Opinión

El martillo de Melilla

HoY no sé por dónde empezar el artículo: si por el robo de la ambulancia, el asalto a la gasolinera de General Villalba, el atraco al estanco, la reducción drástica de las comunicaciones en barco, el pufo en las cifras de la COVID en Melilla o pidiendo directamente la dimisión de la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, de la que dependen las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en esta ciudad, el contrato marítimo y la dirección provincial del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa).

Señora, tengo que admitir que su capacidad destructiva nos ha sobrepasado. Cuando creíamos que había tocado fondo después de aquella mentira sobre la ubicación del centro COVID en Altos del Real o escondiéndose en cuanto las cifras de contagios se dispararon en Melilla, usted demuestra que es como Atila, que según cuenta la leyenda él mismo decía que por donde pisaba su caballo no volvía a crecer la hierba. Él se sentía como el martillo de Dios. Nosotros sentimos su gestión como el martillo de Melilla.

La Delegación del Gobierno nos vendió esta semana pasada la constitución del Centro de Coordinación (Cecor), una especie de mando único que permite a Sabrina Moh presidir lo que hemos llamado de toda la vida Junta Local de Seguridad, de la que ella se sentía anfitriona, pese a que con la ley en la mano no le corresponde convocar y presidir las reuniones. Pues bien, señora, como dicen en mi pueblo, la avaricia rompe el saco. Ha sido ponerse al frente del Cecor y nos revientan la ciudad.

En Melilla estamos cansados de que nos roben el bolso y el teléfono en la calle y que no pase nada. De que nos atropellen en los pasos de peatones y que no pase nada. De que nos roben los retrovisores de los coches y que no pase nada. De que incendien los contenedores y que no pase nada. De que nos intenten violar y siga sin pasar nada.

Hasta marzo de este año nos creíamos la teoría racista de que la culpa era de los maleantes que entraban por la frontera, hacían y deshacían en Melilla y luego se largaban a Marruecos sin dejar rastro.

Pues bien, ahora sabemos que los ladrones son de aquí. Están aquí y la droga que tiran con lucecitas por la frontera se vende aquí, se trafica aquí y se exporta a la península desde aquí. ¿Y saben cuántos narcos de los grandes caen de media al año en esta ciudad? Ninguno. Con suerte pillamos a algún camello de poca monta, pero a los señores de la droga no los tocamos. ¿De verdad es porque no existen?

Se nos ponen los pelos de punta cuando vemos el vídeo del asalto a la gasolinera de General Villalba. Entran, se llevan hasta las monedas y se van. Me gustaría equivocarme pero estoy casi segura de que a esta hora no han sido detenidos.

Cuando en 2012 la Policía Nacional desarticuló la banda que asaltaba casas, gasolineras, oficinas y bancos en Melilla y Málaga, creímos que era un hecho aislado. Pues no. No lo es. Donde hay pobreza y desempleo hay delitos. Pasa en la favelas de Brasil y pasa en La Cañada de Hidum.

La última vez que la Policía Nacional se metió a saco en La Cañada, encontró lo que buscaba y lo que no buscaba. Hemos cedido territorio a los delincuentes y así tenemos la ciudad que tenemos. Esto parece la Colombia de finales de los ochenta con el cartel de Medellín echándole un pulso al Estado.

Pues bien, señora presidenta del Cecor, me gustaría saber qué historia nos va a contar ahora que es usted la única responsable de coordinar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Es lo que tiene la ignorancia, que nos hace atrevidos. Usted se sobreestima, pero nosotros somos conscientes de que estamos en manos de una profesora de Primaria con una ambición política desmedida. Está ciega de poder y me parece legítimo. Pero haga el favor de hacer su trabajo. No estamos para ensayos. Aquí se viene a gestionar la seguridad de una ciudad de 85.000 habitantes, no a hacer como que gobierna delante de las cámaras.

No vuelva a salir a menos que sea para contarnos que ha detenido a los asaltantes y que nos da su palabra de que nuestra seguridad y la de nuestros hijos están garantizadas. No salga a enseñarnos lo bien que le queda éste o aquel modelito. No estamos para frivolidades. Queremos resultados por más que esa palabra no entre en su vocabulario.

Ya lo último que tenemos que escuchar es que las cifras de la COVID que nos han estado dando a la prensa y a todos los melillenses desde el mes de julio son más falsas que un billete de tres euros. Llevamos encabezando las listas nacionales con números falsos. Menos mal que habéis tenido la decencia de aclarar que no se han curado casi 500 personas de un día para otro, sino que son pacientes dados de alta que el Ingesa no había contabilizado.

De verdad, no se puede hacer el ridículo con tanta facilidad y tan seguido. Señores, esto se les queda grande. Es lo que tiene cuando nombramos para cargos importantes a gente de partido que sólo ha hecho carrera dentro del partido. Estáis haciendo bueno al Gobierno de Imbroda. Ya no se puede hacer peor. ¿O sí, Sabrina Moh?

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