Ígor Martínez tiene 29 años. Nada más verlo te preguntas en qué mundo vivimos para considerar veteranos a los futbolistas que entran en la treintena. Llega puntual a la cita, no porque el tiempo sea oro, sino porque en su familia le enseñaron que oro es la educación.
De origen humilde, nació en Vitoria y creció como jugador y persona en el Deportivo Alavés, el Athletic de Bilbao, el CD Mirandés y el CD Lugo. Con su fichaje esta temporada por la UD Melilla ha conocido el sur, y asegura que fue una buena decisión venir a la ciudad.
Tras lanzarle un par de fotos -donde intentamos recoger el carisma que se le sale de los bolsillos-, nos sentamos a la mesa de grabaciones. Dos horas después, Igor Martínez nos ha demostrado que si es un lujo verlo jugar, escucharlo contar su vida deportiva es un privilegio.
Vamos a empezar por tus inicios. Además de al fútbol, Igor, jugabas a la pelota vasca.
Mi padre era aficionado a la bola y a través de él empecé a practicar este deporte desde pequeño. Se me daba muy bien, pero a medida que fui creciendo me interesé más por el fútbol. Recuerdo estar jugando a la pelota y esperar el momento de acabar para ir corriendo a ponerme las botas de fútbol y salir a jugar con los amigos. Entré en las inferiores del Alavés con cinco años. Digamos que al final tuve que decantarme por una de las dos, y elegí el fútbol.
Ibas a Mendizorroza a ver los partidos del primer equipo de la mano del aitona Joaquín, fiel seguidor del Glorioso.
La afición al Alavés me viene de familia. Mi aitona, mi abuelo, era un gran aficionado del equipo y me llevaba todas las semanas al estadio a ver los partidos. Lo quería mucho, y a él también le debo gran parte de la pasión por el club y por el fútbol que siempre tuve.
Actualmente es habitual que algunos clubes preparen a sus canteranos para un estilo concreto, con la finalidad de que estos se especialicen en ese modelo de juego y lleguen listos a una primera plantilla que ponga en práctica la misma idea. Hablo de casos como el Barça o el Villarreal, por ejemplo. ¿Recuerdas si en tus inicios en el Alavés pasaba algo similar?
Sinceramente, no tengo recuerdos de que en las distintas edades se nos entrenase de una manera concreta o para un estilo determinado. Los entrenamientos eran normales, generales, y dependían de la categoría en la que estuvieses y de lo que considerase el entrenador que llevaba el equipo. Ibas mejorando como jugador a medida que ibas creciendo, pero no te hacían un futbolista específico.
En aquella cantera ¿eras tú el crack individual o primaba el juego de equipo?
Sobre todo hasta juveniles, quizá sí era yo uno de los jugadores más destacados. Jugaba arriba y marcaba bastantes goles, y muchos de ellos daban victorias. Ya en juveniles, siendo aún de primer año pasé a jugar en división de honor, que es la categoría superior y abarca a los principales equipos de la comunidad, y la diferencia con el resto se redujo. Pero se podría decir que, en general, sí estaba entre los que solían destacar en el equipo.
Llegaste al primer equipo en 2007, siendo aún muy joven. Aquel era un Alavés venido a menos desde la final de UEFA perdida, que había descendido a Segunda un año antes. Ese equipo aún tenía jugadores ilustres, como el mediocentro Astudillo o el delantero Aganzo.
Aquello fue una experiencia… pues imagínate. Yo todavía era casi un niño, tenía 18 años, y estar en un vestuario con jugadores de esa importancia imponía. Te quedabas callado en una esquina y dejabas que hablasen los veteranos. Al principio estabas como algo apartado, pero los compañeros te acababan tratando como uno más. Yo no viví eso de que el joven es el que tiene que llevar los balones y cosas así. Son métodos que tampoco veo bien para los jóvenes del filial hoy día.
Esa temporada el equipo coqueteó con el descenso a la tercera categoría.
