En los tiempos que corren, tiempos de crisis y privaciones, tiempos de incertidumbres, tiempos de ‘a ver qué pasa este final de mes’; en estos tiempos, comprar un kilo de langostinos de la Mar Chica por ocho euros es un auténtico lujo sólo al alcance de melillenses y visitantes. Sobre todo si dirigen sus pasos al mercado del Buen Acuerdo.
Los castizos decimos que es la plaza de la Gota de Leche. Es igual, es el punto de abastecimientos alimenticios de la calle del Músico Granados.
Es un –dirían los ingleses albiones– ‘meeting point’. O sea, es un punto de encuentro en el que gentes de muchos barrios –Real, Victoria, Libertad o Tesorillo– encuentran una alternativa al mercado central de Gracía Cabrelles, porque está más cerca y es más barato. Son pocos pero elegidos: Aomar, pescados; Mohand, pescados; Alberkader ‘Juanito’ Mohamed, fruta y verduras; la guapa de Lourdes, carne; Fernando, administraión. Son una hermosa familia que se habla sin pronunciar palabra, sólo con mirarse a los ojos.
Los tiempos de crisis tienen eso, la variabilidad de los precios. Lo dijo un afamado economista, John Mayard Keyness: ‘cuando hay inestabilidad, todo puede ocurrir en el mercado’. Claro, el bueno de Keyness no se refería al de la Gota de Leche. Pero aquí es evidente que las fluctuaciones entre oferta y demanda están al orden del día:
-“Aomar, ¿qué me llevo? tengo ganas de marisquito para picar y algo para la paella?”
-“¿Qué te quieres gastar?”
-No sé, unos 15 euros porque si no mi costilla me puede matar y no es cuestión ¿no te parece?”
-“Te pongo medio kilo de langostinos de la Mar Chica, otro medio de mejillones de la purificadora de los Altos del Real y me lío la manta a cabeza y te regalo un puñado de gambas, pero, por tu madre, no se lo digas a nadie”.
Compro en presencia de Charo Berenguer, hermana de mi admirable y sufrida esposa. No se lo cree. “¡Pero si lo que has comprado es el equivalente a un cartucho de truchas en el mercado de la calle de Antonio López!”. Ya, pero estamos en Melilla, el paraíso del pescado. No es como antes, pero quien tuvo retuvo y guardó para la vejez. ¡Qué festival nos vamos a dar!, pensé.
Encuentro a un amigo de categoría, don Antonio Garrido, Melilla Hoy, –alguien le bautizó con ‘ojo punto’– que acaba de ser papá 17 años después de encontrarse con Antoñito, admirable ser humano e hijo pequeño de la unión que María de los Ángeles Calderay (nombre periodístico donde los haya) y el propio Antonio firman desde los orígenes de la Tierra. Os queremos.
Las mañanas en el mercado del ‘Buen Acuerdo’ son fantásticas porque hay seres fanstásticos como, por ejemplo, Abdelkader ‘Juanito’ Mohamed, o Fernando Ramos –el jefe–, inflexible pero entrañable. El señor Mohand, al pescado, que es capaz de lipiar todo, hasta las gambas aunque, con buen criterio recomienda “guardar las cabezas y las cáscaras para un buen clado de marisco”. ¡Uf qué lujo de seres humanos!.
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