Opinión

El narco

Sobrevive siempre porque su capacidad de adaptación es tal que no hay circunstancia que lo llegue a eliminar. Si acaso sufre mutaciones y rebajes por el noble y persistente acoso de las Fuerzas de Seguridad y la Justicia, pero con la fortaleza como especie de su negro patrimonio y la debilidad de sus principios mantiene la cabeza fuera del agua.

El narco está infiltrado en una parte nada desdeñosa del espectro social. Por su propia condición clandestina, su vivir camaleónico le faculta a representar como empresario en muy diversas disciplinas; inmobiliario, hostelero, suministros varios…etc, incluso generoso y dadivoso protagonista de causas en las que la compasión marca la acción. Es su forma de blanquear el verdadero espíritu y negocio de su existencia.

También lo está para otras causas en lo que lo perentorio y la “urgente necesidad” reclaman de su rápido y podrido dinero. Causas en las que el control por el poder, a falta de otras fortalezas, requiere la contundencia del dinero por las vías de las cloacas. A veces, en política, se justifica internamente su “utilidad” en aras de un mal menor o un bien mayor, según se mire, cuando en realidad se persigue la protección de intereses personales o partidistas.

El caso del presidente colombiano en estos días y presuntamente corroborada por su propio hijo la presencia de dinero del narcotráfico en su campaña electoral con tal de salvar el pescuezo, es un ejemplo. Quizás no haga falta cruzar el Atlántico, ni siquiera frontera alguna para encontrar otros. Al narco, por su propia condición clandestina, se le puede prometer “compensar” sus servicios y no cumplir en el plazo, pero más tarde o más temprano se hace. Tiene la paciencia de sus recursos fortalecidos por una adicción que alientan y que se acomoda en tantas y tantas vidas rotas.

Se le acaba pagando desde la panoplia de opciones que el poder, una vez a buen recaudo, propicia. Compras o adjudicaciones, licencias…hacen que los intermediarios con ese mundo salden deudas. El narco suele ser vocinglero, presuntuoso, jactancioso y vanidoso en la competencia con ejemplares de su misma personalidad y afinidad, quiere notoriedad como paso a la autoridad en detrimento de la discreción.

Sabe, el narco, por su propia experiencia de vida, que la corrupción nunca tocará techo, forma parte del alma humana y sus ambiciones, así que lo mismo catapulta que hace despeñar. Inocula su letal esencia a quienes ponen, por una u otra circunstancia, los principios a su mismo nivel.

Genera actividad económica al tiempo que agusana y descompone a la sociedad y al alcanzar la política lleva a estas al nivel de ciénaga a costa de, incluso, prestar servicios públicos en las instituciones, este es su ansiado cénit. Evoluciona, observa y escucha con atención a las “urgencias políticas” y las expectativas de negocio sin perder el pulso de su “entramado empresarial” pero, en ocasiones, sea por su propia supervivencia o ego, abre las plumas de su cola como un pavo del averno y se hace notar.

Este es un pequeño recuerdo y reconocimiento a hombres y mujeres de los Cuerpos de Seguridad, quienes en su noble e indispensable empeño, en este momento y en todos, intentan que no quede impune, ni más lejos ni más cerca, ese grado de putrefacción que, también alcanza a ese igualmente noble y amenazado ejercicio de la política.

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