Vivir esa situación límite siendo tan joven, fue una experiencia dura. Aquel Alavés pasaba una mala época institucional. La gestión y la salida posterior del presidente Dimitri Piterman tras el descenso afectó mucho a la afición, y acabó repercutiendo en el equipo. Quizá por eso las cosas no salieron como habrían de salir en una plantilla que tenía gente de mucha calidad. Al final nos salvamos en la última jornada, ganando al Celta en Balaídos y mandando al Racing de Ferrol a Segunda B.
Tu debut se produjo en la jornada seis. El entrenador que te dio la oportunidad fue Josu Uribe, que más tarde dirigió a la UD Melilla.
Sí, Uribe fue quien me dio la alternativa en un partido contra el Tenerife, en Mendizorroza. Era un entrenador al que le gustaba jugar por las bandas, pero a mí me usaba por dentro, de segundo delantero. Imagínate debutar en el estadio de tu club de toda la vida, una ilusión enorme. Ese año ya formé parte de la primera plantilla y jugué varios partidos más con los diferentes entrenadores.
Para la siguiente temporada ya tenías 19 años y te hiciste titular. Pero desafortunadamente tu mejora coincidió con el descenso.
Pese a la salvación la temporada anterior, el equipo no funcionó tampoco el año siguiente. En lo personal sí fue bien, ya que jugué casi todo y al final me gané el puesto. Como titular viví el descenso en la penúltima jornada, pese a que ganamos al Alicante. Descender fue muy triste tanto para mí como para mi familia, que estuvo tanto o más afectada que yo. En esas situaciones… Ya sabes, solo queda recuperarse y seguir adelante.
En Segunda B ya sí fuiste un puntal indiscutible, formando ataque con el veterano Dani Bouzas, que jugó muchos años en Primera con el Sporting. Y compartiendo plantilla con dos de tus compañeros actuales en la UD Melilla. El volante era Ruano y el lateral derecho era tu actual entrenado, Luis Carrión
Ese año lo jugué todo, treinta y muchos partidos como titular, hice ocho goles y fui uno de los mejores del equipo. Acabamos el año quintos, rozando la liguilla. Yo jugaba en banda derecha, acercándome mucho al área. Me sentía muy cómodo en esa zona del campo y muy cómodo con ellos. Nos llevábamos muy bien los tres ya por entonces.
Carrión, el míster, era titular en el lateral derecho, detrás de mí. Era un jugador muy ofensivo, y nos entendíamos mucho. Cuando nos tocaba alguno bueno por la izquierda, nos la liaba, ja, ja. Nos gustaba hacer paredes y cosas así. Hicimos algunas buenas jugadas juntos, como en el partido contra el Ejido, donde una combinación en la banda acabó en un golazo.
Carrión se crió en La Masía. De Guardiola decían sus compañeros que ya era entrenador antes de serlo, por cómo se comportaba en el campo, dirigiendo. ¿Se le veía al míster ya la madera de técnico?
‘Carri’ era un jugador muy inteligente, muy ofensivo. Mmm… No recuerdo que diese indicaciones u organizase al resto del equipo, pero sí que tenía buena técnica y gusto por el balón. Y en el campo nos entendíamos muy bien.
Tu año fue tan bueno que el Athletic te fichó. De hecho, Caparrós ya había tratado de firmarte antes. Pagaron por ti una cantidad considerable y el fichaje generó alguna polémica.
El Athletic me había venido siguiendo desde las inferiores, cuando ya destacaba. Caparrós apostó finalmente fuerte por mí y llegué a Bilbao en 2010. Muchos seguidores alavesistas no se tomaron bien que un nuevo jugador de la cantera se marchase al equipo poderoso de la zona. Irme fue una decisión difícil, claro. Pero son cosas que pasan habitualmente en el mudo del fútbol. Hablé con mi familia y juntos decidimos que era un paso adelante. Parte de la afición se molestó, es cierto, pero ellos tienen que entender que en la carrera de un jugador hay decisiones así. Mi corazón siempre será del Alavés. Quizá no me sentí querido, pero yo sé cuales son mis sentimientos, y el que no lo entienda…
¿Era tu objetivo llegar a un club vasco con tanta historia como el Athletic o preferías haber jugado en Primera con tu club de origen?
