Han sido 18 años de vivencias, de compartir momentos y de un cambio de visión para el padre Fracisco Sierra, que se despide de la Iglesia Castrense tras 18 años de servicio.
A pesar de que llegó destinado a la ciudad en 2005 con no muchas ganas, el padre Francisco se va de Melilla con una visión totalmente cambiada. Su andadura en la ciudad comenzó hace 18 años, cuando tras venir a la celebración de la boda de la hija de uno de sus amigos, se produjo un salto a la valla que lo dejó "un poco traumatizado", según cuenta a El Faro.
Tras este suceso en el momento en el que le tocó cambiar de destino, pidió a la Diócesis que lo trasladaran a cualquier ciudad menos a Melilla, pero el destino tenía otros planes para él. "Vi el perímetro de la ciudad lleno de escaleras de madera amontonadas y me dio una sensación de claustrofobia tremenda", señaló.
Una vez en Melilla, ese pensamiento empezó a cambiar. El padre Sierra comenzó a conocer la realidad de Melilla, a vincularse con los parroquianos, a tener una realidad distinta de lo que siempre le habían contado de Melilla. "Ahora empiezas a vivir tú y la empiezas a hacer algo tuya también", destacó.
El padre Sierra llevó a la Iglesia Castrense con una misión concreta. Transformar un templo que hasta entonces no funcionaba como parroquia, sino que era un lugar para el culto puntual y al que solían acudir los melillenses porque la misa era más rápida que en otras iglesias. "Se celebraba la misa dos domingos, pero el resto de la semana estaba vacía. Solamente venían algunas personas mayores, pero no tenía una vida como una parroquia al uso", explica.
Poco a poco, este párroco empezó a crear una comunidad. A ofrecer a la gente lo que buscaban de una parroquia como catequesis o una atención más personal. "Fue creciendo y la verdad que se creó una comunidad muy agradable. Una comunidad en la que la parroquia comenzaba a funcionar como tal y eso me iba dando sensación de que iba por el buen camino".
A la par que la parroquia fue evolucionando, la ciudad de Melilla también lo hizo, como también las necesidades de las personas.
En ese proceso, cuenta el padre Francisco, fue encontrándose gente de todo tipo, que le fue haciendo cambiar de mentalidad. "Ya no miras al resto con temor, tratas de interesarse por cómo son, por cómo piensan, por cómo viven determinados acontecimientos o por meterte en su cultura y al final acabas haciendo que sea también parte de la tuya. Disfrutas de ello".
De esa primera etapa en Melilla también guarda buenos recuerdos. El padre Sierra tiene en su memoria el momento en el que sus padres lo acompañaron en el trayecto o el cariño de los melillenses durante los duros momentos que pasó cuando sus padres fallecieron. "Puedo constatar el cariño de la gente precisamente en esos momentos duros, momentos muy íntimos que se quedan aquí".
Ahora le toca marchar por necesidades de la Diócesis. Su próximo destino será el Mando de Operaciones Especiales en Alicante, pero lo que ahora le toca es desarmar la casa que ha sido su hogar durante casi una década y su despacho en la Castrense. Un proceso que está resultando duro. "El cambio es totalmente radical porque paso de estar en una parroquia a una Unidad operativa en un cuartel y con mucha actividad. Solo me queda adaptarme a la nueva realidad y ver qué se puede hacer allí".
"En 18 años creas afectos y vivencias con la gente y todo eso es lo que más duelo, lo que más cuesta de desarraigar", afirma Sierra. A pesar de que asegura que eso se lo llega consigo, señala que siempre le queda la pena de saber que por circunstancias evidentes de la edad de algunos de sus parroquianos, nunca más los volverá a ver. "Sabes que ya es la última vez que los vas a ver, te da un cierto dolor". Asimismo, señala que hay otras personas que por sus circunstancias concretas o por su forma de ser también se causan más pena dejar de verlas. "Ves su sinceridad, su cariño y eso te duele más cuando te tienes que ir".
"Espero que la gente me recuerde con cariño por lo que se ha hecho, pues he tratado de ayudar al que se ha podido, se ha tratado de atender al que lo ha necesitado y hemos procurado que las puertas de la iglesia estuvieras abiertas para todos los miembros de la comunidad católica castrense para los que lo han necesitado y para los que no".
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