Han pasado 350 años desde que el Nazareno de la Cofradía del Pueblo saliera por primera vez a procesionar por las calles de Melilla. En ese tiempo muchas cosas han cambiado en nuestra ciudad. Sin embargo hay algo que continúa inmóvil: La devoción de los melillenses por la imagen de este Cristo portando la cruz.
La Cofradía fue puntual. Las puertas de la Plaza de Toros volvieron a abrirse por segunda vez esta Semana Santa para que, en esta ocasión, las imágenes del Nazareno y la Virgen de las Lágrimas salieran a procesionar por las calles de la ciudad. A pesar de que muchos melillenses iniciaron sus vacaciones y gran parte de ellos aprovechan estas fechas para viajar fuera de la ciudad, también los hubo que quisieron arropar a la hermandad más antigua de nuestra ciudad durante su segunda estación de penitencia.
El Cristo salió, como cada año, por la puerta principal del coso taurino. En cuanto los portadores asomaron a la calle, comprobaron, satisfechos, que la gente había respondido. No era un Miércoles Santo más, era el 350 aniversario del titular de la Cofradía y más que nunca hacía falta el calor de la gente en el recorrido. El capataz fue el primero en echar un vistazo a la plaza. Todo estaba listo para comenzar el camino. Guió a los portadores para que bajaran las escaleras, en una maniobra que, a pesar de repetirse cada Semana Santa, sigue siendo igualmente complicada y continúa despertando admiración y aplausos entre los asistentes.
Los nervios entre los cofrades antes de poner el pie en la calle eran superiores a los de otros años, tenían muy presente que se trataba de una fecha especial. El Nazareno lucía resplandeciente con su nueva túnica, bordada en oro por dos de las hermanas de la Cofradía. Los portadores no defraudaron. Sacaron el trono con maestría y cuando llegaron a la calle los aplausos agradecieron su esfuerzo.
Pocos minutos después de la salida del Cristo, el portón trasero de la Plaza de Toros también se abría. Nuestra Señora de los Dolores, la Virgen de las Lágrimas, asomaba por el coso taurino para salir a la calle y seguir, con el rostro impregnado en dolor, los pasos de su hijo portando la cruz. La imagen salió despacio, sin prisa pero sin pausa, llevada a costal por los cofrades que la mecieron con el compás del inconfudible paso sevillano, como ya lo hicieron el Lunes Santo con La Sentencia. La banda se convirtió, una vez más, en los ojos de los costaleros, junto a las indicaciones del capataz. Unos metros por delante, a otro ritmo, el Nazareno continuaba también su marcha.
El movimiento sereno, a pasitos cortos, que mecía el palio de la Virgen suavemente y cada una de las paradas, seguidas de una ‘levantá’ para llevar ‘al cielo’ a Nuestra Señora de los Dolores lograron despertar la admiración entre las decenas de melillenses que se reunieron en las inmediaciones de la Plaza de Toros para disfrutar de la procesión. El Tercio Gran Capitán de la Legión escoltó, como es habitual, a la procesión en todo su recorrido.
Alrededor de las 22:30 horas la Cofradía entraba en la carrera oficial, donde la gente también quiso arropar a los cofrades. Decenas de personas se agolpaban a izquierda y derecha de la Avenida Juan Carlos I esperando entrar la procesión. Unos minutos después de la entrada, la Cruz de Guía primero y los tronos después, paraban frente a la tribuna. Allí hubo saeta para paliar el dolor del Nazareno, agotado por el peso de su cruz, y de su madre. El vicario de Melilla Roberto Rojo aprovechó para dedicar unas palabras a la hermandad por su aniversario.
Tras el paso por tribuna llegó el momento de emprender el camino de regreso a casa. Alrededor de la medianoche la Cofradía volvió a la Plaza de Toros donde las imágenes descansarán hasta el sábado, cuando serán trasladadas de nuevo a la iglesia de la Purísima para quedarse allí hasta el próximo año.
Antes del regreso, la Cofradía del Pueblo aún tiene otra cita con los melillenses mañana. El Santo Entierro recorrerá como cada Viernes Santo las calles de nuestra ciudad en una de las procesiones más solemnes de la Semana de Pasión. Será la última estación de penitencia de la hermandad, en la que contará, como es habitual, con una representación del Gobierno local. Ése día la cofradía compartirá protagonismo en la calle con La Soledad y la Virgen de la Piedad que también saldrán al encuentro con los melillenses en uno de los días más grandes de la Semana Santa local.
Si las previsiones meteorológicas se cumplen la hermandad podrá completar este año todas sus estaciones de penitencia sin ningún problema. Ayer los cofrades se fueron a casa satisfechos y cansados. Hoy ya era momento de ponerse de nuevo en marcha para preparar todos los detalles de la próxima procesión.
Emotivo ‘baile’ de la Virgen ante el Nazareno para cerrar la jornada
La Cofradía del Nazareno no quiso dejar pasar ayer la oportunidad de hacer un homenaje por su 350 aniversario. Al final de la estación de penitencia, alrededor de la una de la madrugada, cuando la hermandad regresaba a la Plaza de Toros, los cofrades lograron poner a flor de piel las emociones de todos los que se congreraron en las inmediaciones del coso taurino. El vicehermano mayor Marcelo Nogales leyó un breve texto en el que recordó la primera salida de la Cofradía a la calle el 2 de abril de 1665, un Jueves Santo que supuso el inicio de la historia de esta hermandad. Tras sus palabras, que escuchó atentamente el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, los costaleros de la Virgen de las Lágrimas y los portadores del Nazareno comenzaron a bailar el trono y el paso. Alante y atrás y desapcito, la Virgen se acercó a saludar a su hijo. Los hermanos se esforzaron una y otra vez, en cada levantá, en cada paso hacia adelante y hacia atrás y el público no pudo evitar los aplausos mientras el capataz pedía a los cofrades una nueva levantá “por estos 350 años y por 350 años más”. Los melillenses volvieron a rendirse a la Cofradía del Pueblo que dejó en las retinas de los espectadores una de las imágenes más bellas de esta Semana Santa.
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