A mí me hubiese encantado jugar en Primera con el Alavés, pero el equipo estaba en Segunda B y la oferta de un club como el Athletic no se puede rechazar. En una carrera deportiva a veces hay que dejar el sentimiento a un lado y pensar en las aspiraciones profesionales. Y eso hice. El Athletic es un gran club, donde me sentí muy acogido desde mi llegada, tanto en el vestuario como por la grada.
Allí coincidiste con jugadores que conocías de las selecciones inferiores de Euskadi. ¿Cómo fueron tus inicios con los Leones?
Empecé jugando mucho en pretemporada y haciendo tres goles. Uno de los futbolistas con los que mejor me llevaba era Óscar de Marcos, con quien había coincidido en el Alavés. La plantilla se portó muy bien con un joven de 21 años como yo, aunque pagué alguna que otra novatada.
En una convocatoria, los veteranos me dijeron que Caparrós estaba en su habitación y quería hablar conmigo en privado. Yo, extrañado, decía: ¿conmigo? “Sí, sí, corre, que te está esperando para decirte algo importante, y como no vayas pronto…” Siguieron insistiendo hasta que acabé yendo a la habitación. Llamé, y cuando el míster abrió y me vio allí plantado me dijo, “¿usted qué hace aquí?” , y se echó a reír. Ja, ja, yo no sabía dónde meterme, de la vergüenza.
Resulta curioso que un andaluz de pro como Caparrós se convirtiese en uno de los leones más queridos en Bilbao. Desde fuera, parece un entrenador de los de antes, de estilo clásico.
Joaquín Caparrós es una gran persona, y un hombre muy intenso. Por su compromiso y su manera de ser se hace querer en cualquier lugar, y así fue en Bilbao. En lo deportivo, le gustaba poner dos delanteros. Jugábamos con mucho orden, concentrados y tratando de salir rápido. Es un buen técnico, y lo sigue demostrando hoy día, desde que ha tomado el banquillo del Sevilla.
Realmente aquel año llegaste para alternar el primer equipo y el Athletic B. El filial estaba dirigido por De la Fuente, actual seleccionador de la Selección española sub-21. ¿Eran los estilos de ambos muy distintos?
Jugué muchos partidos con el ‘B’. De la Fuente era un entrenador que tenía una buena propuesta de juego, quizá sí algo distinta a la de Caparrós. Pero la temporada no fue como se esperaba y acabamos en posiciones bajas.
En Liga te estrenaste en la jornada tres. El míster dijo que habías estado magnífico.
Sí, fue un gran debut, en el Molinón. Jugué titular en un ataque junto a Llorente y di la asistencia del primer gol a Gurpegui. El partido acabó en empate, me sentí cómodo y recuerdo que estuve bastante acertado. A Caparrós debió de gustarle, porque a partir de ahí jugué varios partidos de titular.
Y fuiste convocado para la Sub-21, dirigida por Luis Milla.
Estaba jugando habitualmente en aquellas fechas, a finales de 2010, siendo titular en ataque, y me llegó la oportunidad. Luis era un entrenador al que le gustaba tratar bien el balón. Fue una bonita experiencia recibir aquella llamada.
Volviendo al Athletic. El equipo acabó la Liga sexto, y al banquillo llegó Marcelo Bielsa. ¿De verdad está tan loco como su apodo refiere?
Ja, ja, sí. Bielsa es un entrenador muy especial, un obsesionado del fútbol. Veinticuatro horas pensando en fútbol. Eso mentalmente…
Con los jugadores guardaba ciertas distancias. No es el típico “técnico amigo” que está a cada momento hablando personalmente con cada jugador, pero es una persona muy educada, y muy honesta. Cuando entrabas al vestuario y veías a Bielsa sabías que tenías que guardar silencio y escucharlo atentamente. Se sentía el respeto. Hay una cosa de la que estoy convencido, porque lo sé y porque además así se ha demostrado, y es que con su personalidad y sus métodos solo trataba de hacernos mejores futbolistas.
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