, a unos 15 kilómetros al este de Argel, no queda ni una bolsa. En las tiendas de mayoristas, las reservas se agotaron y una mujer arrebató las últimas que quedaban de cinco kilogramos en los estante, según pudo comprobar Efe.
El Gobierno argelino prohibió el pasado 13 de marzo la exportación de productos derivados del trigo, mientras los argelinos almacenan pese a que el Ministerio de Agricultura aseguró que las existencias para este año están garantizadas a partir de la producción nacional -el 34%- y de cantidades previamente importadas.
El precio del diésel ha superado por primera vez al de la gasolina. La subida del combustible por excelencia del transporte de familias y mercancías afecta a los productos de mayor consumo.
Como el tomate, componente básico en la elaboración de la sopa "harira", plato principal del iftar, que ha subido a más del doble de su precio.
El Ejecutivo aprobó subvenciones para el trigo destinadas a anular los aranceles de exportación y otorgar una ayuda de 82 dirhams (7,7 euros) por cada 100 kilos importados ante el aumento de los precios.
El país tiembla con las previsiones del banco central que arrojan una inflación récord del 4,7 %, a causa de la guerra en Ucrania y la sequía que sufre el país.
El que fuera conocido como el "granero de Roma" durante la Antigüedad clásica, importa desde Ucrania actualmente el 48% del trigo blando, utilizado para fabricar pan, cuyo consumo aumenta estos días un 135% más que en el resto del año.
A finales del año pasado, ya la incapacidad del Estado para pagar en efectivo a sus proveedores, que desconfían del crédito, provocó el retorno de varios barcos cargados de mies.
Durante ese mes islámico de Ramadán, los comercios se han llenado de letreros para limitar la compra de productos como el azúcar, arroz, sémola, harina y aceite vegetal a un paquete máximo por persona y día.
Mientras el Ministerio de Comercio anuncia numerosas incautaciones de productos en almacenes clandestinos distribuidos por todo el país, y el de Sanidad lanza una campaña para reducir el consumo de azúcar, sal y frituras para "vivir mejor".
El presidente Kais Said, que se arrogó plenos poderes el pasado mes de julio, insiste en culpar a los especuladores y ha lanzado un decreto para castigar el monopolio "criminal" que atenta contra la paz y la seguridad social.
Libia comenzó un esperanzado Ramadán, por primera vez sin restricciones por la pandemia, aún con la incertidumbre política, pero el retraso en el pago de salarios y los precios exorbitantes, especialmente de la harina y la leche, no lo están haciendo llevadero.
El país no solo importa el 43% del trigo de Ucrania sino leche en polvo enlatado así como aceites vegetales.
El poder adquisitivo del ciudadano se resiente mientras las autoridades de Trípoli prometen subvenciones y 300 dinares libios, unos 59 euros, para hacer rente a la subida de precios en el mes de ayuno. Hasta el momento, las ayudas no han llegado.
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