La Asamblea debatió ayer sobre los Presupuestos del 2015. Sin embargo, el motivo del Pleno podía haber sido cualquier otro porque nuevamente volvieron a escucharse los ‘argumentos’ de siempre.
Después de la retahíla de cifras y porcentajes ofrecidas por el consejero de Economía, Daniel Conesa, llegó el cruce de las habituales acusaciones. La sesión de ayer fue tan anodina que los diputados no se esforzaron en idear nuevos reproches. Echaron mano de los ‘argumentos’ de siempre, se procedió a la votación y se cumplió con el trámite anual.
En cualquier sesión plenaria se espera de nuestros diputados un debate de más profundidad, pero aún se echa más en falta esta confrontación de ideas en plenos, como el de ayer, de los que sale el guión para la gestión que se va a hacer en nuestra ciudad en los próximos doce meses.
Evidentemente, el desempleo y la pobreza, dos asuntos que nos causan gran preocupación a los melillenses, tuvieron un especial protagonismo. Sin embargo, la ocasión no sirvió para que algún grupo político expusiera una nueva visión sobre estos asuntos u ofreciera alternativas para abordarlos desde planteamientos distintos.
Por otra parte, ayer volvió a quedar claro una vez más los frustrantes resultados que está consiguiendo el Reglamento de la Asamblea. Después de meses de debate y tras ser aprobado con una mayoría más que suficiente, las expectativas con las que se puso en marcha no se están cumpliendo. Quizá el error se produzca cuando se pasa de la letra de su articulado a los hechos de las sesiones plenarias. Pero lo cierto es que por su inflexibilidad en la regulación de las sesiones plenarias o por su rigurosa aplicación, lo que más se echa en falta en los debates de la Asamblea es precisamente el debate. La confrontación de ideas se convierte muchas veces en monólogos que se pronuncian sin esperanza de recibir ninguna respuesta y en otras ocasiones se producen diálogos de sordos debido a la escasa ligazón entre los argumentos de unos y las razones de otros.
Si se tratara de un programa de televisión, haría bastante tiempo que los plenos habrían dejado de estar en la parrilla de la programación. No generan ninguna fascinación en la ciudadanía, entre otros motivos porque pocas veces se abordan asuntos que afectan al día a día de los vecinos. Las generalidades y los discursos que siguen unos argumentarios conocidos están alejando cada vez más a los melillenses de las intervenciones de sus representantes políticos en la Asamblea. Nadie nos puede reprochar que cada vez comencemos a estar cansados de asistir al mismo pleno de siempre.