Los padres de los dos jóvenes portaron los cuerpos hasta las tumbas.
Tres días después de conocer su muerte, las familias de Abdeslam Ahmed Ali y Mohamed Amin Mohamed Dris pudieron ayer despedir a sus seres queridos, enterrando sus cuerpos en el cementerio musulmán de Melilla. Pasadas las 12:30 horas los cadáveres de los dos jóvenes de 20 y 24 años llegaban al cementerio procedentes del Anatómico Forense, donde les habían realizado una segunda autopsia. Allí los esperaban ya cientos de personas que querían darles el último adiós.
El dolor y el cansancio eran evidentes en los rostros de los padres y hermanos de los dos jóvenes, que fallecieron el domingo en Marruecos a causa de los disparos de la Marina Real marroquí. Los días de espera para la repatriación de los cadáveres y las horas que pasaron ayer en la puerta del Anatómico mientras les realizaban la autopsia a los cuerpos, habían hecho ya mella. Sin embargo, a pesar de la tristeza, al igual que el miércoles, durante la llegada de los féretros a la ciudad, familiares y amigos mantuvieron la calma y lloraron en silencio la pérdida de los dos muchachos.
La mayoría, jóvenes
Cientos de personas, la mayoría muy jóvenes quisieron mostrar el cariño a los dos chavales y su apoyo a sus familias. Amigos, conocidos o vecinos se acercaron hasta el cementerio, muchos de ellos visiblemente afectados por la muerte de ‘Pisli’ y ‘Amin’, como apodaban a los dos chavales en su círculo más cercano.
Algunos llegaban directamente de trabajar, con el uniforme, o del instituto, con la mochila aún colgada. A otros las muletas no les impidieron estar en la despedida. Todos coincidían en la “injusticia” de lo ocurrido.
En la puerta del cementerio, las mujeres de la familia también querían dar su último adiós a los chicos. En ellas el dolor era aún más evidente, la madre de uno de los jóvenes apenas podía mantenerse en pie cuando salió de ver por última vez el cuerpo de su hijo, antes de que los hombres lo condujeran al interior de la mezquita, para el rezo previo al entierro. No hubo gritos, ni estridencias, sólo un llanto que rompió a una madre incapaz de caminar erguida tras despedirse de su hijo.
Una vez en el interior de la mezquita, los amigos y familiares de los jóvenes portaron los cuerpos hasta la zona del rezo. Allí, algunos de los que acudieron al sepelio rezaron durante algo menos de media hora.
Portados por sus familiares
Poco después de las 13:30, cuando en los alrededores de las dos tumbas ya no cabía ni un alfiler, por la cuesta que conecta la mezquita con el cementerio descendían los dos cuerpos. El primero, el de Abdeslam Ahmed Ali (‘Pisli’), cuyos dos primeros portadores eran su cuñado, marido de su hermana Farah, y su padre. Detrás de ellos, a sólo unos metros, llegaba Mohamed Amin Mohamed Driss (‘Amin’), su padre y su hermano encabezaban a la decena de hombres que llevaban a hombros su cuerpo.
La multitud se abrió para dejar pasar los dos cuerpos. Ni siquiera en ese momento hubo bullicio, a pesar del gran número de personas que se dieron cita en el entierro. Silencio, llanto y respeto para decir adiós a los jóvenes.
Desde arriba, entre las pocas mujeres que entraron en el cementerio, una de ellas le decía a otra: “Han venido todos, los querían. Están todos con ellos”. Junto a ella una niña de apenas cinco o seis años cuyo único afán era acercarse para decir adiós a su primo. “No te preocupes. Él ahora está bien, está tranquilo”, le decía la madre.
Poco después de las dos de la tarde, el cementerio comenzaba a vaciarse poco a poco. Los amigos salieron primero y los familiares aguantaron hasta el final. “Al menos me han aguantado las fuerzas para enterrarlo”, decía el padre de Mohamed Amin a la salida del entierro, cuando ya la entereza comenzaba a flaquear.